La leptospirosis, una infección causada por una bacteria prsente en la orina de ciertos animales, muestra en lo que va del año un fuerte crecimiento tanto en personas como en perros, según se desprende de un nuevo informe del Boletín Epidemiológico Nacional, publicado ayer por el Ministerio de Salud.
El informe reveló que hasta la semana epidemiológica 34 se notificaron 1.549 sospechas en humanos, con 72 casos confirmados y 62 probables. También hubo 517 notificaciones en caninos, con 107 confirmaciones, lo que encendió una alerta en la región centro y noreste del país, donde se concentró la mayoría de los diagnósticos.
La situación llamó la atención de las autoridades por varias razones. En primer lugar, por el incremento respecto a años anteriores.
En segundo lugar, porque la leptospirosis es una enfermedad que se confunde con gripes o resfríos, lo que dificulta su detección temprana.
Y en tercer lugar, por el fuerte impacto que tiene tanto en la salud humana como en la producción agropecuaria, donde genera pérdidas asociadas a abortos, partos prematuros, infertilidad y pérdida de peso del ganado.

Los especialistas remarcaron que el salto en la cantidad de casos registrados también se relaciona con una mejora en la vigilancia epidemiológica.
Desde 2023, la leptospirosis pasó a ser de notificación obligatoria, lo que permitió “un fortalecimiento sostenido de la vigilancia, lo que permite consolidar el registro nacional y mejorar la oportunidad en la detección de brotes y casos graves”.
Esa decisión favoreció que se detecten más sospechas y que la información esté disponible con mayor rapidez, aunque la tendencia general todavía se mantiene dentro de los valores históricos y no ingresó en “zona de brote”.
Casos de leptospirosis en 2025
La actualización del Boletín Epidemiológico Nacional correspondiente a la semana 34 mostró que el 85% de los casos confirmados y probables se concentró en Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Hubo también registros en Misiones, Córdoba, Río Negro, Santa Cruz, la Ciudad de Buenos Aires, Chaco, Corrientes, La Pampa y Tucumán.
El período de mayor circulación se ubicó entre las semanas 7 y 15, coincidiendo con el verano y el inicio del otoño, cuando las precipitaciones y las actividades agrícolas favorecen el contacto con aguas contaminadas.
La mediana de edad de los pacientes fue de 35 años, con predominio masculino: tres de cada cuatro casos se detectaron en varones. La estadística oficial documentó seis muertes en la región centro del país, lo que refuerza la importancia de un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado.

En los perros la tendencia fue similar. La leptospirosis canina mostró un crecimiento interanual en las notificaciones y confirmaciones, con focos en Buenos Aires, Córdoba, Jujuy y Tucumán. Este dato no es menor: la inclusión de la enfermedad en animales como evento de notificación busca anticipar los riesgos en la población humana, dado que los caninos suelen compartir espacios con las personas y funcionar como un indicador de circulación de la bacteria en el ambiente.
La Dirección de Epidemiología reiteró las recomendaciones básicas: control de roedores domésticos y periurbanos, vacunación de perros en zonas de riesgo, uso de ropa y calzado adecuados al trabajar o realizar actividades en ambientes inundados y consulta médica precoz en caso de fiebre con antecedentes de exposición.
La vigilancia intensificada fue clave en la detección de la tendencia creciente de este año.
Qué es la leptospirosis
La leptospirosis es una infección causada por bacterias del género Leptospira. Se trata de una zoonosis, es decir, una enfermedad que los animales pueden transmitir al ser humano. Ratas y ratones son los principales reservorios en las ciudades, pero también se detecta en ganado, perros y otras especies.
El contagio ocurre cuando la piel o las mucosas entran en contacto con agua, barro o suelos contaminados con orina de animales infectados.
Por eso las inundaciones representan un factor de riesgo, ya que extienden la bacteria en cursos de agua, charcos o zonas rurales y urbanas anegadas. También las tareas agrícolas, el trabajo con animales y ciertas actividades recreativas al aire libre aumentan las posibilidades de exposición.

