
La ducha es una actividad común y esencial en la rutina de numerosas personas. Sin embargo, algunos no son conscientes de que la frecuencia y la forma en que se bañan pueden afectar significativamente la salud de la piel.
Mientras que están quienes prefieren ducharse varias veces al día por razones de confort o higiene, otros optan por hacerlo solo una vez. Sin embargo, ¿es posible que la sobreexposición al agua o el uso de temperaturas muy altas puedan dañar la dermis?
Cuántas duchas al día se recomiendan
La frecuencia ideal para ducharse depende de varios factores, incluyendo el tipo de piel, el nivel de actividad física y las condiciones del entorno. Los dermatólogos coinciden en que una ducha diaria es suficiente para la mayoría de las personas.
Según especialistas consultados por Infobae, ducharse más de una vez al día puede ser contraproducente, ya que el exceso de agua y jabón puede debilitar la barrera protectora de la piel, eliminando aceites naturales esenciales que ayudan a mantener la hidratación y a prevenir infecciones.

En algunos casos, como en personas con piel seca o afecciones dermatológicas como la dermatitis atópica, se recomienda reducir la duración y la temperatura de la ducha, limitándola a cinco minutos o menos para evitar la deshidratación de la piel.
Si bien existen excepciones para quienes realizan actividades físicas intensas o viven en climas muy calurosos, en términos generales, una ducha diaria es suficiente para mantener una higiene adecuada sin comprometer la salud de la piel.
Cómo afecta el agua caliente a la piel
El agua caliente puede tener efectos negativos sobre la piel. De acuerdo con la dermatóloga Ana Molina, ducharse con agua demasiado caliente elimina la capa de grasa natural que protege la piel, provocando sequedad, irritación y agravando condiciones preexistentes como el eccema. Además, el agua caliente dilata los vasos sanguíneos, aumentando la sensibilidad de la piel y desencadenando reacciones adversas.

Para evitar estos problemas, los expertos sugieren optar por agua tibia, que permite limpiar la piel sin despojarla de su protección natural. Mantener la temperatura del agua en un nivel moderado no solo favorece la salud de la piel, sino que también mejora el bienestar general, ya que reduce el riesgo de irritaciones y ayuda a mantener la hidratación de la dermis.
Consejos para un baño saludable

- Controlar la temperatura del agua: mantener el agua tibia, evitando temperaturas extremas. El agua caliente es dañina para la piel, ya que elimina los aceites naturales y puede causar resequedad e irritación.
- Elegir productos adecuados: utilizar jabones con pH neutro o ligeramente ácido, que respeten el manto lipídico de la piel. Los productos con pH alcalino pueden alterar la microbiota cutánea y secar la piel, lo que genera un desequilibrio en su hidratación.
- Limitar el uso de esponjas: las esponjas pueden acumular bacterias y, si son de textura áspera, irritar la piel. Es suficiente con frotar la piel con las manos en áreas clave como axilas, genitales y pies. Para el resto del cuerpo, la espuma del gel de baño es suficiente para una limpieza efectiva.
- Evitar duchas largas: si bien las duchas pueden ser relajantes, permanecer mucho tiempo bajo el agua, especialmente si la temperatura es alta, puede dañar la piel. Limitar las duchas a 5-10 minutos para evitar deshidratarla.
- Hidratación posterior: aplicar cremas hidratantes dentro de los 3 minutos después de la ducha, mientras la piel aún está húmeda. Esto ayuda a sellar la hidratación y a mantener la piel suave. Los productos con ceramidas o alfa-hidroxiácidos son excelentes opciones para nutrir la piel.
- Atención a las zonas sensibles: prestar especial atención a las zonas de pliegues cutáneos, como entre los dedos de los pies y debajo de los brazos. Estas áreas son más propensas a la irritación y las infecciones, por lo que es importante secarlas bien y mantenerlas hidratadas.
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