
El Día Mundial de la Obesidad, que se conmemora cada 4 de marzo desde 2020, representa una fecha clave para reflexionar sobre una enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo y es considerada una epidemia mundial.
Esta jornada, impulsada por la Federación Mundial de la Obesidad, busca sensibilizar sobre los desafíos que presenta esta condición y promover soluciones prácticas para su prevención y tratamiento.
La obesidad no es solo una cuestión estética o de sobrepeso; es una enfermedad crónica con implicaciones que trascienden lo visible, afectando la salud física y mental de quienes la padecen.
De 8000 millones de personas que habitan la Tierra, hay 1.9 mil millones con obesidad. Una cifra que casi se ha triplicado desde 1975, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este alarmante crecimiento de la enfermedad se observa también en niños y adolescentes, lo que transformó a esta condición en una crisis de salud pública mundial.

Los datos de World Obesity Day no solo evidencian una crisis sanitaria, sino que también revelan un escenario en el que el sobrepeso y la obesidad se asocian con más de 200 enfermedades, entre ellas: diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, problemas articulares y ciertos tipos de cáncer.
La repercusión va más allá de la salud física, afectando la autoestima, el bienestar emocional y la calidad de vida.
A esto se suman afecciones que impactan en la calidad de vida de las personas que sufren de obesidad, como la apnea del sueño, problemas articulares derivados del exceso de peso, infertilidad y enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.

El doctor Rudolf Buxhoeveden, vicedirector médico del Hospital Alemán y especialista en cirugía bariátrica, destacó a Infobae que “la obesidad se asocia a mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas, afecciones articulares por sobrecarga de peso, infertilidad, apnea del sueño e incluso ciertos tipos de cáncer”.
Lo que a menudo se pasa por alto es el impacto profundo que la obesidad tiene en la salud mental de quienes la padecen. Además de los problemas físicos, la obesidad puede deteriorar la autoestima de las personas, provocando un aumento en el riesgo de ansiedad y depresión. En este contexto, el abordaje de la obesidad no debe limitarse a tratar sus efectos físicos, sino que debe adoptar un enfoque integral y personalizado.
Como indica Buxhoeveden, “para abordar la obesidad es fundamental un enfoque integral y personalizado, con múltiples opciones terapéuticas según cada paciente”.

En cuanto a las soluciones prácticas para enfrentar esta problemática global, la respuesta no radica únicamente en la intervención médica, sino también en cambiar nuestra forma de ver y tratar la obesidad como sociedad. Desde la perspectiva de la OMS, se están tomando acciones decisivas, pero se necesitan medidas adicionales en diferentes frentes.
La entidad sanitaria mundial ha reconocido la crisis mundial de obesidad y está promoviendo el seguimiento de tendencias y la prevalencia mundial, así como proporcionando orientaciones detalladas para la prevención y tratamiento del sobrepeso y la obesidad.
Uno de los aspectos clave en la lucha contra la obesidad es el cambio de hábitos alimenticios y el acceso a opciones de comida saludable y asequible.
Según las distintas organizaciones que buscan enfrentar esta realidad, hay muchas cosas que pueden hacer, como restringir la publicidad dirigida a los niños de alimentos y bebidas con alto contenido de grasas, azúcar y sal; gravar las bebidas azucaradas y facilitar un mejor acceso a alimentos asequibles y saludables.

Según describió Buxhoeveden, la obesidad infantil ha aumentado de forma alarmante debido a un entorno que favorece el sedentarismo, el consumo de ultraprocesados y el uso excesivo de pantallas.
“El rol de la familia es clave, ya que los niños aprenden por imitación: fomentar comidas caseras, evitar el uso de la comida como premio o castigo y promover el juego activo son fundamentales. La educación alimentaria en las escuelas también es crucial, mejorando los comedores, regulando la oferta de productos poco saludables y enseñando hábitos nutricionales. Además, reducir el tiempo de pantallas e incentivar el movimiento son estrategias esenciales para prevenir la obesidad. Abordar este problema requiere un esfuerzo conjunto entre familias, escuelas y el sistema de salud, asegurando que los niños crezcan en entornos que favorezcan su bienestar. Prevenir la obesidad infantil hoy es garantizar un futuro más saludable para las próximas generaciones”, precisó el experto.
Además, en las comunidades es fundamental crear entornos que promuevan la actividad física segura, como espacios para caminar, andar en bicicleta y realizar actividades recreativas. De igual manera, la educación desde la infancia juega un papel crucial, ya que la sensibilización sobre hábitos saludables deben comenzar desde edades tempranas para inculcar buenos hábitos alimenticios y de actividad física.

