Enviada especial a Países Bajos.- “Tiempo es cerebro”. Con esta frase, los expertos advierten sobre la importancia de actuar rápidamente para atender a una de las más de 12 millones de personas que experimentan un primer accidente cerebrovascular cada año. Cuando esto no ocurre, muchas de ellas se suman a las más de 100 millones que viven con las secuelas, según datos de la World Stroke Organization.
De hecho, tras un ACV, cada minuto mueren 1,9 millones de neuronas y tras una hora el cerebro envejece 3,6 años, señalan desde la Asociación Americana del Corazón.
Existen dos tipos principales de ACV. El hemorrágico, generado por un sangrado repentino en el cerebro, ocurre cuando la sangre que se filtra de los vasos presiona y daña las células cerebrales, representando el 10% de los casos. En contraste, el isquémico, provocado por la obstrucción del flujo sanguíneo debido a un coágulo (o trombo), es responsable del 90% de los incidentes.
“Logramos que los derrames cerebrales se clasificaran como enfermedades neurológicas, algo sumamente importante en el contexto actual de salud cerebral, donde los derrames representan el 40 % de las patologías del cerebro”, indicó en un mano a mano con Infobae, Bo Norrving, profesor sénior de neurología en la Universidad de Lund y expresidente de la Organización Mundial de Accidente Cerebrovascular.
Hasta hace una década, el único tratamiento disponible para estos casos era la medicación, que resultaba ineficiente frente a grandes coágulos, responsables de los ACV isquémicos más graves. Esto cambió con la aparición de la trombectomía mecánica, un procedimiento que permite intervenir directamente en los vasos obstruidos.
Qué es una tombectomía mecánica
Desde 2022, este revolucionario tratamiento se encuentra incluido dentro del documento Framework for the integration and delivery of stroke care elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para optimizar el manejo del accidente cerebrovascular, y se encuentra respaldado por las guías elaboradas por sociedades médicas como la American Heart Association (AHA) y la European Stroke Organization (ESO), además de la World Stroke Organization.
Y su realización depende de dos componentes claves: el catéter y el stent. Herramientas que han demostrado su importancia en la práctica médica moderna.
A grandes rasgos, el catéter consiste en un tubo cuya longitud y grosor varían según las necesidades del tratamiento, el cual se introduce en venas o arterias para abordar diferentes patologías. Este tubo permite la implementación de dispositivos, como el ampliamente utilizado stent, que cumple distintas funciones según la especialidad médica.
En el ámbito de la cardiología, por citar un ejemplo, el stent facilita la apertura de una arteria o vena obstruida, desplazando hacia los costados los factores responsables de la oclusión, mientras que en el caso del ACV, su empleo tiene un propósito diferente.
Es que cuando estos coágulos interrumpen por completo el flujo de sangre hacia áreas vitales, su remoción se vuelve fundamental para preservar la función cerebral. Y es en este momento donde surge la presencia de trombectomía mecánica.
El procedimiento combina el catéter con el stent en un método que captura y extrae con precisión el coágulo que obstruye el flujo. El despliegue del stent dentro del vaso afectado permite atraparlo antes de ser retirado, restableciendo la circulación en cuestión de minutos.
La ubicación y la precisión forman parte de este trabajo, debido a que se utilizan diferentes procesos de obtención de imágenes, como son las tomografías computarizadas (TC) y distintos sistemas de guías. Esto tiene por objetivo, una mayor exactitud en el tratamiento de los profesionales de la salud actuantes y evitar cualquier clase de riesgo.
De este modo, se logra minimizar el daño neuronal, al tiempo que eleva significativamente las probabilidades de recuperación funcional.
