Fernando Gamboa es un exfutbolista y actual entrenador argentino. Comenzó a jugar en un club de la localidad de Arteaga, en la provincia de Santa Fe, antes de ser reclutado para las divisiones juveniles de Newell’s Old Boys. Allí, bajo la tutela de Marcelo Bielsa, ganó dos campeonatos y fue subcampeón de la Copa Libertadores 1992. Su carrera como jugador lo llevó a equipos como River Plate, Boca Juniors, Real Oviedo, Colo-Colo y Grasshoppers de Suiza, entre otros, hasta retirarse en Argentinos Juniors en 2004 debido a una pubalgia.
En el ámbito internacional, fue convocado en varias ocasiones a la Selección Argentina e integró el plantel que ganó la Copa América 1991 en Chile. Sin embargo, una lesión lo dejó fuera de la edición de 1993. Tras su retiro, participó en el Showbol junto a Diego Maradona antes de iniciar su carrera como entrenador en las divisiones juveniles de Boca Juniors.
Su debut como director técnico en Primera División fue con Newell’s Old Boys en 2008. Posteriormente, dirigió equipos en Argentina, Chile, Paraguay y Perú, entre ellos Chacarita Juniors, Colón, Gimnasia y Esgrima de Jujuy, Agropecuario y Rangers. Aunque enfrentó desafíos y destituciones, también tuvo logros significativos, como salvar a Sport Boys del descenso en 2023.
A lo largo de su trayectoria, tanto como jugador como entrenador, ha mostrado resiliencia y una pasión constante por el fútbol. Actualmente, es reconocido por su capacidad para liderar equipos en momentos críticos y por su contribución al desarrollo de jóvenes futbolistas.
Leo: — ¿Qué queda después del fútbol profesional?
Fernando: — Lo que queda es poder levantar el teléfono hoy o mandar un mensaje y hablar con los chicos de Newell’s, que fueron mis compañeros de batalla y que hemos logrado tantas cosas juntos: tres torneos, finales de Copa Libertadores. Del mundo del fútbol quedan amigos, como el Turco Mohamed, el Cholo Simeone, Gabi Amato, el Pelado Almeyda, que lo amo. Pasa el tiempo y por ahí no te hablás porque cada uno está en su historia. Pero si te los encontrás, es como si hubiera sido ayer.
Leo: — El deporte genera una amistad y un cariño para siempre.
Fernando: — Sin dudas. Yo soy muy afectuoso, muy demostrativo. Tengo 54 años y me muevo por el corazón. Soy demostrativo también con la gente en la calle cuando te paran y te piden una foto. Es un orgullo enorme que te pase eso.
Leo: — En su momento contaste que cuando dejaste el fútbol estuviste muy deprimido.
Fernando: — Sí. Yo amé profundamente ser jugador de fútbol y hoy amo ser entrenador. Creo que hasta el día que Dios decida que me tengo que ir de la tierra, a mi corazón le va a faltar algo desde que tuve que dejar de jugar a la pelota. No quiere decir que hoy quiera volver a jugar, pero sí me falta algo.
Leo: — Nada va a superar esa experiencia.
Fernando: — Es lo máximo que me pasó en mi vida dentro de una profesión, hablando deportivamente. Obviamente, en mi vida lo más importante son mis hijos. Pero no pude asimilar el retiro y creo que fue así porque no lo planifiqué, no me di cuenta, no me enteré. De un día para el otro estaba jugando a la pelota y después ya no estaba jugando más.
Leo: — ¿Qué te pasó?
