
Se considera “edificio enfermo” a las estructuras edilicias de mala calidad, en las que prevalece la humedad, hay mala circulación de aire y, en su mayoría, tienen un sistema de ventilación forzada que suele ser común a todo el edificio o a amplios sectores, donde existe recirculación del aire, pero de forma parcial.
Las características principales de estos “edificios enfermos” son, además de las mencionadas, las siguientes:
- Localización de las tomas de renovación de aire en zonas inadecuadas
- Con frecuencia son de construcción ligera y poco costosa
- Las superficies interiores están en gran parte recubiertas con material textil (en general, las paredes, los pisos y otros elementos de diseño interior)
- Se caracterizan por ser edificios herméticos en los que, por ejemplo, las ventanas no pueden abrirse

Quienes viven en estos edificios refieren quejas con respecto a su salud en una proporción mayor a la que sería razonable esperar (más del 20%) y las causas son difíciles de identificar, dado que en muchos casos tienen un origen multifactorial.
Es así que, quienes habitan en ellos, pueden presentar un conjunto de signos y síntomas llamado síndrome del edificio enfermo.
Los síntomas más significativos incluyen:
- Irritación de ojos, nariz y garganta
- Sequedad en membranas mucosas y piel.
- Ronquera (disfonías)
- Dificultad respiratoria
- Erupciones cutáneas y/o picazón

- Hipersensibilidades inespecíficas
- Náuseas, mareos y vértigos
- Dolor de cabeza, fatiga mental y física
- Recurrencias de infecciones respiratorias y resfriados
En algunos casos, además, las condiciones habitacionales pueden potenciar la aparición de algunas enfermedades comunes del individuo, tales como sinusitis y algunos tipos de eccemas; en estos casos, los síntomas son más frecuentes por la tarde que por la mañana.
Los contaminantes ambientales pueden ser considerados factores de riesgo, están muy presentes en estas estructuras y su origen puede ser muy diverso. Es importante recordar que los propios ocupantes del edificio pueden ser una de las fuentes más importantes de partículas nocivas, pues el ser humano produce de forma natural dióxido de carbono, vapor de agua, partículas y aerosoles biológicos. Los contaminantes biológicos pueden ser responsables de enfermedades infecciosas y también de alergias (bacterias, virus, hongos y ácaros, entre otros).

En muchos casos, también son responsables de la presencia de otros contaminantes entre los que destaca fundamentalmente el humo de cigarrillo que contiene más de 3.000 compuestos; entre ellos, monóxido de carbono, aldehídos, óxidos de nitrógeno, metales, etc.
El polvo presente en un aire interior está formado por partículas tanto orgánicas como inorgánicas, muchas de las cuales pueden clasificarse como fibras. También los materiales de construcción y decoración del edificio, así como los muebles y demás elementos, pueden ser la causa de la presencia en el aire de compuestos tales como formaldehído, vapores orgánicos, polvos y fibras (asbestos, vidrio y textiles).

Por otra parte, en el caso de los edificios de oficinas, los materiales que se utilizan en las tareas cotidianas y en su mantenimiento, pueden aportar contaminantes al ambiente. Algunos ejemplos son los productos utilizados como correctores, del ozono desprendido por las fotocopiadoras, los biocidas, los productos de limpieza, los desodorantes (químicos) y biológicos utilizados, así como también factores físicos como el ruido y la luminosidad.
No hay que olvidar que, en el caso de los productos químicos, sus mezclas pueden tener efectos aditivos, sinérgicos o antagónicos en el ser humano, y que el conocimiento de estas interacciones es aún muy limitado. Las personas expuestas a estos compuestos pueden presentar el síndrome de hipersensibilidad química múltiple, que es el efecto de ciertas sustancias sobre el organismo cuando la exposición es a muy baja concentración, pero durante períodos prolongados.
Es importante tener en cuenta los contaminantes que proceden del exterior del edificio, como pueden ser los humos de escape de automóviles, el dióxido de azufre o el radón.
* Dra. Stella Maris Cuevas (MN 81701) Médica otorrinolaringóloga - Experta en olfato – Alergista Expresidenta de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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