"Periodista aventurera. Profesora de yoga y resiliente“. A la hora de definirse profesionalmente, Patricia Maldonado resume las dos etapas de su vida: antes y después del Parkinson, la enfermedad que le diagnosticaron hace siete años. “Desde niña me gustó la aventura, las movidas atrevidas y ser un poco desubicada, amorosa”, amplía con una sonrisa, atando los cabos en apariencia antagónicos, pero que se conectan a partir de una personalidad a prueba de todo.
Desde muy chica también supo que quería ser periodista. Desde los cinco años, para hablar con precisión, cuando entrevistó a su abuelo paterno, como parte de un juego que se volvió costumbre. Hoy ya no se dedica de manera formal al oficio, pero siente que esa curiosidad la acompaña en cada uno de sus pasos. “Me gusta entrevistar, todo el tiempo estoy sintiendo qué le pasa al otro”, amplía, sintiéndose cómoda también en el rol de entrevistada.
Antes de que su vida cambiara para siempre, trabajó veinte años como productora periodística en Cuatro Cabezas. Viajó por el mundo, hizo documentales de sexo, de política, de policiales, de salud. Hizo de todo, hasta que en un momento dijo basta. “Sentí la necesidad de cambio, de búsqueda de nuevos espacios. Me fui para la tecnología de la educación. Y después vino el Parkinson. Y ahí cambió todo. Quedé cul... al norte”. dice, con el poder de síntesis y ese permanente guiño humorístico que va a mostrar durante toda la entrevista.
Con una claridad y autoconvencimiento que no suena forzado, Patricia va a contar cómo pasó de sentirse sin fuerzas en una bañadera con pocas ganas de vivir, a decretar que su enfermedad tiene cura. O al menos, reparación. Para ello, destaca la importancia del trabajo en grupo y entre pares, para ayudar y ayudarse. Propone un esfuerzo cotidiano para dejar atrás los síntomas del pasado y modificar hábitos para transitar el día a día de la mejor forma posible. Y concluye en que siempre hay un mañana mejor.
Luis: —¿Cuándo escuchaste por primera vez la palabra “Parkinson”?
Patricia: —En julio del año 2018. Fue como nos pasa a todos. El médico de una ART me dijo “señora, usted tiene Parkinson. Va a ir a peor, con más medicación, no tiene cura, búsquese un doctor”. Era invierno, bajé y me compré unos sandwiches de miga y me senté en la plaza frente al Ministerio de Educación y me pregunté qué podía hacer con eso. Yo no sabía qué era. Y al toque me cayó la figura de ser profesora de yoga, que es lo que soy ahora. Y trabajo con personas con Parkinson.
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Luis: —¿Habías tenido síntomas por los que ibas a un médico a tratarte antes?
Patricia: —Sí. Lentitud, la mano izquierda complicada. Pero todo es muy confuso. Estuve tres años buscando el síntoma y el diagnóstico y no sabés qué te pasa. Si es la menopausia, una contractura, estrés. Y después estuve tres años más para aceptarlo.
Luis: —Y qué bárbaro que un médico de una ART, que suelen ser los que dan o no licencias, sea el que dio con el diagnóstico.
Patricia: —Fue mágico porque te alivia también, te ordena, te obliga a encararlo, pero lleva mucho tiempo aceptarlo. Y es complejo porque te asusta.
Luis: —Me sorprende la palabra que usas. “Fue mágico porque te ordena”.
Patricia: —Sí. A mí me dio excusas para decir “ahora tengo licencia para vivir la vida”. Para disfrutar, para hacer lo que quiero, viajar, estar con mis hijos, ser feliz.
Luis: —¿Vos dirías que el Parkinson te dio la libertad para ser feliz?
Patricia: —Sí, es loco... ¿Puedo decir una hipótesis escatológica?
Luis: —Podés decir lo que quieras.
Patricia: —Es un montón de mier... gigante. Entonces dije, o me hundo en la mier... o la hago compost. Yo elijo hacerla compost y trabajo para que la gente sea feliz aún con Parkinson. Porque se puede. Duele un montón. Es difícil. Te da miedo, pero se puede. Hay que buscar el propósito, el objetivo de la vida, porque es lo que te rescata y te da fuerza. Y yo quiero hacer feliz a la gente con Parkinson a través de los bailes, del yoga y de la música.