A nivel global, la leptospirosis es una de las zoonosis más frecuentes, aunque sigue subdiagnosticada por la inespecificidad de sus síntomas. Se calcula que una de cada diez personas que la padecen puede desarrollar una falla renal aguda conocida como síndrome de Weil, cuya mortalidad sin tratamiento ronda el 50 por ciento.
Esta forma grave también puede provocar daño hepático, hemorragias pulmonares y meningitis.
Más allá de la salud pública, sus consecuencias alcanzan al sector agropecuario. Las infecciones en ganado derivan en abortos, partos prematuros, infertilidad y pérdidas económicas considerables. Por eso los expertos destacan que su abordaje debe integrar la perspectiva de salud humana, animal y ambiental bajo el concepto de Una Salud.
Cuáles son los síntomas de la leptospirosis

La enfermedad suele iniciar como un cuadro gripal. La fiebre es uno de los primeros signos, acompañada por dolor de cabeza, dolores musculares —con especial intensidad en las pantorrillas— y malestar general. Esa etapa inicial muchas veces lleva a la confusión con un resfrío o una influenza común, lo que retrasa la búsqueda de atención médica.
Sin embargo, la leptospirosis puede evolucionar. Los casos graves presentan ictericia, es decir, coloración amarillenta de la piel y los ojos, hemorragias pulmonares y complicaciones renales o hepáticas que ponen en riesgo la vida. El período de incubación puede llegar a 15 días, de modo que los síntomas aparecen incluso semanas después de la exposición.
El diagnóstico combina la evaluación clínica con el análisis de los antecedentes epidemiológicos. Es fundamental considerar si la persona estuvo en contacto con ambientes de riesgo, animales infectados o aguas potencialmente contaminadas. Una consulta temprana permite iniciar un tratamiento con antibióticos que reduce las complicaciones y la mortalidad.
Los médicos advierten que la atención inmediata marca la diferencia. Sin el tratamiento adecuado, la enfermedad puede avanzar hacia formas graves que requieren internación. En este sentido, el refuerzo de la vigilancia y la capacitación del personal sanitario resultan esenciales para acortar los tiempos entre la aparición de los síntomas y la confirmación del caso.

Formas de prevención de la leptospirosis
La leptospirosis puede prevenirse con medidas concretas. Evitar el contacto directo con aguas estancadas o barro contaminado es la primera barrera. En contextos de inundación, el uso de botas, guantes y ropa protectora resulta imprescindible. También se recomienda cubrir las heridas con apósitos impermeables, ya que la bacteria puede ingresar por pequeñas lesiones en la piel.
En actividades de riesgo, como el trabajo rural, el manejo de animales o el contacto con cursos de agua, los especialistas recomiendan extremar la protección personal. La vacunación de los perros es otra estrategia relevante en zonas donde la enfermedad circula con mayor frecuencia.
Además del cuidado individual, el control de los roedores urbanos y periurbanos constituye una medida clave para reducir la presencia de Leptospira en el ambiente. Los expertos recuerdan que la profilaxis con doxiciclina puede indicarse de forma puntual durante episodios de alto riesgo, como inundaciones, aunque no es un reemplazo de las demás acciones preventivas y está contraindicada en niños menores de ocho años y embarazadas.

La vigilancia epidemiológica continúa siendo una herramienta central. Identificar de manera temprana los focos de circulación, tanto en humanos como en animales, permite orientar las intervenciones sanitarias y reducir el impacto de la enfermedad.
En 2025 Argentina reforzó su capacidad para detectar casos de leptospirosis, lo que se tradujo en un mayor número de notificaciones y en una alerta sostenida.
Aunque la tendencia se mantiene dentro de los parámetros históricos y no alcanzó el nivel de brote, la experiencia confirma la necesidad de no subestimar una enfermedad que puede ser confundida con un simple resfrío, pero que en su forma grave amenaza la vida.
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