Leandro Granato, conocido como El Yeti, es un creador de contenido y artista plástico argentino que alcanzó gran popularidad a través de su canal Bruta Cocina. En sus videos, realiza recetas de forma irreverente y divertida, distanciándose de la perfección habitual de los cocineros. Su estilo rústico y su carisma cautivaron a millones de personas. Actualmente, cuenta con una comunidad de más de 16 millones de seguidores en plataformas como TikTok, Instagram y YouTube.
Además de su faceta como influencer de cocina, es un artista plástico reconocido por su técnica única de pintar con los ojos. Esta destreza le permitió destacarse a nivel mundial y recorrer el mundo con su arte.
El Yeti además es primo del arquero campeón del mundo Dibu Martínez, con quien mantiene una relación cercana y años atrás realizó un video cocinando para él, antes de que fuera convocado por primera vez a la Selección.
Luego de atravesar momentos difíciles en su vida personal, como una grave lesión en la columna y una estafa en su trabajo artístico, Leandro decidió reinventarse y encontró en la cocina una forma de compartir momentos gratos con su familia durante plena pandemia. Sin embargo este hobby se transformó en una exitosa oportunidad laboral que le abrió la posibilidad de trabajar con numerosas marcas.
Mai: — Naciste en redes sociales, te conocemos por tus videos. ¿Hace cuánto tiempo empezaste a crear contenido?
Leandro: — Hace tres años y medio. Yo empecé con las redes porque me estafaron. Yo soy artista plástico, nada que ver.
Mai: — ¿Ese es tu oficio?
Leandro: — Claro. Si vos me preguntas: “¿Qué sos?” Yo me considero artista plástico. Hoy por hoy soy creador de contenido, pero el oficio al que más le dediqué tiempo en mi vida y donde pasaron cosas trascendentales fue con el tema del arte.
Mai: — ¿Qué tipo de obras hacés?
Leandro: — Hago arte abstracto. Es muy curioso porque desarrollé una técnica que es pintar con lágrimas. Empiezo a pintar con lágrimas después de la pérdida de mi abuelo, que era como un padre para mí. Fui refugiándome en el arte como terapia.
Mai: — ¿Qué edad tenías cuando falleció tu abuelo?
Leandro: — 18 años. Yo tenía un bloqueo emocional que no podía llorar su pérdida. Yo lo encontré fallecido, le armé el funeral, fue todo un tema porque era como mi viejo. Tenía este bloqueo emocional y sabía que de chico me salía aire por el ojo. Era el chiste del colegio, incluso me hacían bullying por eso. Si yo apreto la nariz me sale aire por el ojo, si estoy tomando un jugo y me atoro, me sale jugo por el ojo...
Mai: — No lo puedo creer.
Leandro: — Es un fenómeno que lo tiene mucha gente y generalmente no lo saben. Lo que pasa es que yo lo tengo más desarrollado. Es el conducto lagrimal en realidad. Si lloro me salen lágrimas y sino me sale aire. En ese momento estaba muy traumado y empiezo a pintar. “Si puedo largar aire, ¿por qué no tratar de inducir una lágrima de color o algo para pintar una obra de arte para mi abuelo?”, dije. Era un delirio, pero lo probé.
Mai: — ¿Cómo lo probaste?
Leandro: — Fui desarrollando pigmentos. Busqué pigmentos vegetales y generé acuarelas, por ejemplo, con remolacha…
Mai: — ¿Y te los colocabas en el ojo?
Leandro: — Tenía que tomar esa pintura y expulsarla. Lo loco es que yo quería hacerlo por la boca y no me salía. El único conducto que encontré para expulsar esa pintura era por la nariz. Me puse la pintura por la nariz, hice presión y salió la pintura por el ojo.
Mai: — ¡No prueben esto en sus casas! ¡Por favor!
Leandro: — Yo tengo un nene chiquito y es fanático. Dice: “Quiero ver cuando papá pinta con los ojos”. Yo no le mostré, lo vio en entrevistas que han salido. Él lo super normaliza y en realidad es algo normal con la diferencia que yo soy una persona que tiene esa capacidad de hacerlo, pero no se puede poner cualquier pintura. Trabajé con ingenieros alimenticios para armarlas, fue todo un flash.
Mai: — ¿Investigaste si otras personas en el mundo lo hacen también?
