Sergio Dalma: “Cumplí 60 años y ahora lloro hasta con los anuncios de la tele, estoy muy sensible”

El cantante catalán, que vendió cuatro millones de discos a lo largo de su carrera, presenta en la Argentina “Sonríe porque estás en la foto”, su álbum más optimista. En un mano a mano, compartió anécdotas, por qué en una época dejó de asistir a fiestas de casamiento y también dedicó unas palabras al público argentino por su fidelidad

Guardar
Sergio Dalma: “Cumplí 60 años y ahora lloro hasta con los anuncios de la tele, estoy muy sensible”

No son sus canciones: es lo que hace sentir. No es lo que dice: es lo que transmite. No es lo que canta: es cómo hace cantar a sus seguidores, ya sea en la multitud de un show, en ese coro espontáneo, como en la intimidad de un hogar, donde se entona por lo bajo. Y no es su voz, es lo que... No, no, perdón. Aquí no. Porque sí, claro que es su voz. Mucho pasa por allí: por la voz de Sergio Dalma, que desde hace 35 años provoca una amalgama de emociones en cada uno de sus temas, a esta altura verdaderos clásicos del cancionero popular, a uno y otro lado del océano.

Porque este catalán de 60 años, que vendió más de cuatro millones de discos en su carrera (que inició con un nombre artístico casi olvidado: por entonces era Axel), encuentra en estas tierras un lugar donde está muy a gusto. Y donde siempre es bienvenido. “Cerrar esta gira en Argentina es el broche de oro”, dice Dalma, entusiasmado por el recital que brindará hoy en el Movistar Arena, luego de haberse presentado en Córdoba y antes de hacerlo en Mendoza y Rosario.

“Es un show un poco diferente al que hacíamos en España porque aquí he recuperado canciones que son más emblemáticas. Y que la gente espera, y que a mí me apetecía recuperar”, le adelanta a Infobae el intérprete de Bailar pegados, que concluye en nuestro país el tour Sonríe porque estás en la foto, nombre de su último álbum, del 2023.

“‘Sonríe’ es una declaración de intenciones, de enfrentarse a la vida con mucho optimismo -dice Sergio-. Siempre he sido más intérprete que autor. He escrito cosas pero te digo la verdad: no tan importantes. Pero el repertorio de este disco estaba prácticamente cerrado y me llaman los autores de ‘Sonríe’ (los también españoles Pablo Cebrián y Conchita). Y cuando recibí la canción pensé que era el mensaje global de lo que habíamos hecho en ese disco”.

—Era un momento del mundo muy particular.

—Era necesario. Cuando dice: “Y si te tropiezas, dale un guiño al suelo”. Si necesitás ese apoyo, ahí está.

—¿Te pasó?

—Sí, claro. La gente, cuando te ve con las cámaras, de gira, dice: “Bah, no le pasa nada”. Y muchas veces a lo mejor estás llorando por dentro, pasándolo mal, pero tienes que salir al escenario y poner buena cara por aquella persona que ha pagado un ticket y necesita que tú le hagas ese momento feliz. Esos momentos sí que pasan. Y también recurro a la música: puedo escuchar una canción que me anima.

Sergio Dalma con Tatiana Schapiro
Sergio Dalma con Tatiana Schapiro en los estudios de Infobae (Candela Teicheira)

—¿Cuándo entendiste que, con tu voz y tus canciones, te habías convertido en un clásico?

—A los 50 y pico ya te das cuenta de que los chavales, los artistas jóvenes, te ven como un tipo que ha vivido todo tipo de situaciones. Hay un bagaje de experiencias, de canciones, de repertorio. De pisar una serie de escenarios. Y al final, pues han pasado los años y te has convertido en un superviviente porque has vivido la música en muchos formatos, en muchas etapas, y todo ha cambiado mucho porque la sociedad también ha cambiado.

—Con tus canciones, ¿formaste más parejas o acompañaste más separaciones?

—Un amigo mío, periodista, me hacía mucha gracia porque decía que hacían falta canciones como “Bailar pegados” para que suba el índice de natalidad, porque en España estamos muy mal (sonríe). Espero que haya estado en momentos importantes de la vida de la gente. A veces una separación puede ser importante, ¿no?

—También has acompañado parejas muy enamoradas de infidelidades. Has estado en todas...

—Uno ha entrado en la vida de todo el mundo. Bueno, yo no tengo la culpa. ¿O sí? No lo sé.

—¿Te cuentan anécdotas?

—Sí. Siempre. Hubo una vez algo que me afectó muchísimo. Una fan que yo tenía hacía unos años era muy jovencita y falleció. Y antes de fallecer les pidió a sus padres que la enterraran con todos mis discos. Y dije: “¿Cómo puede ser que sea tan importante para alguien?”. Esas cosas me afectan mucho.

—¿Qué te pasaba las primeras veces que escuchabas en la radio una canción tuya?

