Cómo transformar el pesimismo en optimismo, según la neurociencia: “No está biológicamente determinado”

La neuropsicóloga Lucía Crivelli analizó en Infobae en vivo las bases cognitivas del pesimismo y reveló que su modificación es posible a través de la conducta, el lenguaje corporal y la interpretación de la realidad

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Según la neuropsicóloga Crivelli, no hay evidencia científica que respalde prácticas basadas en manifestaciones positivas sin fundamento, mientras que los tratamientos cognitivos sí han demostrado eficacia en la modificación de pensamientos automáticos negativos.

“No está biológicamente determinado. Se puede cambiar”. Con esa afirmación contundente Lucía Crivelli, neuropsicóloga, desarrolló una de las creencias más arraigadas en torno a los estados de ánimo. En diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la tarde, que cuenta con la conducción de Jesica Bossi, Diego Iglesias, María Eugenia Duffard y Federico Mayol, el especialista abordó las diferencias entre el optimismo y el pesimismo, y cómo estos estilos de pensamiento impactan en la percepción, la conducta y, finalmente, los resultados personales y sociales.

¿Se puede transformar un pesimista en optimista? La neuropsicóloga respondió sin rodeos: “Claro que se puede. El pesimismo y el optimismo no están biológicamente determinados. Son estilos de conducta o modelos cognitivos. Son formas que tenemos las personas de interpretar lo que sucede y nuestras propias expectativas”.

Crivelli desarrolló cómo estos estilos se expresan en la vida cotidiana. “El optimista, por definición, piensa que las cosas van a salir bien y cuando eso sucede, se atribuye el éxito. Cuando las cosas salen mal, lo atribuye a factores externos oa la mala suerte. En cambio, el pesimista interpreta todo bajo una mirada negativa: si algo sale mal, confirma su hipótesis de que no podía suceder de otra forma. El problema es que esa expectativa negativa, muchas veces, crea las condiciones para que efectivamente las cosas salgan mal”, explicó.

La presión social por mantener
La presión social por mantener siempre una actitud positiva fue uno de los temas abordados por Crivelli, quien advirtió que muchas personas sienten que deben responder afirmativamente a frases como “¿todo bien?” incluso cuando no lo están (Imagen Ilustrativa Infobae)

Crivelli hizo referencia a estudios científicos que respaldan sus afirmaciones. Uno de los más emblemáticos, explicó, es el experimento de Rosenthal en la década del 70: “Se les dijo a los profesores que ciertos alumnos tenían un cociente intelectual altísimo, aunque en realidad habían sido elegidos al azar. Al final del año, esos chicos tenían un rendimiento académico mucho más alto. ¿Por qué? Porque se desempeñaron mejor debido a la atención especial que recibieron. Eso demuestra cómo las expectativas influyen en los resultados”.

Este fenómeno, conocido también como “profecía autocumplida”, puede operar en positivo o en negativo. Crivelli advirtió que el pesimismo sostenido puede tener consecuencias tanto conductuales como hormonales. “El pesimismo no es sin riesgos. Por ejemplo, las personas con expectativas negativas tienden a retroceder, a no intentar, a generar condiciones que reafirman ese fracaso anticipado”, señaló.

En ese sentido, el especialista habló de cómo el cuerpo también refleja y potencia los estados mentales. “El lenguaje corporal está correlacionado con el optimismo y el pesimismo. Las personas optimistas adoptan posturas más distendidas y expansivas. En cambio, los pesimistas se retraen, cruzan los brazos, se tocan el cuello. Y lo más interesante: cambiar el lenguaje corporal puede modificar la forma en la que pensamos”, asegura.