Fernando: — Con 33 años me había ido a Grasshoppers en Suiza y la verdad que nos fue estupendo y salimos campeones. Salir campeón en Europa, jugar una partecita de La Champions, la UEFA, eran sueños que en esa época no eran tan sencillos. Hoy es mucho más accesible porque los chicos se van antes. Después de dos años volví de Suiza y me llama Checho Bastista para ir a Argentinos Juniors y obviamente le dije que sí. Estuve un par de partidos bien y de un momento para otro me agarra pubalgia. En mi vida nunca había tenido nada. Estaba en mi casa, no me podía dar vuelta, tosía y me dolía, iba al entrenamiento y me infiltraba. Hasta que en un momento no soporté más y hablé con Luis Segura y le dije: “Tenemos que rescindir el contrato” y él me dice: “¿Por qué?”. “¿Cómo por qué? Porque no juego y yo vine a jugar o por lo menos a intentar competir para jugar, pero así yo no puedo. Me estoy llevando el dinero del club y no está bueno”, le respondí. Lo digo desde la humildad absoluta, pero yo desde los 16 años, durante toda mi carrera, jugué siempre, entonces me sentía en un lugar incómodo porque no estaba dando mi parte.
Leo: — Sentías que estabas estafando al club.
Fernando: — Sí, en mi cabeza sentía eso. Luis me dijo dos veces que no y le dije: “Si yo me curo, vuelvo”. Rescindimos el contrato e increíblemente a los 20 o 25 días ya estaba trotando otra vez y al mes estaba jugando a la pelota con amigos y se me había ido la pubalgia. Me llevaron de un especialista que sabía muchísimo sobre el tema. Esto pasó entre octubre y noviembre de 2004 y esperé al mercado de pases de diciembre. Ahí se me presentan tres alternativas y en las tres opciones los clubes tenían posibilidades de irse al descenso y yo no quería terminar mi carrera e irme al descenso o correr el riesgo de irme. Dos se fueron al descenso mientras yo lo analizaba, se terminó el mercado de pases y dije: “En junio, en el siguiente mercado, lo veo”. Cuando llegó junio no tuve más donde jugar, literal.
Leo: — Te quedaste sin club.
Fernando: — Entonces, de un momento para otro sin darme cuenta se me acabó el fútbol. Cuando me cayó esa ficha y me sentí en casa, más allá de la familia, de mis hijos, caí en un grado de depresión tremendo.
Leo: — ¿El grado de depresión lo sentiste vos o fue un diagnóstico médico?
Fernando: — No, fui al psicólogo, psiquiatra, todo, porque yo quería estar bien. Tenía 35 años y sentía que estaba partido al medio. Mis hijos eran chicos y necesitaba ser papá porque, de hecho, no lo había podido ser durante un montón de tiempo por mi profesión.
Leo: — Y me imagino lo complicado que se te hacía con la depresión.
Fernando: — Yo no salía de mi habitación. A veces me tiraba hasta abajo de la cama.
Leo: — ¿Cuánto tiempo estuviste así?
Fernando: — Como mínimo un año o un año y pico. No podía salir, no sabía cuál era el camino, no veía la luz por ningún lado.
Leo: — ¿Y cómo pudiste superarlo?
Fernando: — Lo de Showbol me rescató porque empecé a salir de casa, a socializar otra vez y era hermoso porque tenías que haber jugado en una Selección mayor porque sino no podías jugar ahí. Con Armado (Diego Maradona) a la cabeza recorrimos el mundo.
Leo: — La depresión que tuviste durante un año, que te impedía ser padre, amigo y estar tirado bajo la cama literalmente, ¿fue tu luto por el amor al fútbol? ¿Por no poder jugar más profesionalmente?
Fernando: — Obvio, sin dudas. No tenía que ver con otra cosa. Yo en ese momento tenía una familia constituida, tenía a mis hijos…
Leo: — Amaste tanto el fútbol como jugador que…
Fernando: — Me destrozó.
Leo: — No pudiste soportar el post.
Fernando: — Me mató, me partió el corazón. Fue como una daga en el corazón que no me la podía sacar.
Leo: — ¿Es más normal de lo que parece? ¿Hay muchos casos?
