400 mil dólares de deuda, quince prestamistas y amenazas a su familia: el infierno de un joven ludópata que “no quería vivir más”

Nahuel Erario tiene 28 años y un hijo de once meses, casi la misma cantidad de tiempo desde que está “limpio”. Incursionó en el juego a los trece años y a los 22 ya su adicción no tenía freno. La caída en desgracia de un jugador de futsal que probó suerte en Europa, que perdió el control de su vida por el juego y empezó a sanar cuando pidió ayuda. “Me quise matar porque no aguantaba la presión de deber tanto dinero”, reconoce

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Voces - "Llegué a deber 400.000 dólares"

“Mi adicción me quitó mucho. A mis viejos les decía que iba a entrenar y al técnico que no iba porque estaba enfermo. Me armaba el bolso, salía a las 7:00 de mi casa y me iba al bingo”, confiesa Nahuel Erario, futbolista de futsal y sobreviviente de una de las adicciones más silenciosas y devastadoras: la ludopatía. A los 28 años, con una carrera deportiva atravesada por la compulsión al juego, se anima a contar su historia sin eufemismos, sin romanticismo, con una crudeza que duele y a la vez educa.

“Empecé a jugar a los siete años al fútbol, soñando con llegar a Primera. Y a los 13 arranqué con la quiniela”, recuerda. Desde entonces, las apuestas, el bingo, el casino y las plataformas online se convirtieron en parte de su rutina diaria. Aunque compitió en clubes de futsal como All Boys, Deportivo Español, Barracas y Deportivo Riestra, la enfermedad fue ganando terreno. “A los 18 conocí la ruleta en el casino flotante. Eso fue lo peor que me pudo pasar”.

En los estudios de Infobae, durante una extensa charla, Nahuel recorre su historia: los comienzos en el deporte, la caída progresiva en el juego compulsivo, las deudas que llegaron a sumar 400.000 dólares, las amenazas, la internación, la paternidad y la esperanza. “Estuve a punto de hacer cualquier cosa: vender droga, robar. Me mandaban fotos de la casa de mis papás. Pero logré pedir ayuda y hoy llevo diez meses limpio”.

Esta no es solo la historia de un deportista. Es el testimonio de una recuperación en curso. De un hijo que volvió por su familia. De un joven que, después del abismo, se aferra a una sola consigna: “Un día a la vez. Solo por hoy”.

Nahuel empezó a jugar a
Nahuel empezó a jugar a la pelota a los 7 años y su sueño siempre fue llegar a primera.

—¿A qué edad empezaste a jugar al fútbol?

— A los siete años. Mi sueño deportivo era llegar a Primera y a los 15 debuté en futsal en Deportivo Riestra.

—¿A qué edad y a qué empezaste a jugar?

—A los 13 empecé con la quiniela. Era chico pero tenía un amigo de 19 que apostaba por mí.

—¿La adicción a las apuestas complicó la carrera deportiva?

—Mi adicción me quitó mucho. Jugaba en Deportivo Español en la cuarta categoría, a mis viejos les decía que iba a entrenar y al técnico que no iba porque estaba enfermo. Me armaba el bolso, salía a las 7:00 de mi casa y me iba al bingo.

—¿Tus papás no sabían nada en ese momento?

—Una vez mi mamá encontró unas boletas que guardaba en mi cajón y le dije que eran de un amigo. Ahí ya estaba mintiéndole. Ella y mi viejo me decían: “Esto está hecho para perder”, pero yo no escuchaba.

—Retomo eso que te dijo tu mamá. “Está hecho para perder”. Se puede ganar una, dos, cinco veces, pero en algún momento se pierde.

—Muchas personas llegan por primera vez, como me pasó a mí, y ganan. Entonces la cabeza trabaja y dice “si gano una, puedo ganar otra” y después vas, perdés, perdés, perdés. Hay gente que admiro que se da cuenta de que está hecho para perder, que va, juega un ratito, se divierte y se va a la casa. Para otros se convierte en una adicción.

—¿Cómo seguía tu carrera deportiva en ese momento?

—Tenía ya la ciudadanía italiana y en 2019 me salió una posibilidad para viajar. Tenía 22 años. Acá había dejado de jugar en cancha de 11 y me había metido en el mundo del futsal.

—¿Y en qué clubes jugaste en ese período en Argentina?