—Me emocionaba mucho. Me sigue emocionando.

—¿Con qué tema fue?

—”Esa chica es mía”.

—Es la que la canción que lo cambia todo.

—Sí. Ahí pensé: “Bueno, se cumplió mi sueño”. Porque claro, yo cantaba con las orquestas y luego estuve cinco años cantando jingles para radio y televisión. Surgió la posibilidad de empezar a hacer unos demos y en uno de esos demos estaba “Esa chica es mía”. Y de pasar a llamarme Josep Capdevila, mi verdadero nombre, a Sergio Dalma, fue una serie de cambios, y decir: “Bueno, ¿y ahora qué pasará?”. Pero cada vez que saco un nuevo trabajo y suena en la radio o la gente la canta por primera vez en los shows, me sigue emocionando. Y recuerdo de ir por la calle y escuchar que a lo mejor alguien cantaba ese jingle, y yo decía: “¡Qué bueno! ¡Están cantando mi jingle pero no saben que soy yo!”.

Sergio Dalma se presenta hoy
Sergio Dalma se presenta hoy en el Movistar Arena (Candela Teicheira)

—¿Sobre qué hiciste jingles?

—De todo: ropa interior, refrescos. Los hacía en catalán y en castellano.

—¿Hiciste jingles de políticos?

—Hice de algún partido político. Más que nada de bulto, de coros.

—Cuando empezaste a cantar, ¿te daba miedo el escenario?

—Y ahora todavía...

—¿Todavía?

—Es increíble. Creo que es por un respeto tan grande que uno tiene hacia el público y hacia sí mismo: tú tienes que salir allí y siempre dar el máximo de ti, el 100%. A veces tengo ese defecto: ser demasiado exigente.

—¿Te acordás el peor show de tu vida? A todos nos sale mal a veces...

—Creo que nunca ha habido un show que digas: “¡Qué horror!”.

—¿Nunca te quisiste ir, por lo menos?

—No. Y me han tirado de todo... Tomates, piedras, ropa interior. Si te digo la verdad, prefiero la ropa interior, que duele menos... Pero así fue.

—¿En qué situación?

—En los inicios, en España, cuando se hacían conciertos y muchos eran gratuitos: no había esa costumbre de pagar un ticket para ir a un show. Y claro, ahí entraba todo tipo de público. Y tiraban de todo. Pero bueno, todo es un aprendizaje.

—”Esa chica es mía” va a estar en todos los shows en Argentina, porque si no la gente no te va a dejar retirar...

—Y también “Bailar pegados”, “Galilea”, “El mundo”. Hay canciones que nunca he podido dejar de cantar.

—¿Te hartaste alguna vez de ellas?

—No. Sería muy injusto esquivar cantar estas canciones porque son mi esqueleto. ¿Qué es lo que pasa? Que con los años las interpreto de otra manera. Y son tan actuales como las de este último trabajo.

—¿Pero nunca dijiste: “Basta, no me pidan más ‘Bailar pegados”?

—No. Es que yo me sigo emocionando cantándola porque se crea una comunión con el público que es inexplicable. Notas el brillo de la gente cantando y dices: “¿Qué tendrá esa canción que ha enganchado tanto?”. Cuando yo la estaba grabando, ni mucho menos me imaginaba que podría tener esa trascendencia. Y los directivos de la compañía dijeron: “Oye, vamos a ver si llega a representar a España en el Festival de Eurovisión, en el 91″. Yo dije: “¡Están locos! ¿Cómo van a presentar esto si me van a decir que no?”. Tuve la oportunidad de ir con esa canción y hubo un antes y un después en mi carrera, con esa participación y con esa canción.

—¿Pero mientras la grababas, no pensaste nunca que eso podía suceder?

—Eso nunca se sabe. Además, yo no tengo muy buen olfato. A veces me dicen: “Oye, ¿con qué sencillo salimos con este disco?”; “Con este”. Y me dice: “No, no, Sergio, déjalo ya. Nosotros nos encargamos...”.

—Tus amigos, tu gente querida, tu pareja, ¿te piden en la intimidad: “Cántame”?

—No, ya no. Fuera del escenario soy poco cantante. No canto mucho. De hecho, hubo una época que ya dejé de ir a las bodas, a los matrimonios. Tengo una anécdota. Una vez voy a una boda y claro, la gente ya había bebido: “Bueno, cántate algo”. Y dije: “Yo tengo el auto estropeado y tú eres mecánico, ¿y yo digo ‘Arréglame el auto’? No, no”. Pero si yo voy a un sitio y me siento a gusto, sin que nadie me pida, luego salgo y canto. Pero porque no tengo esa obligación. Y me siento a gusto, ¿sabes?

—¿A la hora del amor, tampoco?

—No, sería imposible. Incluso no puedo escuchar música si tuviera que... Porque por deformación profesional, tu cabeza se te va a lo que estás viendo.

