Las vacaciones pueden ser el momento perfecto para que las familias fomenten la desconexión digital en los niños, promoviendo el contacto con la naturaleza y el desarrollo de actividades creativas. Según especialistas consultados por Infobae, establecer estrategias para reducir el uso de pantallas sin imponer prohibiciones abruptas es clave para el bienestar infantil.
“Las vacaciones pueden convertirse en una oportunidad para redescubrir el mundo real, potenciando la imaginación y el aprendizaje desde la experiencia directa”, comenzó a analizar Melina Masnatta, emprendedora y especialista en tecnología educativa, autora del libro Educar en tiempos sintéticos.
Sin embargo, alejarse de los dispositivos en un mundo hiperconectado no es tarea sencilla. “Las vacaciones representan un gran desafío para las familias, porque implican cambios en las rutinas diarias, que requieren modificar acuerdos establecidos sobre cómo gestionar el tiempo de ocio”, advirtió en ese sentido la médica pediatra especialista en usos y efectos de las tecnologías de información y comunicación en niños y adolescentes y presidente de la Subcomisión de Tecnologías de Información y Comunicación (TICs) de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), Silvina Pedrouzo (MN 86.397).
“Las vacaciones pueden ser un tiempo ideal para que los chicos se alejen de las pantallas y se involucren en experiencias más enriquecedoras”, coincidió con ellas el doctor en Psicología y docente Flavio Calvo (MN 66.869).
La clave está en generar estrategias sostenibles que fomenten el equilibrio entre lo digital y lo real, promoviendo hábitos saludables en toda la familia.
Estrategias para limitar el uso de pantallas en vacaciones
Los expertos coincidieron en que la regulación del tiempo frente a las pantallas debe ser progresiva y acompañada por alternativas atractivas. Y propusieron algunas estrategias para poner en práctica durante los días de descanso:
- Crear “momentos sin pantallas”. Masnatta recomendó establecer espacios y horarios libres de dispositivos: “Establecer ‘momentos sin pantallas’ y proponer desafíos divertidos fuera del mundo digital ayuda a equilibrar el uso de la tecnología”. Esto puede aplicarse durante las comidas, antes de dormir o en actividades familiares.
- Generar incentivos para la desconexión. La tecnología está diseñada para captar la atención a través de la “gamificación”. Masnatta sugirió aprovechar este mecanismo para proponer juegos fuera de las pantallas: “En una plaza, podemos contar los colores, hacer clasificaciones y recibir algún tipo de reconocimiento o premio por eso”.
- Regulación consciente en lugar de prohibiciones. Pedrouzo enfatizó que “la prohibición no trae buenos resultados”, por lo que sugiere que la mejor estrategia es la “autorregulación”. “Es importante que los niños aprendan a equilibrar su tiempo digital con otras actividades”, sostuvo.
- Incluir actividades alternativas atractivas. Calvo recomendó ofrecer opciones variadas que reemplacen el tiempo de pantalla: “Deportes, lectura o manualidades son alternativas clave para que los niños no dependan de los dispositivos para entretenerse”.
- Usar la tecnología con un propósito. Masnatta propuso que “las pantallas se usen con un propósito y esa es una gran enseñanza”. Buscar datos en internet, investigar sobre un insecto encontrado en la naturaleza o utilizar aplicaciones para aprender algo nuevo pueden transformar el uso de la tecnología en una herramienta educativa.
- Competencias familiares sobre el uso de pantallas. Para hacer más atractivo el debate sobre la desconexión digital, Masnatta sugirió juegos como: “¿Quién sabe más sobre los riesgos de TikTok?” o “¿Quién usa menos tiempo las pantallas en un día?”. Esto convierte la conversación en una dinámica entretenida y educativa.
- Implementar zonas libres de tecnología en el hogar. Pedrouzo recomendó establecer reglas claras: “Crear espacios en casa, como el comedor o los dormitorios, donde no se permite el uso de dispositivos, es una estrategia efectiva para fomentar el contacto real entre los miembros de la familia”.
Asimismo, los especialistas recomendaron algunas actividades para cada etapa de la infancia para fomentar la desconexión:
- Primera infancia (0-5 años): juegos sensoriales con plastilina o arena, lectura de cuentos, caminatas al aire libre. “Es clave la exploración sensorial en la naturaleza”, remarcó Masnatta.
- Infancia media (6-11 años): deportes en equipo, manualidades con materiales reciclados, búsquedas del tesoro. “El juego en familia fortalece la autonomía y el aprendizaje”, explicó Pedrouzo.
- Adolescencia (12-18 años): excursiones, voluntariado, aprender nuevas habilidades como cocina o fotografía. “Actividades como el senderismo o el voluntariado promueven el crecimiento personal”, destacó Calvo.
El impacto del comportamiento de los padres en los hábitos digitales de los niños
Los niños aprenden por imitación, y los padres tienen un rol central en la regulación del uso de pantallas.