—Jugué en All Boys, en Ituzaingó, en Deportivo Español, Barracas, Centro Español y Deportivo Riestra.

—Te iba muy bien en futsal pero la adicción al juego iba creciendo.

—Sí, a los 13 empecé con la quiniela. A los 17 yo entraba en el bingo y ni me pedían DNI. Lo tenía cerca de mi casa. Y a los 18 fui al casino donde conocí la ruleta, que fue lo peor que me pudo pasar.

—Hasta ese momento, ¿sentías que lo manejabas, que estaba mal porque eras menor de edad pero que todavía tenías algo de control? ¿O el control ya estaba perdido?

—Hoy veo que el control estaba perdido, pero a esa edad no te das cuenta de las cosas que estás haciendo hasta no tocar fondo.

Meses antes de la pandemia
Meses antes de la pandemia Nahuel se fue a Portugal a jugar en la tercera de un club de Portugal.

—¿Cada cuánto ibas al casino?

—Todos los días. Y llegué a perder, ir a casa a buscar plata, perder, ir a buscar más plata a casa. Un día hice tres veces el trayecto Puerto Madero - Versalles.

—Ni siquiera esa distancia te enfriaba la cabeza.

—Es parte de la adicción. Pensaba que yo sí le podía ganar al juego. Voy con esto. Pierdo, pierdo, gano, gano. Después decía ´perdí esa plata, necesito recuperarla´. Entonces iba a buscar más a casa. El adicto no tiene control.

—¿Y en ese momento se daban cuenta tus papás?

—No se daban cuenta. Hasta que pasó algo importante que fue una de las primeras deudas que tuve antes de irme afuera.

—¿Cómo fue eso?

—Antes acá las apuestas te las tomaba una persona, te armaba una página y vos jugabas.

—Estamos hablando de juego virtual. Ya no del casino.

—Hablamos de juego online. Una persona me tomaba las apuestas, me hacía una aplicación, yo le daba tanta plata y él me lo ponía en fichas. Esto pasaba hace nueve años cuando acá no estaban las apuestas online. A Argentina llegaron durante la pandemia. Cuando me quedé sin dinero, ellos me dicen que no pasa nada, que como confiaban en mí, me cargaban fichas y les pagaba al terminar la semana. Esa fue una de las peores cosas que hice porque empecé a deber. Fue mi primera deuda.

—¿Te puedo preguntar cuánto debías en esa oportunidad?

—En ese momento, con 19 años, debía 20.000 dólares.

—Es un montón de plata. ¿Te diste cuenta de la magnitud de lo que estaba pasando?

—Mi cabeza pensaba de dónde sacar el dinero.

Nahuel volvió de Europa debiendo
Nahuel volvió de Europa debiendo 60.000 dólares y en un año y medio llegó a vender 400.000.

—Pero no registrabas que tenías un problema. El problema para vos era la deuda, no la adicción.

—El problema era la deuda. No sabía todavía eso. Eso viene después. En ese momento, en la cabeza de cualquier chico que no sabe que tiene una adicción, el problema es la deuda.

—¿Qué hiciste? ¿Hablaste con tus padres?

—Hablé con mis amigos. Llegué a pensar en hacer cualquier cosa para conseguir el dinero.

—¿Cualquier cosa como qué?

—Ya pensaba en hacer cualquier cosa como vender droga, ir a robar, estafar. Porque esa gente me estaba apretando. Me amenazaban.

—¿Te decían que te iban a lastimar?

—Claro. A mí, a mi familia. Me mandaban fotos de la casa de mis papás. La valentía fue hablarlo para que mi viejo tratara de solucionarlo. Creo que la pidió prestada, no sé bien cómo hizo. Y me dijo “yo me llego a enterar de que vos volvés a jugar y a mí no me hablas más”. A veces pagamos una deuda y volvemos a caer, porque los adictos nos olvidamos rápido de dónde venimos y de lo que hicimos.

—¿Qué pasó?

—Seguí jugando.

—¿Tu papá lo supo?

—No. Confiaron en mí porque me enseñaron muchos valores. Después entendieron la enfermedad yendo a JUG-ANON, que eso para familiares de adictos de juego.

¿Te volviste a endeudar con otra gente?

—No me volví a endeudar, pero no podía parar de apostar. Iba tapando agujeros, haciendo malabares con la plata.

