
A pesar de los avances científicos y la disponibilidad de una vacuna, la tuberculosis aún es una de las enfermedades infecciosas más persistentes y mortales del planeta.
En Argentina, en la actualidad provoca más de 10.000 casos al año y alrededor de 700 muertes, en un contexto global donde se registraron 1,3 millones de decesos en 2022, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Con el objetivo de concientizar sobre las consecuencias sanitarias, sociales y económicas de esta enfermedad, cada año, el 24 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Tuberculosis. Lo que podría parecer una enfermedad del pasado, relegada a los libros de historia clínica, sigue viva y activa, sobre todo en los sectores más vulnerables.

Es por eso, que para la concientización sobre esta problemática, la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) refuerza el llamado a la sociedad de realizar los estudios de diagnóstico a tiempo y continuar con el tratamiento de forma adecuada, una vez que la enfermedad es diagnosticada.
“Se trata de una enfermedad infecciosa que afecta a los pulmones y que es causada por una bacteria (Mycobacterium tuberculosis) que se transmite de una persona a otra a través de las gotitas de aerosol que permanecen en el aire tras haber sido expulsadas por personas con enfermedad pulmonar activa”, explicó a Infobae la doctora Jimena Falco (M.N. 137.203), que junto a su colega Carolina Baroni (M.N. 149.224), son coordinadoras de la sección Tuberculosis de la AAMR.
“Se estima que una cuarta parte de la población mundial está infectada por el bacilo de la tuberculosis, pero (aún) no ha enfermado ni pueden transmitir la infección. Este grupo de personas infectadas de forma latente tiene un riesgo de enfermar de tuberculosis a lo largo de su vida de entre el 5% y el 10%”, agregó.

La doctora Baroni precisó que las personas con infección tuberculosa latente no se sienten enfermas ni pueden transmitir el bacilo, y solo un pequeño porcentaje de ellas desarrollará la patología y tendrá síntomas. “El riesgo de enfermar es mayor en los bebés y los niños. Además, hay afecciones y conductas que pueden aumentar el riesgo de contraer la tuberculosis, como la diabetes, un sistema inmunitario debilitado (por ejemplo, por la infección por el VIH o el sida), la malnutrición y el consumo de tabaco”, precisó la experta.
La forma más común de esta enfermedad afecta los pulmones, pero puede diseminarse a otros órganos, como los riñones, la columna vertebral o el cerebro. En estos casos, conocidos como tuberculosis extrapulmonar, las complicaciones pueden derivar en cuadros severos como meningitis, artritis, osteomielitis o insuficiencia renal.
La sintomatología puede ser tan inespecífica como grave: fiebre persistente, sudoraciones nocturnas, tos de más de tres semanas, a veces con sangre, fatiga, pérdida de peso y del apetito. Aunque cualquiera de estos signos puede deberse a otras causas, los especialistas recomiendan consultar al médico si se presentan, especialmente si hay antecedentes de exposición a la bacteria.

La tuberculosis tiene una característica paradójica: es prevenible, tratable y curable. Sin embargo, sigue creciendo. En la región de las Américas, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), para 2023 “se estimó que existían unos 342,000 (309,000-376,000) casos, lo que significó un incremento de 6.6% en comparación con el año previo y al comparar con la tasa del 2015, el incremento fue del 20%”.
El regreso del VIH como factor de vulnerabilidad agravó aún más el panorama, ya que la infección debilita el sistema inmunológico, y muchas veces abre la puerta para que la tuberculosis avance sin freno. Según la OMS, 167.000 personas que murieron por tuberculosis en 2022 eran portadoras del virus.
“La Tuberculosis es una de las principales causas de muerte entre las personas con VIH ya que en conjunto aceleran su evolución”, explican desde los organismos de salud global. Por eso, acceder a un diagnóstico y tratamiento adecuados de forma oportuna es clave para detener el avance de ambas enfermedades.
En Estados Unidos, gracias a programas de control intensivo, la tuberculosis comenzó a disminuir en 1993. Sin embargo, las cepas resistentes a los medicamentos siguen representando un enorme desafío hoy en día.
La tuberculosis se puede prevenir y curar

“La tuberculosis se puede prevenir a través de la vacuna BCG y curar a través de la indicación de medicación específica. De acuerdo a cifras publicadas por la OMS, cerca del 85% de las personas que la contraen evolucionan satisfactoriamente con una pauta terapéutica de 4 a 6 meses. Comenzar el tratamiento en estadios iniciales permite una rápida mejoría de los síntomas y corta la cadena de transmisión”, indicó la doctora Falco.
Y agregó: “Generalmente los tratamientos duran 6 meses y es fundamental completarlos para evitar las recaídas y la resistencia a los fármacos. La tuberculosis multirresistente es un grave problema de salud pública que requiere de tratamientos más prolongados, más costosos y menos efectivos. Recientemente, se informó que la carga de tuberculosis farmacorresistente aumentó un 3% entre 2020 y 2021, año en que se detectaron 450.000 nuevos casos de tuberculosis resistente a la rifampicina, uno de los fármacos más utilizados en el tratamiento. Es la primera vez en muchos años que aumenta el número de personas que contraen la enfermedad y que están infectados por bacilos resistentes a los medicamentos”.
El abordaje terapéutico tradicional de la tuberculosis puede extenderse por mínimo seis meses y, en algunos casos, hasta nueve meses, combinando múltiples antibióticos como la Rifampicina o la Isoniacida. Cuando se trata de tuberculosis multirresistente, la situación se vuelve más dramática: inyecciones diarias, efectos adversos y tratamientos que pueden durar dos años.