“En los tiempos que corren se hace muy difícil gestionar nuestro propio tiempo libre de tecnología, esto sucede porque las redes nos atrapan también a los adultos, donde cada minuto está atravesado por el deseo de sentirnos súper productivos e hiperconectados, porque padecemos el miedo de quedarnos afuera FOMO (Fear missing out), como nuestros propios hijos”, analizó Pedrouzo, para quien “en este contexto, es fundamental que se promuevan hábitos saludables en el seno familiar y se incorporen reglas claras que involucren a toda la familia”.
“No hay influencer más importante que un padre, una madre o un adulto mayor cercano y familiar -afirmó Masnatta-. Los niños y adolescentes tienden a imitar el comportamiento de los adultos”.
Pedrouzo advirtió en este punto sobre el peligro del “phubbing”, una práctica en la que los adultos ignoran a los niños por estar absortos en sus dispositivos. “Es frecuente que los niños de todas las edades se sientan ignorados y sufran las consecuencias del phubbing”, remarcó. Esto, según la pediatra, puede derivar en baja autoestima, aislamiento social y dificultades para desarrollar habilidades emocionales.
Para evitar este fenómeno, Calvo sugirió que los padres también establezcan límites en su propio uso de pantallas: “Cuando los adultos limitan su tiempo digital y participan activamente en actividades sin dispositivos, enseñan con el ejemplo la importancia de la desconexión”.
El poder de la naturaleza para fomentar la desconexión
El contacto con la naturaleza no solo reduce el tiempo de pantalla, sino que también tiene un impacto positivo en la salud física y emocional de los niños. “La naturaleza nos enseña, estimula la imaginación, promueve el trabajo en equipo y refuerza habilidades sociales”, aseguró Masnatta.
Los beneficios van más allá del entretenimiento: “Estudios demostraron que los niños que pasan más tiempo al aire libre desarrollan mayor capacidad de atención y mejor regulación emocional”, señaló la especialista, a lo que Pedrouzo agregó que “fomentar el juego al aire libre, la lectura y las interacciones sociales es fundamental para el desarrollo integral de los niños”.
Calvo añadió que el contacto con la naturaleza contribuye a regular los ciclos de sueño, ya que “la exposición a la luz natural ayuda a establecer patrones saludables de descanso, reduciendo los efectos negativos de la luz azul de las pantallas”.
Cuáles son las consecuencias del uso excesivo de pantallas en niños
El abuso de la tecnología en la infancia está asociado con múltiples problemas de salud. Masnatta advirtió que “el uso excesivo del teléfono puede causar síntomas de salud mental como depresión y ansiedad”.
Calvo reforzó esta idea al asegurar que “la sobreestimulación digital puede dificultar la concentración y afectar la capacidad de retención de información, limitando la atención y la memoria”. Además, según su experiencia, “el consumo excesivo de contenido digital, especialmente en redes sociales, puede influir en el bienestar emocional, aumentando el riesgo de trastornos de ansiedad y depresión”.
En la mirada de Pedrouzo, “en los niños pequeños el uso de tecnología desplaza el tiempo de juego, las interacciones socio afectivas y las experiencias enriquecedoras con otros niños y con familiares, que son esenciales para su desarrollo psíquico”. Estas experiencias, fundamentales para la imaginación, el aprendizaje y la socialización, se ven reemplazadas por la estimulación digital, lo que puede llevar a dificultades en la expresión de emociones, el control de impulsos y el desarrollo del lenguaje. “Actualmente, en las consultas, con mayor frecuencia, nos encontramos con niños que no pueden jugar, calmarse o entretenerse sin el uso de un dispositivo”, alertó la pediatra.
A medida que los niños crecen, los efectos del uso excesivo de pantallas pueden intensificarse. “A medida que crecen comienzan a recibir recompensas en las interacciones en las redes, o al jugar videojuegos, o al apostar en línea. La clave está en la dopamina, un neurotransmisor ligado al placer y la gratificación instantánea”, explicó.
En la etapa escolar, el impacto se traduce en alteraciones del comportamiento, baja memoria y dificultades de atención, lo que repercute en el rendimiento académico. “En preadolescentes y adolescentes se agregan a los síntomas mencionados anteriormente, síntomas en relación con la falta de atención, de memoria y bajo rendimiento académico, manifestaciones de ansiedad, aislamiento social y/o síntomas de depresión”, concluyó Pedrouzo.
El desafío de equilibrar el uso de tecnología en la infancia no se resuelve con prohibiciones, sino con educación digital consciente y la generación de hábitos saludables. Y en esto los adultos juegan un papel clave.
Las vacaciones pueden ser el punto de partida para una transformación en la dinámica familiar, apostando por la conexión real, las experiencias compartidas y el fortalecimiento de los vínculos.