Fernando: — Sí, hay montones de casos. Yo por eso siempre conté mi historia porque tuve compañeros que pasaron por lo mismo y había ex jugadores que lo pasaron y se han tirado de edificios. Lo cuento porque fue público y siempre dije: “Yo no me puedo quedar con esto. Lo tengo que contar no para que alguien se apiade de mi sino para que todos mis colegas y amigos puedan buscar ayuda”. Si no lográs salir, terminas muy mal. Más allá del desahogo quería también, de alguna maneja, que los que estaban cerca del retiro sepan que esto les podía llegar a pasar y quise alertar a los clubes. El jugador de fútbol no es simplemente un tipo que vos lo disfrazas con el pantaloncito corto, las medias, lo pones a entrenar y el domingo lo hacés jugar. No sos el payasito que el domingo si te va bien, te aplauden todos y si te va mal, te putean. Sos igual que todos. Por eso brego por esto de los psicólogos dentro del fútbol.
Leo: — Trabajar interdisciplinariamente la parte técnica y física, pero también la mental.
Fernando: — Hay chicos que vienen con un montón de historias familiares. Yo no vengo con ninguna historia familiar, pero te voy a contar algo que me desgarró, sinceramente. Yo estaba en Arteaga con mi viejo, con mi vieja y mi hermana, Ale. A los 14 años, para ser jugador de fútbol, tuve que despegarme de esa matriz de mis amores para irme a vivir a la pensión de Newell’s, entonces ¿esas cosas no dejan marcas? Yo lloraba todas las noches en la pensión, pero estaba en busca de un sueño. Mis viejos me apoyaron y éramos una familia muy humilde. Todo eso si no tenés un apoyo psicológico en algún momento repercute.
Leo: — ¿Tuviste miedo de no poder salir del estado de depresión?
Fernando: — No, miedo no. Me sentía muy angustiado, pero sabía que en algún momento se iba a terminar. Pude corregir la situación desde lo emocional porque empecé el curso de entrenador, empezó Showbol, ahí agarré a Armando y a Alejandro Mancuso y les dije que quería empezar a trabajar. Pedí una mano con la gente de Boca. A los pocos meses, en enero del 2008 me confirman para empezar a dirigir la 5ta de Boca y fue el paraíso. Ahí ya terminó la historia con el tema de la angustia.
Leo: — Fue un momento.
Fernando: — Siempre digo que para mí no hubo mejor vivencia. Hablo desde el 2008 hasta hoy, que llevo casi 19 años de laburo continuo gracias a Dios, más allá de los parates lógicos que tiene un entrenador, para mi fue la mejor experiencia la de Boca con los chicos. La noche antes de ir a pararme frente a ellos, le daba la charla a mi almohada porque no es sencillo estar frente a 30 jugadores y contarles tu idea, convencerlos.
Leo: — Es liderar un equipo.
Fernando: — Yo la semana previa estuve toda la semana practicando hablarles a los 30 chicos que eran de la 5ta de Boca y ni los conocía.
Leo: — ¿Hay algún crack que conozcamos que te tocó dirigir en esa primera experiencia como entrenador?
Fernando: — Todos. A mi me tocó dirigir la categoría 90 de Boca y te arranco por el Flaco Sauro, el gordo Sánchez Miño, Nico Blandi, Gaona Lugo, Santagati y pido perdón porque seguro me olvide de alguno. Pero todos llegaron a jugar en primera división. Tremenda categoría, salieron campeones, yo me fui antes porque la vida siempre te va sorprendiendo con cosas maravillosas.
Leo: — ¿Es mejor ser jugador o entrenador? ¿O es diferente?
Fernando: — Es diferente. Me cuesta compararlas porque cuando sos jugador de fútbol lo único que hacés es preocuparte y ocuparte de vos: de comer bien, estar bien, entrenar y rendir el fin de semana. Todo eso dependía de vos, más allá de que los profes te guían. Yo tuve a Flaco Menotti, Bilardo, Bielsa, el maestro Tabárez, Juanma Lillo, que es la mano de Pep Guardiola de toda la vida.