Luis: —¿Me dejas que te robe esa imagen? Porque, aunque sea escatológica, me parece de lo más bello que he escuchado. Te enfrentaste a un montón de mierda y dijiste “o me zambullo, o la hago compost”.
Patricia: —Sí, me llevó tres años.
Luis: —¿Sola o con ayuda?
Patricia: —Si vos no lo sentís al otro, no hay nadie que te pueda ayudar. Estaba en la cama sin poder moverme. Babeada, muerta en vida. Si hablo de eso, se me va la voz. No sabía el camino indicado, ni cuál era la medicación indicada. Entonces me dije “si esto lo comparto con vos, voy a poder aprender, sanar y reparar”. Y me creo desde el principio que esto se repara, esto se remite, porque así como un día me enfermé, me puedo sanar. No importa que no pase, me lo creo todos los días. Hoy me curo. Y eso me anima a vivir en paz, feliz y contenta. Aún cuando no puedo moverme, o estoy nerviosa, siento que esto se repara. Y que yo tengo el poder para repararlo.
Luis: —No sé si es correcta la pregunta, pero la hago igual. ¿Qué es lo que más extrañas antes de los primeros síntomas?
Patricia: —La valentía de salir a la calle sola, porque con Parkinson te da miedo salir solo, y buscás a alguien. Pero siento que el humor está por delante de todo y la vida es más fácil. Si me pasa algo en la calle, busco un musculoso que me ayude.
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Luis: —Te da una mano, y de paso...
Patricia: —(risas) Siempre fui muy sexual, muy apasionada y muy libre. Entonces podés mantener la naturaleza pero con esta capacidad diferente. Y a veces extraño conducir, ir por la ruta sola en el auto. Eso ya no lo hago porque me estresa, me cansa, pero me gusta ver videos de cuando podía hacerlo.
Luis: —Estás bajo tratamiento médico siempre. ¿Qué te dice el médico sobre cómo va a transcurrir tu vida?
Patricia: —Es un momento muy importante en la medicina integrativa, del doctor (Sebastián) La Rosa, que dice que entre el síntoma y la medicación hay un montón de cosas. Ahí están la nutrición, el ejercicio, lo que sentimos. Para la medicina integrativa, el Parkinson viene de los intestinos, y sube al cerebro por el nervio vago.
Luis: —Ahora hay mucha difusión acerca del primero o segundo cerebro que está en los intestinos.
Patricia: —Todo empieza en la panza, somos lo que comemos. Agrotóxicos, comida de mentira, estrés crónico, constipación, gaseosas, azúcar, gluten. Todo eso te puede provocar Parkinson, Alzheimer. Entonces encontré en la medicina integrativa mi camino de reparación más profundo, porque trabajan con medicación común y suplementos. Y eso es lo que te repara la medicación como para que no tengas tantos síntomas. Mi doctora es integrativa, vive en España, y trabajamos con suplementos, con nutrición, con pensamientos, con ejercicios, con todo. Y eso es más reparador. Yo puedo moverme ahora porque estoy en ese tratamiento integrativo más amplio. No es solo la pastilla y la droga.
Luis: —Cuando te enfrentaste a esa montaña de materia fecal... ¿Tuviste miedo?
Patricia: —Sí. Cuando casi me ahogo en la bañera de dos centímetros, le dije a mi hermana “basta, dormime”. Es insoportable afrontarlo. Pero insisto Luis, la clave es preguntarte cuál es tu propósito con Parkinson. Hacer un grupo de Parkinson en tu pueblo, hacer el jardín para los parkinsonianos, dar clases de inglés para los parkinsonianos, de yoga. Hacer comunidad con los pares, así te identificás y podés ser más efectivo.
Luis: —Y tu propósito en la vida es ese.
Patricia: —Sí, hacer yoga con todas las personas que tenga para hacerlas bailar y hacerlas reír, porque eso es parte de la medicina. A veces me pregunto “¿cuál es la medicina que no tiene forma de pastilla?" Son los abrazos, hacer el amor con pasión, el ejercicio, los mimos, el amor, los besos, la música, todo eso es re medicina, no tiene forma de pastilla, pero te hace efecto.
Luis: —Hablale a un recién diagnosticado de Parkinson, que siente que no va a poder.