—¿Les mentiste a amigos?

—Sí. De eso estoy arrepentido. Perdí muchas amistades por el juego y casi pierdo a mi familia. Eso es lo que más me dolió.

—¿Qué les decías a tus amigos para que te presten plata? ¿Les decías que era para jugar?

—No, porque si no, ellos no me la daban. Los adictos al juego no decimos la verdad, manipulamos a la gente.

—¿Seguiste jugando virtual o ibas al casino?

—En ese momento era todo casino. Las apuestas online ya no me interesaban. Era todo ruleta en el cuarto piso del casino. Me gustaba el ambiente.

"Cuando uno tiene una adicción,
"Cuando uno tiene una adicción, droga, alcohol, ludopatía, lo que sea, no podés hacer nada" explica Nahuel Erario.

Pandemia, aislamiento y ruleta

En enero de 2020, Nahuel viajó a Portugal junto a un amigo para encarar juntos la aventura de hacer una carrera profesional europea. No sabía que dos meses más tarde la pandemia cambiaría la suerte del mundo e iba a profundizar sus problemas con el juego.

—¿Cómo llegó la oportunidad de ir a Europa?

—Yo tenía papeles italianos y mi viejo me consiguió a través de un representante la posibilidad de ir a jugar a Portugal. Me puse a entrenar a full con la cabeza puesta allá durante tres meses y el 18 de enero de 2020 viajé con un amigo para jugar en cancha de 11, en el club Leca de la Tercera División.

—¿Seguiste apostando mientras entrenabas para irte?

—Fueron tres meses de entrenar a full y tener la cabeza en eso. Después llegué a Portugal y estuvo todo bien, hasta que un día se me cruzaron los cables y quise conocer el casino de Lisboa. El primer día gané, como siempre que entrás al casino. Te hacen ganar y ya saben que al otro día vas a volver. Mi amigo me decía “no vayas, no vayas, le voy a contar a tu familia”. Y yo lo manipulaba a él también.

—¿Habías ido a Portugal con un buen acuerdo económico?

—El acuerdo se iba a firmar en marzo. Yo estaba entrenando y cuando ya lo habíamos cerrado, en marzo empezó la cuarentena. Firmé contrato pero no podíamos cobrar porque con la pandemia los clubes estaban todos fundidos.

—¿Y qué hiciste?

—Recurrí a mi familia que algo de dinero me mandaba por lo menos para vivir, para comer. Después me fui a la casa de un amigo en Valencia y pude pasar la pandemia con él. Me duele porque a la familia le debo dinero. Me gustaría pedirle perdón, hasta el día de hoy le estoy pagando. También entendieron lo que es una adicción.

—Se cayó el proyecto por el que te fuiste, que te tenía ilusionado…

—No podía salir de casa y la plata que me mandaba mi papá, me la jugaba con una aplicación. Le pedía a algún amigo y me la jugaba.

—¿Siempre ruleta?

—Siempre ruleta. Una que otra vez, alguna apuesta deportiva, pero donde perdí el dinero fue en la ruleta.

—¿Había algo que pudieras disfrutar en ese momento? ¿Podías compartir una cena, una salida con amigos, un cumpleaños sin estar pensando en el juego?

El juego era mi vida. A veces iba a bailar y estaba jugando a la ruleta, o iba a los cumpleaños y abría la aplicación para jugar. El juego se adueñó de mi vida completamente.

A un amigo de Nahuel
A un amigo de Nahuel los prestamistas le pusieron una plancha caliente en el pecho.

—Estuviste en Europa más de dos años. En ese tiempo, ¿el juego siempre fue en aumento?

—Sí, completamente. Ya tenía la cabeza en cualquier lado. Tenía deudas y pensaba cómo pagarlas. Tuve que volver. Había puesto una estética en Valencia, la tuve tres meses y después la traspasé porque tenía en la cabeza que quería jugar futsal. Pagué un poco de lo que debía y la otra plata me la jugué.

—¿Cuánto dañó tu carrera deportiva la ludopatía?

—Completamente. Cuando uno tiene una adicción, droga, alcohol, ludopatía, lo que sea, no podés hacer nada. En la internación aprendí que si no estás bien, no vas a poder hacer nada.

—¿Cuánto llegaste a deber?