Lo cierto es que la obesidad, al ser una enfermedad compleja, exige que se rompa el ciclo de vergüenza y culpa que a menudo rodea a quienes la padecen. En muchos casos, las personas con esta condición son estigmatizadas, y es común que enfrenten prejuicios tanto de parte de la sociedad como del sistema médico. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que sus causas involucran una compleja interacción de factores alimentarios, genéticos, psicológicos, socioculturales, económicos y ambientales.
Los expertos indican que el tratamiento adecuado de la obesidad debe ser visto como un proceso multidimensional que involucra la intervención médica, cambios en los estilos de vida y el apoyo psicológico. De esta forma, las personas afectadas por la obesidad pueden lograr no solo una pérdida de peso significativa, sino también una mejora en su bienestar general. La cirugía bariátrica, las terapias farmacológicas y las modificaciones en la dieta y el ejercicio son solo algunas de las opciones disponibles, y deben ser evaluadas individualmente para cada paciente.
En ese sentido, el doctor Mariano Palermo (MN 105733), especialista en cirugía digestiva y bariátrica, coordinador de Diagnomed, institución afiliada a la Universidad de Buenos Aires (UBA) y jefe de cirugía digestiva del Hospital Posadas de Buenos Aires, destacó que el balón gástrico ingerible es una solución Integral que permite adelgazar el 15% del peso corporal.

El mismo se coloca en el estómago del paciente en una visita de 20 minutos al especialista, sin cirugía, endoscopia o anestesia, y produce sensación de saciedad. Hoy en nuestro país también se colocan balones consecutivos que permiten lograr un mayor descenso de peso . Según estudios clínicos, el 96% de la pérdida de peso se mantiene un año después de eliminar balón. En Argentina, más de 5000 pacientes han logrado resultados positivos y sostenibles.
“El programa cada día tiene más adeptos”, señala el doctor Edgardo Serra, (MN 151866) especialista en cirugía bariátrica, Médico Universidad Nacional del Nordeste y Director Centro Cien tiempo, y destaca que “el balón ingerible está indicado en pacientes a partir de los 16 años en adelante con un índice de masa corporal o igual superior a 27, que presenten sobrepeso y que con otros programas no hayan podido perder peso de forma sostenida. También para pacientes que necesiten perder peso en un período de tiempo acotado, por ejemplo ante una intervención quirúrgica, o por padecer patologías que recomienden la pérdida de peso”.
Serra subraya que en el mundo se han colocado ya más de 150.000 mil balones y que la alternativa “facilita una pérdida de peso efectiva, ya que produce sensación de saciedad”. “Una de las claves está en el seguimiento médico al eliminar el balón, lo que permite conseguir no sólo la pérdida de peso, sino el mantenimiento de esa pérdida en el largo plazo”, explica.

Para Palermo “el balón intragástrico ingerible es una excelente herramienta para los pacientes que tienen que descender entre el 7 y el 20% de peso. La clave será el seguimiento del equipo multidisciplinario para cambiar hábitos y poder sostener los logros”.
Las políticas públicas juegan un papel crucial en la prevención de la obesidad. Como propone la OMS, es necesario que los gobiernos implementen regulaciones más estrictas sobre la publicidad dirigida a los niños, en particular sobre productos que contribuyen a una dieta poco saludable, además de centrarse en mejorar el acceso a alimentos saludables y en garantizar que las comunidades tengan espacios seguros para la actividad física.
Al mismo tiempo, los programas educativos y las campañas de sensibilización pueden ayudar a la población a tomar decisiones más informadas sobre su salud y bienestar. Es fundamental que estos esfuerzos no solo se concentren en los aspectos físicos de la obesidad, sino que también se aborden sus efectos emocionales y psicológicos.

“En el marco del Día Mundial de la Obesidad, es clave reflexionar sobre nuestras acciones y sumarse a la transformación hacia un futuro más saludable. La obesidad y el sobrepeso son un problema de salud crónico, no aparece en un día ni se soluciona en una semana y es clave entender que no es una cuestión estética sino que la importancia está en una prevención a todas las comorbilidades que esta enfermedad puede acarrear”, remarcó Palermo.
Y destacó que “es esencial tomar conciencia de la importancia de trabajar con un equipo multidisciplinario para poder lograr un cambio de hábitos y poder sostener el descenso de peso”.
La obesidad es una enfermedad compleja, que afecta a millones de personas en todo el mundo. A medida que su prevalencia continúa en ascenso, es urgente un cambio de enfoque que involucre tanto a las personas afectadas como a las instituciones responsables de la salud pública.
Solo mediante un enfoque integral, que considere tanto los aspectos físicos como psicológicos de la obesidad, podremos enfrentar esta crisis de salud global de manera efectiva. “La solución a la crisis de la obesidad requiere un compromiso colectivo y un enfoque integral. Es fundamental promover la educación en hábitos saludables, el acceso a tratamientos efectivos y la creación de ambientes que faciliten decisiones de vida positivas”, concluyó el doctor Palermo.
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