Como una cascada de evidencia científica irrefutable, los estudios que ahondan en el fenómeno creciente de la aparición del cáncer en menores de 50 años no paran de publicarse.
Ya en 2022, un estudio señaló que en las últimas décadas, hubo una suba en la incidencia de esta patología para este grupo etario. Fueron investigadores del Brigham and Women’s Hospital en los EEUU que se habían preguntado si es el cáncer de aparición temprana una epidemia global emergente. Publicaron sus conclusiones en la revista Nature Reviews Clinical Oncology.
Los investigadores observaron que los que mostraron una mayor incidencia entre los años 2000 y 2012 fueron los tumores de mama, colon y recto, endometrio, esófago, vía biliar extrahepática, vesícula biliar, cabeza y cuello, riñón, hígado, médula ósea, páncreas, próstata, estómago y tiroides.
“Cada grupo sucesivo de personas nacidas en un momento posterior (por ejemplo una década más tarde) tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer más adelante en la vida, probablemente debido a los factores de riesgo a los que estuvieron expuestos a una edad temprana”, sostuvo Shuji Ogino, MD, PhD, profesor y médico científico del Departamento de Patología del Brigham and Women’s Hospital.
“Descubrimos que este riesgo aumenta con cada generación. Por ejemplo, las personas nacidas en 1960 experimentaron un mayor riesgo de cáncer antes de cumplir los 50 años que las personas nacidas en 1950 y predecimos que este nivel de riesgo seguirá aumentando en las generaciones sucesivas”, agregó.
En 2023 un amplio estudio publicado en la revista especializada Bristish Medical Journal Oncology registró un importante alza en las últimas tres décadas en la población joven. “En las últimas tres décadas (1990-2019) se ha producido un sorprendente aumento de casi el 80% en los nuevos casos de cáncer entre los menores de 50 años de todo el mundo”, afirmaron los investigadores en aquel entonces.
El trabajo se basó en datos del Estudio de la Carga Mundial de Morbilidad 2019 sobre 29 tipos de cáncer en 204 países y regiones y enfatizó que los casos de cáncer en personas más jóvenes han ido en aumento en muchas partes del mundo desde la década de 1990. La incidencia de neoplasias en menores de 50 años —lo que se conoce como cáncer de inicio temprano—, se ha multiplicado, sobre todo en casos de cáncer de mama, tráquea, pulmón, intestino y estómago.
Así, los casos mundiales de tumores de aparición temprana aumentaron de 1,82 millones en 1990 a 3,26 millones en 2019 en menores de 50 años, lo que supone un aumento del 79,1 %. Además indicaron que las muertes por cáncer de adultos de 40, 30 o menos años crecieron un 27%. Más de un millón de menores de 50 años al año mueren ahora de cáncer, según revela la investigación.
Del trabajo se desprende, por ejemplo, que en 2019, el cáncer de mama representó el mayor número de estos casos y muertes asociadas, con 13,7 y 3,5 cada 100.000 personas, respectivamente. Y más de un millón (1,06) de menores de 50 años murieron de cáncer en 2019, lo que supone un aumento de algo menos del 28 % respecto a la cifra de 1990.
Pero si ya esa información es negativa, los expertos consideran que a futuro podría desmejorar: los investigadores a cargo del estudio estiman que el número mundial de nuevos casos de cáncer de aparición temprana y las muertes asociadas aumentarán en un 31% para 2030, siendo las personas de 40 años las más expuestas.
“Existen distintas causas que contribuyen a una mayor incidencia tumoral en personas menores de 50 años”, explicó a Infobae el oncólogo Darío Niewiadomski, miembro de la Sociedad Argentina de Cancerología.
El experto enumeró varias razones como mayor población en la Tierra, lo que supone un mayor registro de esta enfermedad. También, que la expectativa de vida es mayor, cifra que ronda entre los 80 y 85 años. La tercera razón expuesta que mencionó el profesional es la gran cantidad de exámenes que ayudan a detectar y anticipar la aparición de tumores, como los centellogramas, PET, radiografías, ecografías, colonoscopías, mamografías, análisis de sangre, etc.
También observa como un fenómeno el crecimiento de estudios genéticos que se hacen las personas que saben de un antecedente hereditario de cáncer en su familia.
En 2024, una nueva investigación apuntó directamente contra los alimentos ultraprocesados. El reciente estudio financiado por Cancer Research UK y otras organizaciones puso el foco en el preocupante aumento global del cáncer colorrectal en personas menores de 50 años. El proyecto Prospect busca analizar diversos factores de riesgo, incluyendo la alimentación, para entender por qué la incidencia está creciendo más rápido en países como Inglaterra, Nueva Zelanda, Chile y Puerto Rico.
Uno de los factores bajo investigación es el consumo de carne procesada, clasificada como carcinógeno del “grupo 1” debido a su vínculo comprobado con el cáncer en humanos. Este tipo de carne, que incluye productos como el jamón y el tocino, contiene nitratos y nitritos, compuestos que pueden dañar las células intestinales tras su descomposición en el organismo.
El problema se intensifica con ciertos métodos de cocción que generan sustancias químicas capaces de provocar daño celular. Sin embargo, aún es difícil establecer una relación directa entre el consumo de carne procesada y el cáncer colorrectal en estudios a gran escala.
Otro factor alimentario en análisis es el consumo de alimentos ultraprocesados, que representan entre el 50 y el 60 % de la ingesta diaria en algunos países de altos ingresos. Ya se comprobó que dietas con alta presencia de estos alimentos elevan el riesgo de cáncer colorrectal, especialmente en hombres. En otro estudio realizado en EEUU, quienes se encontraban en el quintil más alto de consumo de ultraprocesados tenían un 29 % más de probabilidades de desarrollar la enfermedad.