Wim H. van Zwam, radiólogo neurointervencionista del Maastricht University Medical Center y experto en patologías cerebrovasculares, explicó las restricciones iniciales y los avances que tuvieron lugar hacia fines del siglo pasado. “Si tenías una oclusión en un vaso grande, los beneficios eran limitados. Solo el 10% de los pacientes se veía beneficiado. Por ello, hacia finales del siglo pasado, los médicos comenzaron a experimentar con maneras más efectivas de tratar a estos pacientes. Se tomaron ejemplos de la cardiología, donde se había demostrado que si se abría un vaso coronario tras un infarto, el corazón mejoraba. Intentamos hacer lo mismo en el cerebro”, detalló.
En la actualidad, pese a su reconocimiento internacional y la incorporación de la OMS, lo cierto es que su aplicación aún enfrenta limitaciones significativas. Según el profesor Zwam explicó: “Creemos que cubrimos casi el 100%, tal vez 3500 casos; eso representa cerca del 10% de todos los pacientes que tienen un accidente cerebrovascular o acuden al hospital”.
Es por eso que Norrving destacó la importancia de la detección de estos episodios, no solamente por el paciente, sino por su entorno: “En nueve de cada diez casos, no es el paciente quien llama al hospital diciendo que tiene un posible derrame cerebral. Es alguien de su entorno: familiares o personas de la comunidad. Esa persona necesita saber que podría tratarse de un derrame cerebral y debe actuar sin dilación ni pérdida de tiempo”.
De toda maneras, Zwam señaló que, por las características técnicas de la intervención, no todos los pacientes son elegibles debido a que, en algunos casos, los coágulos se depositan en “vasos muy pequeños o diminutos, donde solo podemos administrar medicamentos y fármacos”.
Sin embargo, Norrving resaltó los beneficios demostrados en distintos estudios científicos: “La trombectomía mecánica es una de las intervenciones más efectivas, pero la desigualdad en su implementación sigue siendo un obstáculo crítico para maximizar su potencial”.
Situación en el mundo y diferencias alrededor del planeta
El acceso a la trombectomía mecánica como método determinante en el tratamiento del accidente cerebrovascular no es igualitario en todo el mundo. El desarrollo de esta técnica médica trajo consigo resultados efectivos que permitieron mejorar las tasas de supervivencia y recuperación funcional de pacientes, pero su aplicación no es equitativa.
Es por eso que el profesor Zwam explicó que, aunque se han realizado progresos en sectores de países desarrollados, aún queda mucho por mejorar en términos de acceso generalizado: “Sabemos que tratamos ahora cerca de 3000 casos al año, y tenemos alrededor de 40,000 llamadas relacionadas con accidentes cerebrovasculares que llegan al hospital”.
De acuerdo con el experto, algunas de estas llamadas no son efectivamente accidentes cerebrovasculares, pero “aquellos que sí lo son, evaluamos si hay un vaso grande que podamos tratar, y luego alrededor de 3000 pacientes pueden ser tratados”.
A nivel global, las cifras son más alarmantes. Según datos expuestos por Van Zwam, “en Europa, solo el 6.6% de los pacientes recibe trombectomía, pero sabemos que en la mayoría del mundo esto está incluso por debajo de ese nivel”.
Por ejemplo, en los Países Bajos se desarrollo una red de atención de ACV, la cual parte desde las ambulancias, sigue por un primer establecimiento de análisis y luego se trata el paciente. Sin embargo, en este proceso también el tiempo es importante, aunque en esta nación las distancias son mucho más cortas que las que están presentes en Brasil, Argentina o China, solo por citar tres ejemplos.
A nivel regional, las desigualdades también pueden observarse dentro de países con sistemas de salud sólidos. Según Norrving, “debemos actuar con urgencia. Necesitamos combinar el conocimiento científico con las historias personales de los pacientes para movilizar la acción. ¡Ahora es el momento de atender al problema del ACV!”.
Estudios y avances de un procedimiento revolucionario
El desarrollo de la trombectomía mecánica ha sido el resultado de años de investigación y colaboración entre distintos sectores médicos. Este avance no solo marcó un antes y un después en el tratamiento del accidente cerebrovascular, sino que se convirtió en una herramienta que redefinió las posibilidades de recuperación en casos que previamente eran considerados imposibles de tratar.