—¿Pero te han pedido “Cántame un poquito”?

—Sí.

—¿Y decís que no?

—No.

—¿Qué temas sociales te interpelan? ¿Qué cuestiones te importan y te atraviesan?

—Bueno, el maltrato infantil que está habiendo. Yo me pronuncié el 8M, pero a diario: tengo un equipo que todas son mujeres y yo quiero ser una más, porque en ese aspecto se ha avanzado pero se tiene que seguir avanzando. Cumplí 60 años y ahora ya lloro hasta con los con los anuncios de la tele, estoy como muy sensible. Pero me gusta esa sensibilidad: creo que se echa en falta hoy en día. Quizás estamos tan abstraídos con las redes sociales y hace falta eso: mirarnos más a los ojos y ser un poco más sensibles, creer un poco más en el amor.

—¿Cómo nace esa colaboración con la Konga en “Yo no te pido la luna”?

—Eso fue muy divertido. Cuando pisé Argentina por primera vez, hace 30 y pico de años, la primera ciudad que visité fue Córdoba. Y me sorprendió el movimiento del cuarteto: me encantó. Pero nunca estuvo la posibilidad de hacer nada. Y cuando llega ese ofrecimiento de la Konga, dije: “¡Por supuesto que sí!”. En ese aspecto soy como muy loco: “Venga, vamos a probar, sin que nunca pierdas tu estilo y tu esencia”. Y lo pasé muy bien. La gente lo recibió bien. Y ellos son bárbaros.

—Seguidoras y seguidores: ¿se te han enamorado mucho? ¿Te han declarado mucho su amor?

—En muchas radios hay gente que me espera. Mira, yo estuve 15 años sin pisar la Argentina porque entré en una compañía discográfica que no contaba conmigo. Y después de tantos años entro a formar parte de una nueva compañía y sacamos “El mundo” en la tira de Dulce Amor. Y volví otra vez a la Argentina. ¡Tú sabes lo que era llegar al aeropuerto y reencontrarme con aquella gente que, 15 años antes, me había despedido en ese aeropuerto! Fue de no creérselo... ¡Esa fidelidad del público! Porque con la música, la gente va cambiando de gustos y te deja. Pero yo tuve un público muy muy muy fiel durante todos estos años.

—¿Nadie que haya cruzado la línea y se haya obsesionado, volviéndose un problema?

—Hubo una vez, cuando yo estaba casado con la mamá de mi hijo, que una persona estaba como obsesionada. Y nos tuvimos que alejar un poco porque había ahí un poco de violencia en esa persona.

—¿Qué hacía?

—Una vez detectaron que tenía un arma blanca, y a lo mejor hubiera podido hacer algo. Fue un poco grave. Pero normalmente, no: la gente siempre ha sido muy respetuosa y cariñosa. Creo que recibes lo que das y siempre he intentado eso: ser cariñoso con el público. Porque si ahora estoy aquí sentado, después de 35 años, también es porque ellos han estado ahí.

—¿En ese momento hicieron la denuncia?

—Sí, sí, hicimos. Y por suerte se desvaneció. Pero a veces da miedo porque nunca sabes hasta qué punto esa obsesión se puede convertir...

—Durante un show, ¿puede pasar que alguna vez te enganches con un determinado público y le digas al equipo: “Sigamos un poquito más”?

—Alguna vez pasó. En España, ya habíamos terminado, la gente se estaba yendo del show y los técnicos estaban desmontando los cables y todo. Y le digo al pianista: “¿Cómo era esa canción que hicimos en la prueba de sonido?”. Salimos, nos animamos, y empezamos a tocar a piano y voz. La gente no entendía nada y volvía a entrar. Fue muy divertido. Luego lo hicimos en dos o tres shows.

—Porque hay algo, como un código establecido: el artista canta una cantidad de temas, se despide, y nosotros pedimos “¡otra, otra, otra...!”.

—Pues mira, acabas de decir algo muy importante: muchos de los artistas de la nueva generación no hacen el bis. Y yo soy partidario del bis. Es bonito.

—¿Tenés amigos en Argentina?

—Sí.

—¿También son músicos?

—Tengo muy pocos amigos músicos. Tengo pocos amigos de la industria. Me llevo bien con todo el mundo, pero decirle a alguien “amigo”... Eso es algo muy grande y muy importante.

—¿Qué le decís a ese chico que a los 16 empezó con la orquesta, que siguió con los jingles, y que un día se escuchó en la radio con “Esa chica es mía”?

—Bueno, ese era un loco que salía al escenario. Yo cantaba en salas de fiesta un lunes y a lo mejor eran dos o tres parejas en esa sala. Pero salíamos a cantar con ilusión, como si fuera delante de un estadio. Y ahora a veces salgo, estoy delante de un estadio, y digo: “Piensa que vas a cantar para esas dos o tres parejas”.

—¿La ilusión está?

—Intacta. Vivo de la ilusión y de la emoción.