El acné es una de las condiciones cutáneas más comunes, y su manejo puede ser especialmente difícil durante el verano.
Es que la combinación de factores ambientales y conductuales, sumadas a creencias erróneas, lleva a que muchas personas abandonen sus tratamientos en esta época del año.
Sin embargo, los dermatólogos coinciden en que esta decisión puede agravar significativamente la condición.
El acné, una condición crónica envuelta en mitos
“El acné es una patología crónica inflamatoria que requiere un tratamiento continuo”, comenzó a explicar a Infobae el médico dermatólogo Sergio Lacossegliaz (MN 132.166).
Como toda enfermedad crónica, no tiene cura definitiva, pero puede controlarse con una combinación adecuada de hábitos saludables, rutinas específicas y productos dermatológicos.
En ese sentido, una de las creencias más perjudiciales es que los tratamientos antiacné deben suspenderse en verano por contener ácidos. Sin embargo, el especialista insistió en que esto no es necesario, siempre y cuando se adapten las rutinas y se utilicen protectores solares adecuados. “Es clave ser más obsesivo con el uso de protector solar en esta época para evitar manchas y marcas provocadas por la exposición al sol”, señaló.
Otro mito frecuente es que el sol “cura” el acné. Aunque puede secar temporalmente algunas lesiones, su efecto deshidratante y su capacidad de engrosar la piel agravan la condición a largo plazo. Por ello, es fundamental seguir las recomendaciones de los especialistas y no bajar la guardia durante el verano.
“Durante esos tres meses sin tratamiento, se forman los microcomedones, que son lesiones invisibles, que en febrero o marzo se convierten en brotes visibles. Entonces, las personas piensan que es el estrés del inicio escolar o laboral, pero en realidad es la falta de cuidado”, aseguró Lacosssegliaz.
Por qué el acné empeora en verano
El cambio estacional tiene un impacto directo en la piel. Según el médico dermatólogo y director de Acneba, Lucas Ponti (130.388), “las altas temperaturas y la humedad hacen que las glándulas sebáceas aumenten la producción de grasa”. Esto, combinado con el engrosamiento de la piel provocado por el sol y la evaporación de agua que genera deshidratación, crea el ambiente perfecto para la aparición de comedones.
“Al contrario de lo que se piensa, el sol no mejora el acné. Puede secar temporalmente las pústulas, pero a la larga genera más acné debido a la deshidratación y el engrosamiento de la piel”, señaló Ponti. Además, los cambios en el microbioma cutáneo y el uso excesivo de cremas hidratantes o aceitosas pueden empeorar aún más la condición.
Los expertos también destacaron otro problema recurrente: la fotosensibilidad de los tratamientos. “Muchos productos contra el acné contienen ácidos que sensibilizan la piel frente a la radiación ultravioleta. Esto puede provocar irritaciones o manchas, lo que lleva a muchas personas a abandonar su uso en verano”, señaló Ponti.
Según los especialistas, esto no debería hacerse sin una consulta previa al dermatólogo, quien será el encargado de indicar cómo continuar con el tratamiento durante estos meses.
Higiene, hidratación y probióticos: tres pilares de un tratamiento integral
Para manejar el acné de forma efectiva, ambos dermatólogos coincidieron en que es esencial mantener una rutina básica que contemple tres pasos fundamentales: higiene, hidratación y protección solar.
“La rutina comienza con un limpiador seborregulador para la higiene, seguido de un hidratante matificante, y siempre un protector solar de amplio espectro antes de salir, especialmente en verano”, subrayó Lacosssegliaz. Este cuidado debe complementarse con ajustes en el tratamiento dermatológico, dependiendo de la gravedad del acné. “Algunos pacientes necesitarán sólo productos tópicos, mientras que a otros se prescriben antibióticos o retinoides como la isotretinoína, que también pueden usarse en verano con los cuidados adecuados”.
La innovación más destacada, sin embargo, es el uso de probióticos. Según Lacosssegliaz, estos microorganismos vivos están revolucionando el tratamiento de múltiples patologías, incluido el acné. “Los probióticos ayudan a mantener las bacterias ‘buenas’ del cuerpo, inhiben el crecimiento de las bacterias implicadas en la patogenia del acné, y mejoran la textura de la piel”, explicó. Además, refuerzan la barrera protectora de la piel, combaten la inflamación local y sistémica, y contribuyen a regular el microbioma intestinal, estrechamente relacionado con la salud cutánea.
“La piel cuenta con un ecosistema complejo, o microbioma, similar al de la flora intestinal. Este equilibrio es indispensable para nuestra salud porque la piel es la primera defensa del cuerpo y se comunica constantemente con el sistema inmunológico”, agregó el especialista. Los probióticos, disponibles en forma oral, son fáciles de integrar a la rutina diaria y ofrecen beneficios adicionales, como una piel más firme y luminosa, reducción de lesiones de acné y mejora del tránsito intestinal.
Recomendaciones prácticas para pieles grasas y acneicas
Identificar y tratar adecuadamente la piel grasa y con acné es crucial para prevenir brotes y minimizar el impacto del verano. Según Lacosssegliaz, hay tres signos clave que caracterizan este tipo de piel:
- Las pieles oleosas y acnéicas suelen tener brillo en la zona T: frente, dorso de la nariz y mentón
- La textura de la piel es irregular debido al exceso de sebo
- Los poros suelen estar agrandados, visibles y, a menudo, obstruidos con puntos negros o blancos, los famosos comedones
Para mantener estas pieles en equilibrio, Ponti recomendó una limpieza mixta, utilizando un limpiador para piel grasa por la mañana y otro para piel sensible por la noche -o viceversa-. “Es importante evitar productos demasiado abrasivos que puedan deshidratar la piel y potenciar los efectos del sol”. Además, sugirió usar hidratantes seborreguladores que sean ligeros y no comedogénicos.
Otro consejo práctico es ajustar la dieta, reduciendo el consumo de alimentos ultraprocesados y alcohol, y aumentando la ingesta de alimentos ricos en nutrientes. “Los cambios en la alimentación no sólo impactan en el microbioma intestinal, sino también en el de la piel, mejorando su aspecto general y reduciendo la inflamación”, indicó Ponti.
El tratamiento del acné, especialmente durante el verano, requiere un enfoque integral que combine productos adecuados, cambios en el estilo de vida y herramientas innovadoras como los probióticos. Como señala Lacosssegliaz, “la clave está en mantener el equilibrio, porque el acné es un desafío constante, pero con las herramientas adecuadas podemos controlarlo incluso en verano”.
Al comprender los factores que agravan esta condición y al adoptar hábitos constantes, es posible prevenir brotes, minimizar las cicatrices y disfrutar de una piel más saludable durante todo el año.