Patricia: —Yo también tengo Parkinson, como vos. Duele mucho. Te vas a poner triste y tu familia no te va a aguantar, tus amigos no te van a ver, va a ser dificil. ¿Pero sabés qué? Escribirme a mi Instagram y yo te ayudo a que estés bien; porque si vos le ponés actitud, humor, paciencia y coraje, va a ser el recurso más poderoso para que tengas una vida feliz. No más problemas, no más excusas para vivir. Es tu tiempo para, a través de esta enfermedad, buscar tu identidad de tratamiento, cuál es tu forma de curarte. y buscar tu propósito. Yo te ayudo. Ese es mi trabajo.
Luis: —Y ahora hablale a la esposa, al esposo, al papá, a la mamá, que se asustan, que no saben. La ignorancia da mucho miedo. Háblale a ese grupo familiar.
Patricia: —Bueno, si vos sos pareja, hijo, amante, vecino, padre, madre, tío, familiar de una persona con Parkinson. Primero, es normal que estés triste, enojado, que te moleste, que no sepas qué le pasa, y así hasta que te canses. Ninguno tiene la culpa de lo que pasa, pero es importante que hagas terapia, que busques un grupo de apoyo para descargar esa angustia. La familia no es enfermera, tenemos que buscar personas que nos atiendan y nos ayuden, porque si no uno se cansa. Dale muchos abrazos y muchos besos, y decirle que es lindo, que es poderosa, dale toda esa fuerza. Y cuando te caigas o te pongas triste, buscá un amigo, un terapeuta que te permita hacer esa descarga para estar bien frente a tu familiar, porque si no, se va a poner triste.
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Luis: —Te escuché decir que tu hipótesis es que el Parkinson nace de este primer o segundo cerebro que son los intestinos. ¿Qué dice la ciencia sobre el origen?
Patricia: —Por lo que investigué estos siete años de diagnóstico, creo en la hipótesis de la neurología integrativa. El Parkinson se desarrolla como una enfermedad inflamatoria, que empieza por agrotóxicos, la comida, estrés crónico, constipación, nervios, traumas. Es una fusión entre lo que respiramos, comemos, sentimos y vivimos. Se construye a lo largo de los años, mucho antes del diagnóstico. Tiene más de cien síntomas, motores y no motores. Y es una enfermedad que trae complicaciones a nivel mental y físico. ¿Entonces, cómo se repara? Haciendo el proceso inverso, un rewind. Cambiar la nutrición, los hábitos de consumo, el ejercicio físico, la actitud, el humor, las emociones. Soltando las angustias, las furias, los enojos, los reclamos. Parece fácil decirlo, pero es muy complejo y lleva tiempo. Lleva mucho tiempo.
Luis: —El diagnóstico fue en 2018. Lloraste mucho en estos siete años?
Patricia: —Sí, a full. Y sigo llorando... (se emociona).
Luis: —¿Puteaste mucho?
Patricia: —Sí, también. Es normal tener miedo a que no te quieran, porque es muy visible. Y los amigos se van y la familia se aleja. Es un proceso de soledad fuerte, y hay que poder estar solo con Parkinson. Pero hago este ejercicio: me levanto a la mañana y antes de poner los pies en el piso, digo “soy épica. Soy diosa. Soy Ave Fénix. Soy todas las mujeres y puedo con esto". Entonces pongo música de los 80 y arranco.
Luis: —Sos épica, poderosa, todas las mujeres. Wonder Woman... ¿Te bancás un piropo?
Patricia—Sí, a full.
Luis: —Bueno, primero te dije uno afuera, que sos guapísima. Pero creo que sos la primera persona que veo que, emocionada desde el alma, llorando, no pierde la sonrisa. Sos como un oxímoron, una cosa extraña.
Patricia: —Sí, porque en yoga la sonrisa afloja el cuello, la garganta y genera serotonina, endorfinas. Aunque no lo sientas, sonreí, eso te cambia. Un abrazo cura a full. Un abrazo sentido y sensual, mejor.
Luis: —¿Y estamos bien ahí?
Patricia: —Mirá, es muy gracioso, porque la medicación que te dan, te provoca compulsiones: por el sexo, las compras o el juego. Estoy como una adolescente, como si tuviera 15 años. Quiero garch... todo el día, me calientan todos. Mi amiga me dijo que no hable esto con vos, pero no está mal, ¿verdad?
Luis: —Está súper bien... ¿qué le pasa a tu amiga que se puso la gorra?
Patricia: —Me dice que si hablo de eso cómo lo voy a enseñar como profesora de yoga... Soy profesora de yoga erótica y trabajo con esa energía. Es mi medicina, el erotismo. Entonces estoy muy, muy adolescente. Y si el amor sin Parkinson ya es complejo, con Parkinson es un desafío. Pero busco gente sensible.