La AIDS Healthcare Foundation, junto a la OMS, insiste en que los gobiernos adopten con urgencia los regímenes cortos de tratamiento, una innovación terapéutica que eleva las tasas de curación y reduce las barreras al acceso. Mientras tanto, los esfuerzos deben apuntar a garantizar la adherencia: “Todo paciente tratado correctamente no contagia”, subraya el Ministerio de Salud argentino. Pero eso depende, en gran medida, de un sistema de salud capaz de sostener el vínculo, acompañar y supervisar el proceso de principio a fin.
La detección temprana se vuelve entonces la herramienta más eficaz en la lucha contra la enfermedad. En Argentina, tanto el diagnóstico como el tratamiento son gratuitos en hospitales y centros de salud públicos. Pero no siempre la información llega a tiempo. Por eso, también se insiste en la concientización comunitaria y en la educación sanitaria, como elementos claves para identificar síntomas y motivar la consulta precoz.
El control de la tuberculosis implica, además, una batería de medidas preventivas. Desde el uso de barbijo durante el período contagioso hasta el hábito de ventilar los ambientes, cubrirse al toser y garantizar la higiene personal y del hogar. A esto se suma la vacuna BCG, que se aplica al nacer y previene las formas graves de la enfermedad, como la meningitis tuberculosa. No impide el contagio, pero puede ser crucial para proteger a los más vulnerables: recién nacidos y niños pequeños.
Aunque el porcentaje de casos diagnosticados mediante pruebas rápidas aumentó del 13% al 40% entre 2015 y 2022, la cobertura general de tratamiento cayó del 81% al 74%. Y la tasa de éxito terapéutico bajó del 76% al 72%. Estos números, sumados al incremento en la letalidad del 7% al 9%, dibujan una curva alarmante.
Síntomas de una enfermedad subdiagnosticada

“Los principales síntomas de esta enfermedad son: tos (a veces con esputo que puede ser sanguinolento), dolor torácico, debilidad, pérdida de peso, fiebre y sudoración nocturna. Es importante considerar que los síntomas dependen de la magnitud del compromiso, del tiempo de evolución del cuadro, de la edad y del estado inmunológico del paciente. Estos signos, a veces solapados durante muchos meses, ocasionan retrasos en la búsqueda de la atención médica y en la detección. Muchas veces, el cuadro se puede confundir con otras enfermedades y cuanto mayor es la demora en el diagnóstico de la enfermedad, hay un mayor riesgo de contagio a otras personas”, indicó Baroni.
Y completó: “Si bien la tuberculosis puede afectar a personas de todas las edades, en general, se presenta en adultos en edad productiva. El 95% de los casos y las muertes a nivel mundial se concentran en los países en desarrollo. Pese a que suele ser una enfermedad asociada a la marginalidad y los contextos vulnerables, puede afectar a cualquier persona. Desterrar estos mitos en torno a la enfermedad resulta determinante ya que la estigmatización atenta contra la calidad de los cuidados de los pacientes”.
Frente a este panorama, la OMS propone un enfoque integral, que incluye estrategias conjuntas entre los programas de tuberculosis y VIH. El objetivo: evitar que ambos diagnósticos sigan avanzando de la mano. Es un plan ambicioso que requiere voluntad política, financiamiento sostenido, campañas masivas de información y mejora continua en los sistemas de vigilancia epidemiológica.

Mientras tanto, la enfermedad sigue mostrando su rostro más duro. Cada ocho horas, una persona muere por tuberculosis en Argentina. Una cifra que duele más si se recuerda que es una enfermedad curable y prevenible. La pregunta, entonces, no es si se puede erradicar, si no cuándo se decidirá hacer lo necesario para lograrlo.
¿Cómo prevenir el contagio de tuberculosis?
- Controlar a las personas que conviven o son contactos frecuentes de la persona con tuberculosis.
- Tomar los medicamentos como indique el equipo de salud.
- Acompañar y apoyar a la persona con tuberculosis para que finalice su tratamiento.
- Usar barbijo durante el período que dure la enfermedad.
- Al toser o estornudar cubrirse la boca con el pliegue interno del brazo o un pañuelo desechable.
- Mantener la higiene personal y del hogar.
- Iluminar y ventilar los ambientes de la casa, escuela, trabajo, club, medios de transporte, etc.
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