Y otro trabajo publicado a fines de 2024 refuerza estos hallazgos al demostrar que los tumores de colon en personas con dietas deficientes presentan niveles más altos de bioquímicos proinflamatorios, lo que sugiere que la inflamación crónica en el intestino facilita el crecimiento del cáncer. “El cáncer es como una herida crónica que no se cura”, señaló el doctor Timothy Yeatman, investigador de la Universidad del Sur de Florida.
Los alimentos ultraprocesados, como la comida rápida, los fiambres, las bebidas gaseosas y las cenas congeladas, contienen aditivos que prolongan su conservación y potencian su sabor, pero también pueden alterar el equilibrio del sistema inmunológico. “Si su cuerpo vive de alimentos ultraprocesados diarios, su capacidad para curar esa herida disminuye”, agregó Yeatman.
En contraste, dietas ricas en alimentos no procesados como el salmón, las espinacas y la carne magra pueden aumentar la producción de compuestos antiinflamatorios y favorecer la regeneración celular. Según el investigador Ganesh Halade, “los lípidos bioactivos de las grasas saludables ayudan a reducir la inflamación y estabilizar el sistema inmunológico”.
Según Yeatman, este estudio pone de relieve la urgente necesidad de reevaluar los componentes de la dieta occidental, que normalmente consiste en un consumo excesivo de azúcares añadidos, grasas saturadas, alimentos ultraprocesados, productos químicos y aceites de semillas inflamatorios.
En estudios anteriores, el Instituto de Cardiología de USF Health en EEUU, descubrió que una dieta desequilibrada no solo afecta al cáncer colorrectal, sino que también influye en otras enfermedades, como el Alzheimer, la diabetes y las afecciones cardiovasculares.
Un estudio francés asoció el consumo de alimentos ultraprocesados con mayor riesgo de cáncer. Y otra investigación en Canadá halló más riesgo de desarrollar cáncer de próstata al ingerir más alimentos procesados, pero no ultraprocesados.
Una investigación reciente liderada por la Sociedad Estadounidense del Cáncer, que fue publicada en la revista The Lancet Oncology, identificó el preocupante incremento en las tasas de cáncer colorrectal temprano en 27 de 50 países analizados.
La relación entre cáncer de mama y factores hormonales
El cáncer de mama en mujeres menores de 50 años ha ido en aumento sin que los factores de riesgo convencionales, como la obesidad, expliquen completamente la tendencia. Aunque el exceso de grasa corporal puede incrementar los niveles de estrógeno y favorecer el desarrollo de tumores, el incremento de casos en mujeres jóvenes apunta a otros posibles desencadenantes.
Uno de los factores en estudio es la relación entre fertilidad y cáncer de mama. Médicos observaron que el embarazo a una edad temprana y la lactancia materna prolongada pueden reducir el riesgo de esta enfermedad. “Tener hijos antes de los 30 años es generalmente aceptado como un factor protector contra el cáncer de mama”, explicó la doctora Hannah Moody, de Breast Cancer UK.
El tejido mamario sufre cambios permanentes tras el primer embarazo, volviéndose menos vulnerable al desarrollo de tumores. Además, amamantar durante 12 meses puede reducir el riesgo de cáncer de mama en un 4 %, acumulándose esta protección con la cantidad de hijos y el tiempo de lactancia.
Sin embargo, los factores reproductivos no explican completamente el aumento de casos. Otro elemento en la mira de los investigadores son las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), conocidas como “sustancias químicas permanentes”. Presentes en cosméticos, utensilios de cocina y envases de alimentos, estos compuestos pueden actuar como disruptores endocrinos al imitar el estrógeno y alterar la regulación hormonal del cuerpo.
Investigadores comprobaron una correlación entre la exposición a ciertos PFAS y una mayor densidad mamaria, un factor de riesgo para el cáncer de mama. “El PFOA es una de las sustancias químicas originales vinculadas a la contaminación del agua en EEUU y está clasificado como carcinógeno del Grupo 1”, afirmó la doctora Rainbow Rubin, directora científica de Breast Cancer Prevention Partners. Aunque prohibido en algunos países, muchas personas aún tienen rastros en su organismo debido a su persistencia en el ambiente.
Nuevas estrategias de prevención y tratamiento
Ante la creciente evidencia sobre la relación entre dieta, exposición ambiental y cáncer, los expertos abogan por un enfoque preventivo que vaya más allá del diagnóstico temprano. La “medicina de resolución” plantea que la alimentación saludable, combinada con actividad física y buen descanso, puede ser clave en la prevención del cáncer.
“Esto tiene el potencial de revolucionar el tratamiento del cáncer, yendo más allá de los medicamentos para aprovechar los procesos naturales de curación”, afirmó Yeatman.
En este sentido, las investigaciones en curso buscan identificar los ingredientes específicos en los ultraprocesados que podrían aumentar el riesgo de cáncer, así como desarrollar estrategias para reducir la exposición a disruptores hormonales.
Si bien aún quedan muchas incógnitas por resolver, los hallazgos refuerzan la importancia de una alimentación balanceada y de la regulación de sustancias químicas potencialmente peligrosas.
La ciencia continúa avanzando en la comprensión de estos factores, con la esperanza de que el conocimiento adquirido permita diseñar mejores estrategias de prevención y tratamiento.