Luis: —Me gustó esta frase también. El amor es complejo sin Parkinson. Con Parkinson, un toque más.
Patricia: —Sí, a algunos les genera cierto morbo de cómo será esta mujer con Parkinson en la cama... Yo soy una leona, ahí soy rápida (risas). A otros les da miedo, piensan a ver si se me desmaya, si le pasa algo.
Luis: —Bueno, la ignorancia genera miedo. El miedo genera el alejamiento del otro.
Patricia: —Sí, entonces busqué personas con Parkinson. Soy la enfermera del amor.
Luis: —En algún momento, Patricia, dijiste. ¿Por qué a mí?
Patricia: —Sí. Me da bronca que no me di cuenta antes de comer diferente. Por eso, digo que coman sano. Yo no voy más al supermercado. Luis. Compro en ferias, en los proveedores de mi barrio. Hagan ejercicio. Dejen la furia, las broncas, los enojos, las angustias, la paja mental. Hay que soltar, porque eso te enferma. Yo no me di cuenta antes, por eso quiero ser comunicadora de este tema, porque me parece hermoso. Y porque cambiar los hábitos de consumo y de sentir es la mejor prevención.
Luis: —A veces pienso que no está bueno que tenga que pasarnos algo para darte cuenta de que sos libre. Para ser feliz, como dijiste al principio.
Patricia: —Obviamente. Y todas las cosas que nos preocupaban durante el día. ¿Viste? Son todas boludeces. Son cosas menores.
Luis: —¿El sistema de salud está preparado para el Parkinson?
Patricia: —No, y aprovecho para mandarles mando un abrazo gigante a los tres grupos de Parkinson en todo el país. Está faltando medicación, están faltando médicos, están faltando espacios de contención. Está faltando mucho en Argentina. Hay gente del interior que está sola, en el sur, en el norte. Invoco a la comunidad médica científica, a la comunidad provincial, municipal y nacional que ayuden a las personas con Parkinson que están solas.
—Y sospecho que como muchas enfermedades están mal diagnosticadas, te deben tratar por otra cosa hasta que alguien dice.
Patricia: —Sí, o te sobremedican. Hay muchos neurólogos que te enchufan medicación muy fuerte que te hace bien por un tiempo. Después vienen los síntomas secundarios y te querés matar. Entonces yo lo que sugiero es que empiecen con dosis pequeñas, con un buen médico integrativo para que los suplementos sean los que contemplen la reparación más profunda.
—¿Qué suplementos aparte de los abrazos y los besos?
Patricia: —Omegas. Porque el cerebro es grasa, vitaminas. Mucuna, que es una legumbre; la cúrcuma con pimienta negra es un antinflamatorio tipo Ibupofreno; el té verde es antioxidante. Investigá, buscá a ver qué te hace bien. Hay yuyos, especias, comida. Está todo ahí, a mano, y es más barato que el medicamento.
Luis—Sabemos que el Parkinson no se cura.
Patricia: —Te dicen que no se cura. Quizás estoy fingiendo demencia, pero no me creo que no se cura. No me importa si no pasa. Yo creo que se cura. Me lo creo todos los días.
Luis: —¿Se repara?
Patricia: —Se repara, se frena, se revierte. Sé que nunca voy a ser la misma, porque nunca los que tenemos Parkinson somos los mismos. El cuerpo es como un árbol, que va cambiando y no reniega de la vejez. Algunos dicen que es una enfermedad, pero la vejez es hermosa. Me parece que si uno tiene la actitud de la comida, el ejercicio y las emociones, todo se puede revertir.
Luis: —Pero tengo la impresión, escuchándote, que estuviste en un momento difícil, y que pasaste de estar peor a mejor. Hay un mejor mañana.
Patricia: —Es mejor todos los días. Y cuando me pongo triste por algo, sé que va a pasar. Hay que buscar tus terapias, tus redes y tu identidad de cura. Porque no todos tienen el mismo camino. Hay gente que hace tango, ping-pong, golf, según la personalidad de cada uno.
Luis: —Esta noche, cuando cene con la familia, voy a contar que estuve con Patricia, que tiene Parkinson y me dijo algo que me gustó mucho. Que mañana es mejor.
Patricia: —Siempre. Y si pasa algo que no te gusta, será pasado mañana. Y yo vivo la vida como si hoy fuera el último día.