Leo: — Si no aprendiste de todos esos…
Fernando: — Y no aprendí (risas). No, bueno, algo aprendí. Pero el entrenador es la cabeza, el que baja línea, el que marca el camino, al que se va del camino hay que guiarlo, explicarle lo que significa ser jugador de fútbol, lo que significa buscar la gloria antes que el dinero, según mi criterio, porque cada uno es dueño de hacer lo que quiera. Pero así como cuando entraba en la cancha siendo jugador, dependía de mí, ahora no entro más y dependo de que mis jugadores estén bien. Vos podés haber preparado un partido maravillosamente bien, leído muy bien con tu cuerpo técnico el encuentro y termina pasando todo eso que vos le contaste a los jugadores y entrenaste en la semana y sin embargo tuviste tres o cuatro jugadores que no estaban en su día, que puede pasar, y termina todo en nada. Esa es la diferencia entre el jugador y el entrenador y es maravilloso.
Leo: — Es la magia del fútbol.
Compañeros de vida
María Fernanda Callejón y Fernando Gamboa comparten un amor que trascendió el tiempo. Se conocieron en los ‘90 y fueron novios, pero la vida los llevó por distintos caminos. Con el paso del años, el destino los reunió nuevamente a través de las redes sociales y reavivó su conexión.
Leo: — Estás en pareja.
Fernando: — Sí, estamos muy felices.
Leo: — ¿Fue como un reencuentro de la vida?
Fernando: — Sí, nosotros fuimos novios en el año ‘90. Estuvimos un año y pico y después la vida de cada uno fue para distintos lugares. No había celular en esa época, yo estaba en Rosario, después estuve en la Selección...
Leo: — ¿Y a los 50…?
Fernando: — Yo hice mi historia de vida, formé una familia. La negra hizo exactamente lo mismo. Laburó siempre como labura hoy, formó su familia y un día nos volvimos a reencontrar.
Leo: — ¿Cómo fue eso?
Fernando: — Yo le escribí para saludarla, para ver cómo estaba, cómo se sentía porque yo en un momento la verdad que no prestaba mucha atención porque estaba muy enfocado en mi locura del fútbol, pero la saludé y le deseé que le vaya bárbaro, ella tenía su familia. Después terminó separándose, como me pasó a mí y ahí empezamos a hablar.
Leo: — ¿Hace cuánto que están juntos?
Fernando: — Hace dos años y algo.
Leo: — Es de público conocimiento que su separación fue bastante tumultuosa y no quiero meterme en eso, pero sí en tu apoyo hacia ella.
Fernando: — Sí, la apoyo a morir. Todo lo que ella necesite, así como mis hijos y la gente que quiero, yo voy a estar. Todo lo que necesite: llorar o reírse conmigo, estar en cualquier lado y ponernos a bailar como dos nenes de 15 años sin que nadie nos vea o hablar, intercambiar cosas que nos pasan. Nosotros siempre decimos que no tenemos un título, que el titulo que nos cabe es que somos compañeros de vida, somos confidentes, amigos, ella es mi negra del amor y yo soy su negro del amor. Así nos decimos.
Leo: — ¿Y qué pasa si te sale un contrato en Arabia Saudita?
Fernando: — Y ya nos pasó con lo de Perú. Disfrutamos de todos los tiempos que pudimos. Ahora igual ya volví. Hace 6 meses que estoy acá.
Leo: — Y a pesar de tu amor por el fútbol, ¿te da fiaca instalarte en otros lugares o te gusta la idea?
Fernando: — Estoy muy enfocado en todo lo que es los Emiratos Árabes y esa zona. Ella lo sabe y yo sé que el día que se produzca, porque se va a producir, porque es un regalo que Dios me va a dar y me voy a ir, obviamente que voy a sufrir el desarraigo de no estar al lado de las personas que amo, pero se busca la forma. Uno de mis hijos, Tomás, trabaja conmigo, así que voy a tener una parte de compañía, pero no dudaría en irme porque amo esto.