Leandro: — Claro, lo que pasó es que yo pinto ese cuadro y lo dejo ahí. Me desbloqueo, lloro, ese día lloré todo y mi vida siguió. Un día le cuento a mi hermano y me dice: “¡Estás loco!”. Yo me había filmado pintando el cuadro. Después de un año, él me dice: “Che, ¿no lo subiste nunca eso?”. Recién empezaba Facebook y lo subí. Se empezó a compartir, todavía no existía el concepto de viral, te estoy hablando del año 2010. Ahí me ven y me contactan de Ripley’s Believe It or Not (Crease o no) de Inglaterra y me ofrecen estar en el libro. Me ofrecieron estar en Guinness también, pero yo no quería batir ningún récord. Me parecía todo muy freek y yo recién estaba explorando por dónde quería ir. Pasó un año más y ahí me contacta por una serie que iban a sacar en Ripley’s sobre artistas únicos en el mundo, era sobre licencias artísticas. Yo no tenía representante, nada. Y me pusieron en el libro en 2013 y a partir de ahí empecé a viajar por el mundo.
Mai: — Evidentemente sos de los pocos o el único que lo hace.
Leandro: — Soy el primer artista plástico que registra la técnica de pintar con lágrimas. En el transcurro me encontré con gente que tiraba leche, hacía exhibiciones, apagaba velas, pero fui el primero que lo registró. Empecé a pintar cuadros y a trabajar de eso. Viajé por todo el mundo, estuve en programas como Got Talent de Eslovaquia y el de Alemania.
Mai: — ¿Ahí surge esta estafa que te pasa antes de la pandemia?
Leandro: — Sí, me pasa que por cosas de la vida me rompo la espalda, quedo sin caminar, dejo de pintar, me operan y después me recupero de esa lesión. Me contactan para ir a grabar en Estados Unidos en el programa Caso Cerrado, el de la doctora Polo, porque supuestamente había un falsificador de mi arte y yo tenía que ir a comprobarlo. Lo estoy resumiendo, pero es muy loco. Tenía que ir como experto de arte, pero yo no sabía con qué me iba a encontrar porque mi arte siempre fue controversial.
Mai: — ¿Y qué pasó?
Leandro: — Fui, mostré mi arte, me mostraron un cuadro y dije que era una falsificación, se arma todo un lío, lo juzga al tipo y después ella me termina comprando un cuadro a mí. Ahí conocí una gente que me pidió cuadros, yo los mandé antes de la pandemia, me iban a pagar y no me pagaron. Empezó el aislamiento, yo les dije: “El mes que viene voy y vemos cómo hacemos” y un día no contestaron más, desaparecieron.
Mai: — ¿Cuánto te estafaron?
Leandro: — Más o menos 70 mil dólares porque eran siete cuadros y cada obra era única. Hacía un cuadro por mes y me encontré en pandemia, había señado una casa y la perdí, no la pude comprar porque no tenía la plata. Fueron momentos muy difíciles. Habíamos entregado mi departamento y nos quedamos en la de mi mujer, que era de 30 metros cuadrados. Dormíamos en el piso porque los habíamos llevado a la casa a la que nos íbamos a mudar y un día mi mujer me dice: “Vamos a ser papás”.
Mai: — Todo esto en plena pandemia, aislamiento...
Leandro: — Sí, en plena pandemia llegó Filippo.
Mai: — Que es el motor de lo que empezas haciendo en redes…
Leandro: — Sí, empecé a cocinar para hacerla reír a mi mujer, para divertirla, en medio de todo eso que estabamos viviendo. Ahí empecé con los videos, me hice una cuenta nueva porque no quería relacionarlo con el arte. Imaginate que yo tenía seguidores en Mónaco, exponía en Europa y de pronto aparece el chabón cocinando en un departamento con agujeros en la pared.
Mai: — ¿Cómo subsistías económicamente en ese momento?
Leandro: — Creo que tenía 100 dólares, unos 150 mil pesos, en la mesita de luz y era lo último que tenía.
Mai: — Y tu mujer embarazada...
Leandro: — Sí. Ella es psicóloga y en ese momento también se había quedado sin trabajo. Yo salí a vender máscaras faciales con un amigo hasta que pegué la primera publicidad que nos dio un poquito de aire. Era una marca de comida. Ahí tenía unos 20 mil o 30 mil seguidores, pero los videos pegaban mucho.
Su hijo
Mai: — En esta montaña rusa que es tu vida, descubrís que tu hijo también tiene cierto acercamiento al arte...
Leandro: — Sí, cuando nace Fili, mi hijo, notamos que tenía como un tic con la mano. Era bebito todavía, no se paraba, nada. Yo pensaba que le molestaría la mano. Un día hablaba con mi pareja y le digo: “Gorda, ¿vos seguís escuchando música clásica?” Porque a ella le habían dicho que para darle la teta, para que se relajara, pusiera música clásica. “Si, a veces pongo”, me dice. “¿No estará hacienda un violín?”, le digo. Pusimos música clásico y el tipo escuchaba y hacía el gesto.
Mai: — Increíble.
