
La menopausia suele aparecer entre los 40 y 50 años, con un promedio de 51 años en Estados Unidos, según Mayo Clinic. Este proceso natural viene acompañado de variaciones hormonales que pueden extenderse durante años —conocidas como perimenopausia—, y se asocia a síntomas físicos como sofocos, sudoraciones nocturnas o alteraciones del sueño, así como a cambios emocionales y de memoria.
Mayo Clinic explica que “la menopausia se diagnostica después de 12 meses sin menstruación, sangrado vaginal o manchado”. Además, advierte que los efectos físicos y emocionales pueden disminuir la energía, modificar el estado de ánimo e impactar la calidad de vida en formas muy diversas, por lo que se recomienda mantener el seguimiento médico regular ante cualquier síntoma o inquietud.
En este contexto, un equipo liderado por Sheri J. Hartman en la Herbert Wertheim School of Public Health and Human Longevity Science de la Universidad de California San Diego ha publicado un hallazgo que brinda nuevas opciones para cuidar la salud cardiovascular. Aumentar cuántas veces al día una mujer posmenopáusica está de pie o camina podría contribuir a reducir la presión arterial, de acuerdo con el ensayo clínico documentado en la revista Circulation.

Un cambio conductual y su impacto medible
La investigación abordó a mujeres de 55 años o más con sobrepeso u obesidad. El trabajo se centró en determinar si el simple acto de levantarse de la silla con mayor frecuencia podía traducirse en beneficios para la presión arterial.
Hartman y su equipo compararon dos intervenciones: reducir el tiempo total sentado y aumentar el número de transiciones sentarse-ponerse de pie a lo largo del día. Según puntualiza el artículo: “Aumentar la cantidad de veces que se pasa de estar sentado a estar de pie cada día puede ser beneficioso para bajar la presión arterial en mujeres posmenopáusicas con sobrepeso u obesidad”.
El Rise for Health Study incluyó a 407 mujeres posmenopáusicas. Este grupo se asignó aleatoriamente a uno de tres controles: quienes recibieron información sobre hábitos saludables generales (grupo control); quienes obtuvieron apoyo para reducir el tiempo total sentado; y quienes recibieron orientación para incrementar la cantidad de transiciones de sentarse a ponerse de pie, pero sin cambiar el número de horas sentadas.

Las participantes asistieron a siete sesiones individuales de coaching enfocado en cambios cotidianos. Todos los grupos utilizaron dispositivos portátiles que registraban tanto el tiempo sentado como la frecuencia de los levantamientos. Además, se monitorizó la presión arterial, junto con parámetros metabólicos como glucosa e insulina en ayunas.
Una reducción tangible en la presión arterial
Quienes integraron el grupo “más transiciones sentarse-ponerse de pie” aumentaron en 26 veces diarias la cantidad de movimientos de incorporación, mientras que el grupo “sentarse menos” redujo 58 minutos diarios el tiempo sentado frente al control, pero sin modificar la frecuencia de transición.
Solamente el grupo que intensificó sus levantamientos demostró efectos concretos sobre la presión arterial. Se observó una disminución promedio de 2,2 mm Hg en la presión arterial diastólica tras tres meses. El equipo científico resalta en el texto: “el cambio logrado en solo tres meses es un hallazgo novedoso que podría ser importante a nivel poblacional”. La diferencia, aunque no superó el umbral clínicamente considerado relevante, resultó “medible”, y se logró sin necesidad de reducir las horas de sedentarismo.

En el análisis, el grupo “sentarse menos” no presentó mejoras significativas y tampoco se apreciaron diferencias sustanciales en los valores de glucosa, insulina o resistencia a la insulina en los tres grupos estudiados, según el informe.
¿Por qué levantarse tantas veces al día beneficia al corazón?
La explicación fisiológica se vincula con la activación muscular que produce el simple movimiento de incorporarse. Este gesto estimula los músculos de las piernas y favorece el flujo sanguíneo, lo que podría aliviar la presión ejercida sobre las arterias. Mantenerse en posición sentada durante largos periodos reduce el movimiento muscular y tiene efecto adverso sobre el funcionamiento de los vasos sanguíneos. Como indica el equipo, interrumpir la inactividad “con movimientos frecuentes parece contrarrestar estos efectos”.
La mayor parte de las voluntarias del Rise for Health Study eran mujeres blancas y no hispanas, lo que restringe la capacidad de extrapolar los resultados a poblaciones de otros orígenes étnicos. La intervención, además, solo se implementó durante un periodo de tres meses. No se dilucidó si los beneficios observados persisten en el largo plazo o si incrementarían aún más con una intervención de mayor duración.

Otra consideración es que “la mayoría de las participantes ya tomaba medicación para la hipertensión”, circunstancia que podría haber moderado el impacto de los cambios conductuales. El protocolo tampoco consideró eventuales modificaciones en la dieta o el sueño, factores que interactúan con la salud cardiovascular.
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