—Y... 400.000 dólares.

—¿Cómo?

—Vas pidiendo, pidiendo, pidiendo, pidiendo y vas tapando agujeros. Fue todo así durante un par de años. Hoy, gracias a Dios estoy en recuperación. Llevo diez meses limpio, sin apostar. Y ojalá sea para toda la vida porque conozco compañeros que hace 20 años o 30 años que no juegan.

—De repente debías 400.000 dólares. ¿Habían aparecido de nuevo prestamistas o cobradores?

—Prestamistas. Se puede decir.

—¿Ellos cobran intereses?

—Claro.

—¿Esa gente también te amenazaba?

—Mientras vos cumplís, no pasa nada.

—¿Qué pasa si no cumplís?

—Y te pueden llegar a amenazar. Te pueden pasar cosas. Yo he visto a mucha gente le pasaron cosas. La lastimaron. A un chico que también tiene un problema de ludopatía que debe mucho dinero, hasta le pusieron una plancha en el pecho.

—¿Eso pasó en Europa?

—No, acá. A veces la gente no entiende que esto es una enfermedad y también que las deudas se pagan. Yo le debía a quince personas y antes de internarme hice una lista con mi familia y a todos, a todos, les dije que les iba a pagar. Hasta el día de hoy estoy cumpliendo.

Nahuel junto a su hijo
Nahuel junto a su hijo de 11 meses.

El tiempo de la recuperación

—Algo que me enseñó un chico que era parte de Jugadores Anónimos es que una vez en tratamiento aprendés que el menor problema que tenés es la deuda, que una vez que estás sano podés pagar.

—Eso es lo que yo no entendía cuando entré a Identidad, que es donde me interné. El problema mío eran las deudas. Hasta me quise matar porque no aguantaba la presión de deber tanto dinero.

—Vamos despacio, ¿volviste de Europa por la situación del juego?

—Claro. Volví porque ya estaba colapsado. Les dije a mi papá y a mi mamá que me quería internar y cuando llegué, el 1° de junio de 2023, mis viejos no sabían de internaciones para tratar la ludopatía. Y me dicen que empiece en un grupo de terapia, yo iba con el teléfono y a veces no prestaba atención. Imaginate lo que te lleva a hacer la enfermedad.

—¿Estabas en el grupo apostando?

—Iba pero no escuchaba. El problema era yo que tenía el teléfono encima, que podía hablar con todo el mundo y que podía saber de dónde sacar el dinero.

—¿Con cuánta deuda volviste de Europa?

—La deuda era en ese momento de 60.000 o 70.000 dólares.

—¿Hiciste algo ilegal?

—Ilegal no. Le debo plata a gente, no sé si es ilegal.

—Me refiero a esas fantasías que a veces aparecían de robar, de vender droga, de estafar.

—Estuve a punto de hacerlo, pero no.

—¿Qué pasó cuando te diste cuenta que la deuda había llegado a 400.000 dólares?

—Me duele decirlo pero en ese momento, los que estuvieron conmigo saben que no quería vivir más. Tenía a mi hijo de dos semanas, pero yo decía o me matan o me mato. Cuando debés plata, es así.

—¿Qué quiere decir no querías vivir más?

—Tenía tantos problemas en la cabeza que quería resolverlo así. Gracias a mi mejor amigo, a mi familia, a mi hijo, estoy acá y puedo contar mi historia de vida, porque fue muy duro.

—¿Te lastimaste?

—No, gracias a Dios, no.

—En el medio te enamoraste.

—Sí, yo ya estaba de novio y en medio de todo esto nace mi hijo Stéfano.

Nahuel da charlas en colegios
Nahuel da charlas en colegios para concientizar sobre los riesgos de la ludopatía.

—Todo el embarazo lo pasaste horrible.

—Y ella también porque también la amenazaron. A veces apagaba los teléfonos, cerraba el Instagram porque me volvían loco.

—¿Tus papás sabían?

—Sí, obvio. Lo que más me dolía era que vayan contra mi papá porque él ya no tenía más dinero. Ya no había forma de pagar.

—¿Cómo manejaron la situación de tener una deuda tan enorme?