Sin embargo, su consolidación fue el producto de diversos estudios clínicos y progresos tecnológicos, con muchas barreras que superar en el camino. Un momento decisivo se produjo en 2009, cuando grupos médicos en España y Alemania comenzaron a experimentar con un stent originalmente diseñado para tratar aneurismas cerebrales.
Según Van Zwam, “empezaron con un ensayo con diez pacientes solo utilizando ese stent, y funcionó. Así comenzó todo el desarrollo. Desde entonces diseñaron dispositivos específicos para esta causa, pero el punto de partida fue un stent diseñado para otra cosa”.
Otro avance importante dentro de este contexto ha sido la expansión de la ventana terapéutica. En sus primeros años, la trombectomía solo podía ser realizada en las primeras 6 horas tras la aparición de los síntomas.
Esto limitaba drásticamente el número de pacientes que podían beneficiarse del procedimiento, “pero los estudios más recientes han demostrado que, en pacientes seleccionados, es posible realizar el procedimiento hasta 24 horas después. Este cambio ha hecho posible que muchos más pacientes reciban el tratamiento a tiempo y logren recuperarse”, indicó Van Zwam.
Además de los avances técnicos, otro factor significativo es la organización y optimización de los tiempos hospitalarios: “La clave no solo está en tener los equipos, sino en reducir al máximo cualquier demora para que el paciente llegue a la sala de tratamiento en el menor tiempo posible”, indicó el experto.
Para ello, muchos países han comenzado a implementar protocolos estandarizados. “Hoy en día sabemos que el ACV no es solo un problema médico, es también un desafío político y económico. Necesitamos convertir estos conocimientos en acciones concretas que permitan que esta intervención llegue a todos aquellos que la necesitan”, indicó Norrving.
Qué pasa en Argentina
En Argentina se han realizado varios estudios que analizaron la efectividad de la trombectomía mecánica (TM) en el tratamiento del accidente cerebrovascular isquémico, siendo que los datos son igual de alentadores que los expresados en el resto de las naciones.
En el Hospital Italiano de Buenos Aires, en 2016, se publicó un estudio en la Revista Neurología Argentina, en el cual se advirtió que este procedimiento se mostro exitoso en 8 de cada 10 pacientes tratados, resultados similares a los obtenidos en estudios internacionales.
En tanto, en el Instituto FLENI, entre 2015 y 2018, se trató a pacientes con trombectomía mecánica, logrando desobstruir arterias bloqueadas en el 78% de los casos. A los tres meses del procedimiento, cerca del 40% de los pacientes tratado alcanzó niveles de recuperación que permitieron retomar actividades básicas de forma independiente.
Mientras que uno de los puntos más complejos, el económico en un análisis económico liderado por Pedro Lylyk, quien evaluó los costo y los beneficios de esta práctica. De acuerdo al estudio, publicado en Elsevier en 2022, la TM combinada con la administración de un medicamento que disuelve coágulos, no solo demostró ser efectivo, sino que también resultó económicamente favorable.
Según el profesor Norrving, en declaraciones exclusivas a Infobae, “cada país necesita desarrollar bases de datos y registros de calidad de atención”, ya que el retraso puede ser mortal, dado que el tiempo es uno de los factores más cruciales.
“El acceso a la trombectomía no solo tiene que ver con disponer de las herramientas adecuadas, sino también con acortar los tiempos. Muchas regiones en América Latina cuentan con recursos limitados para trasladar a los pacientes a centros especializados, perdiendo tiempo valioso en el proceso”, señaló el profesor Zwam.
Las distancias y la falta de profesionales capacitados son parte de las barreras que debe enfrentar el país, ya que dentro de Buenos Aires y las grandes capitales provinciales es posible desarrollar este método. Es esencial extenderlo y ampliarlo a lo largo y ancho del país.