Crivelli indicó que el pesimismo sostenido no solo afecta la conducta, sino también las hormonas, ya que quienes mantienen expectativas negativas suelen retraerse, evitar intentos y generar condiciones que refuercen el fracaso anticipado

Respaldada en experimentos científicos recientes, Crivelli citó el trabajo de una investigadora que evaluó los efectos hormonales de distintas posturas corporales antes de una entrevista laboral. “Las personas que adoptaron posturas expansivas –como la clásica ‘mujer maravilla’, de pie, con los brazos en la cintura– mostraron un aumento de la testosterona y una disminución del cortisol. Además, se sintieron más confiadas y transparentes, a pesar de no tener un currículum mejor ni una entrevista más pulida. La seguridad que proyectaron hizo la diferencia”, remarcó.

En uno de los momentos de la entrevista se debatió sobre el “pesimismo defensivo”, que consiste en adoptar una actitud pesimista como forma de protección ante la frustración. “Es un falso pesimismo, una especie de simulacro. Esa persona tiene una expectativa positiva, pero no la admite ni ante los demás ni ante sí misma. Es un mecanismo de defensa para no exponerse emocionalmente”, explicó Crivelli.

A lo largo de la charla, surgieron preguntas del panel vinculadas a la relación entre optimismo y realismo, y sobre la posibilidad de ser optimista en algunos aspectos de la vida y pesimista en otros. Crivelli sostuvo que “las personas no son optimistas o pesimistas todo el tiempo. Hay grados y contextos. Uno puede ser optimista en el trabajo y pesimista en lo afectivo, por ejemplo. Somos seres complejos y eso también es saludable”.

Lucia Cirvelli en Infobae en
Lucia Cirvelli en Infobae en vivo sostuvo que las personas pesimistas tienden a atribuir los fracasos a causas internas y permanentes, mientras que los optimistas suelen adjudicar los problemas a factores externos o circunstanciales, lo cual puede influir en el modo en que enfrentan desafíos

También hizo hincapié en la presión social que existe en la actualidad para mantener siempre una actitud positiva. “Vivimos en una época donde parecer optimista es casi una obligación. Entrás a un lugar y te dicen ‘todo bien’ y uno se siente obligado a responder afirmativamente. No hay lugar para decir ‘todo mal’ sin tener que dar una explicación”, comentó.

Respecto de las terapias y estrategias para cambiar la tendencia pesimista, Crivelli fue clara: “No hay evidencia científica que respalde prácticas como las manifestaciones mágicas del tipo ‘conseguí el trabajo’ cuando aún no lo tenés. Pero sí la hay sobre tratamientos cognitivos, que consisten en refutar los pensamientos negativos y entrenarse para modificar las respuestas automáticas que perjudican nuestra conducta”.

La especialista enfatizó en que adoptar una actitud más optimista tiene consecuencias reales y medibles. “El optimismo incide en la configuración hormonal, en las emociones, en la conducta y finalmente en los resultados. No es pensamiento mágico, es ciencia”, remarcó.

Las expectativas personales tienen un
Las expectativas personales tienen un impacto directo en los resultados, afirmó Crivelli al citar un experimento en el que los estudiantes mejoraron su rendimiento académico solo porque sus docentes creían que tenían un alto coeficiente intelectual (Imagen Ilustrativa Infobae)

Crivelli también explicó que el entorno puede moldear el rol que adopta una persona. “En las parejas o equipos, cuando alguien ocupa el rol de optimista, muchas veces el otro adopta inconscientemente el rol contrario, el del escéptico o pesimista, para equilibrar. Son configuraciones dinámicas. Salir de ese esquema implica cambiar el entorno o modificar la forma en la que uno se posiciona frente al otro”, indicó.

En la entrevista, la experta dejó en claro que, más allá de etiquetas como optimista o pesimista, lo importante es la flexibilidad mental, la capacidad de interpretar la realidad de forma que favorece la acción y el bienestar. Y, sobre todo, entender que cambiar es posible.

El optimismo y el pesimismo
El optimismo y el pesimismo no están determinados por la biología, según explicó la neuropsicóloga Lucía Crivelli, quien los definió como modelos cognitivos que pueden ser modificados mediante entrenamiento y cambios en la interpretación de los hechos (Imagen ilustrativa Infobae)

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