—Fue muy duro porque me interné y la gente no sabía dónde estaba. Eso los puso un poco nerviosos porque era mucho dinero. Mi papá me dijo: “Vos internate, las deudas se van a pagar. Vamos a ver cómo hacemos. Yo hipoteco la casa, pero vos me prometés que te vas a internar”. Él pidió plata prestada. Ahora está endeudado, pero con gente amiga. Creo que también hipotecó la casa. Nunca me lo quiso decir.

—En ese momento te internaste y empezó otra vida.

—Sí, los primeros meses me costó mucho, porque estaba todo el tiempo pensando qué le iba a pasar a mi familia.

—¿Pensabas más en eso que en apostar?

—El juego ahí ya no lo tenía porque estaba internado y lo único que pensaba era que no le pasara nada a mi familia.

—¿Empezaste a entender por qué jugabas?

—Que el problema era yo que jugaba, no que tenía deudas. En el programa aprendí que las deudas se pagan, pero que uno tiene que dejar de jugar.

—Me dijiste que en algún momento se sentaron a hacer una lista de toda la gente a la que se le debía plata.

—Eso no lo olvido más. El primer día de la internación, mi papá me dice “vamos a hacer una lista de todas las personas que vos le debés plata”. Anoté todo, todo, todo, todo. Los 400.000 dólares. Había gente pesada y mi viejo tenía miedo. Pusieron gendarmería en la puerta de mi casa. Se puso fea la cosa.

—No era que estabas endeudado porque habías sacado veinte créditos bancarios. Te habías metido con gente muy pesada.

—Como sea, las deudas hay que pagarlas. Pero la gente a veces no entiende que no podés salir a robar para pagarles.

—¿Le agradeciste a tu viejo?

—Obvio, todos los días se lo digo. No sé cómo, pero él sabe que yo le voy a devolver. Estoy trabajando y le voy dando cuotas. Lo que pasa es que todavía no se terminaron de pagar todas las deudas. Él me pagó una parte muy grande. Hay gente que entiende. A veces me quieren apretar, pero no tengo forma de pagar. Tenés que entender o entender.

—¿Tuviste miedo cuando saliste de la internación, después de cuatro meses?

Salí por mi novia y por mi hijo que ya tenía cuatro meses y me estaba perdiendo un montón de cosas. Me puse las pilas y entendí lo que era esta enfermedad.

—¿Hoy estás con algún tipo de terapia?

—Sí. Es para toda la vida la terapia. Una o dos veces por semana tenés que ir. Conozco gente que hace treinta años no apuesta y todavía sigue yendo, porque los adictos nos olvidamos rápido de todas las cosas que hicimos.

—¿La terapia sirve para eso, para ver entre todos? Porque uno ve cosas muy difíciles en los grupos.

—Claro. En los grupos tengo muchos chicos que ayudo, que me hablan. Como te vuelvo a repetir, estoy yendo a los colegios a dar charlas. Porque hay chicos que, como yo a los 13, ya están empezando a apostar. Hoy ves pibes de 16 años que están en la escuela apostando con el teléfono. Y todos piensan que el favorito va a ganar. Es lo que hace la cabeza, ¿no? Y lo que hace la plata también. El dinero genera esa idea de querer ganar plata fácil.

—¿Te sentís bien hoy?

—Si. Mi vida cambió rotundamente, estaba gobernado en un infierno con el juego. Fue terrible. Lo tengo todo tatuado en la pierna. Tengo la ruleta, un billete, las cartas. Acá dice “Un día a la vez. Solo por hoy”. Una frase de mi mamá y mi papá a quienes, si después de esta vida volviera a nacer, una sola cosa le pediría a Dios, que mi papá, mi mamá, vuelvan a ser mis viejos.

—¿Qué significó la llegada de Stéfano?

—Mi hijo me cambió la vida completamente. Aprendo día a día a ser papá. Llegó en el momento justo. Parece que Dios te dice “tomá, empezaste las cosas bien, porque no hay otra cosa”. Mi hijo tiene 11 meses y llevo diez meses limpio.

—¿Hay algo que te parezca importante transmitir?

—Que si alguien tiene problemas con cualquier adicción, pida ayuda, que es muy importante porque si no, con estas adicciones tenemos tres destinos posibles: la cárcel, el hospital o la muerte.

—¿Tenés ganas de retomar el deporte?

—Eso es lo que me gustaría. Pero bueno, es “solo por hoy”.

—Un día a la vez.

—Un día a la vez.

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