Leandro: — Sí, fue un flash. Entonces, siguió con esa actitud. Cuando empezó a decir las primeras palabritas decía: “Ña-ña” y señalaba la tele. El ña-ña era el sonido que hace el violín. Ibamos a un restaurante y en vez de ponerle Peppa Pig, le poníamos música clásica. No tenía ni un año. Como usaba todo para hacer el gesto, cuando tenía un año y tres o cuatro meses le regalé un violín chiquito. Le compré el más barato, pero que no sea un juguete. Ese día lo grabamos para un recuerdo familiar, le doy el violín, lo abre y dice: “¡Un ña-ña!”. Le ponemos música clásica, se para y hace como que toca. Cuando vino un amigo músico a casa, le digo: “Mirá lo que hace Fili” y el me responde: “¡Lo que hace tu hijo lleva años! Compartilo en Internet y vas a ver los comentarios”. Yo no quería mostrarlo a Fili, pero le digo a mi pareja: “Lo subo y cualquier cosa al otro día lo bajamos”. Se empezó a viralizar por todos lados y lo ve el violinista Andre Rieu. Nos llega una invitación a Nueva York a un concierto de él porque quería conocer a Fili.
Mai: — ¿Cuántos años tenía en ese momento?
Leandro: — Un año y 8 meses. Estábamos hospedando en un hotel increíble. En ese momento era La Cumbre de las Américas y estaban todos los presidentes. A la mañana desayunábamos y Fili andaba con su violincito y todos preguntaban quien era. Se sacó fotos con los presidentes de todos los países y conoció a Andre. “Que el nene practique porque yo quiero convocarlo”, nos dijo. Era todo muy revolucionario, pero llegamos a Argentina, estaba el quilombo de la Ley de Alquileres y no nos renovaron el contrato. Pasé de estar viviendo en un departamento a una casita humilde en un barrio de zona sur, llevando a mi hijo dos veces por semana a Capital, son dos horas de viaje. Un día estaba en un piquete en la 9 de Julio el nene no llegaba a violín, no me gustaba donde estaba viviendo, se me caía toda mi estructura a pedazos, venía de tocar el cielo con las manos de ver a mi hijo en algo increíble y le digo a mi pareja: “O me separo o dejo las redes”. “Nosotros no estamos mal”, me responde. Y le digo: “Ya sé, pero yo no puedo seguir siendo creador de contenido, un buen padre, una buena pareja. Exploto por algún lado”. Se lo dije así porque sabía que si le decía que quería dejar las redes, me iba a decir que no (risas).
Mai: — ¿Fili sigue tocando el violín?
Leandro: — Sí, sigue.
Mai: — ¿Qué explicación le das a esto?
Leandro: — Se viralizó muchísimo y empezaron las teorías de si el nene tenía vidas pasadas, me escribieron videntes, todo lo que se te ocurra. Pero yo no puedo criar a mi hijo con eso...
Mai: —¿Hay alguna otra cualidad que percibas?
Leandro: — No, pero tiene mucha percepción creativa.
El Dibu
Mai: — ¿Te molesta que te reconozcan por ser el primo de Dibu Martínez?
Leandro: — No. Es un re orgullo ser primo de él. Pero yo creo que hice las cosas bien.
Mai: — ¿Se hablan?
Leandro: — Sí, la mejor. No nos hablamos todos los días, no lo molesto para nada. Pero sí tenemos buena relación.
Mai: — ¿Hiciste algo con él en redes?
Leandro: — Sí, cuando yo empiezo con esto de las redes tenía unos 500 mil seguidores y él tendría unos 300 o 400 mil, estábamos ahí. Le dije: “Emi, ¿te puedo hacer una milanesa?”. “Sí, dale. No hay drama”, me dice. Le pedí que dijera híbrido, él no estaba muy conectado con todo eso (risas). Hice el relato, se lo paso y dije: “El mejor arquero del mundo me pidió una milanesa” y me dice: “No, primo. Me vas a meter en un quilombo. ¿Cómo vas a decir así?”. Para que él no se sienta incomodado ni siquiera dije primo, nada. Fue hace mucho, no sé si ya lo habían convocado o estaban por llamarlo.
Mai: — Todavía no había pasado nada con la Selección.
Leandro: — No, no. Todavía no se había jugado la Copa América, nada. Entonces, le digo: “Dejame decir el mejor arquero de Argentina” y ahí aceptó. Subo ese video de 1 millón de vistas que tenía habitualmente, tuvo 100 mil. Era todo hate diciendo: “¿Quién lo conoce a este? Aguante Armani”. Me comí el hate, pero lo dejé el video. Pasa lo de la Copa América y se convierte en el Dibu y ese video pasó de 100 mil vistas a 6 millones en un día y él pasó de tener 400 mil seguidores a 3 millones de seguidores en un día.
Mai: — Y sí…
Leandro: — Cuando fue campeón del mundo, se había filtrado que éramos familia. Entonces, ahí hice un video y dije: “Le dedico esta milanesa al mejor arquero del mundo, que es mi primo”. Me di el gusto de decir que era el mejor del mundo como quise hacer en el video anterior.