El pastiche es un recurso transformado incluso en género que consiste en tomar personajes de ficción famosos e inventar nuevas historias protagonizadas por estos. En la literatura es muy común y entre los personajes que son objeto más frecuente del pastiche está, por supuesto, Sherlock Holmes. Desde grandes escritores a explotadores sin gracia, no han sido pocos los que han tomado la creación de sir Arthur Conan Doyle y le han imaginado nuevas historias o ramificaciones. Entre esas variaciones está el personaje de Enola Holmes, hermana del famoso detective. Nancy Springer creó al personaje en el año 2006 con varias aventuras de esta adolescente hermana menor de los hermanos Holmes, Sherlock y Mycroft.

En el año 2021 se estrenó en Netflix la primera adaptación de estas aventuras y ahora, debido al enorme éxito que tuvo, se estrenó la secuela. Ambas películas tienen los mismos defectos, pero el que pega primero pega dos veces y la secuela resulta rutinaria y aburrida. Debido al éxito que ha tenido en su primer caso, Enola Holmes (Millie Bobby Brown) decide abrir su propia agencia de investigación, pero siendo tan joven y mujer, nadie la toma en serio, todos prefieren al hermano mayor, Sherlock Holmes (Henry Cavill).
Frustrada, creé que tendrá que cerrar, pero un cliente de último momento llega y todo cambia. Una niña entra a la oficina pidiendo que por favor la ayude a encontrar a su hermana desparecida. Este será un caso de apariencia simple que terminará, por supuesto, complicándose mucho más. La niña trabaja en una fábrica de fósforos y esa será la punta del ovillo con el cual se iniciará la investigación.

Por supuesto que también está Sherlock Holmes. Henry Cavill es una elección insólita y fallida para un personaje que no tiene nada que ver con el actor. Sherlock es más brillante que Enola, que aún es una adolescente y está aprendiendo a sacarle partido a su talento como detective. Por otro lado, Millie Bobby Brown sigue mejorando como actriz y su éxito no fue una casualidad. Lo mejor de la película es ella, a pesar de todas las cosas que no funcionan en el resto de la producción.

El gran problema de Enola Holmes 2 y de mucha de la producción actual es que creen que buscando desesperadamente un aire juvenil y fresco le van a dar ritmo a la trama. El recurso de hablar a cámara debería ser suspendido por un par de años al menos. Ya no causa gracia. El espectador paga para ver, no para charlar. Si no se usa muy bien y de forma inteligente, es una herramienta que resta mucho más de lo que suma. Todo quiere ser adolescente y alocado, pero es aburrido y arbitrario. Lo mismo pasa con la necesidad de poner un casting daltónico en historias de época en las cuales las razas eran parte del conflicto que se narra. La representación de cada grupo y la bandera feminista sin convicción, generan desconfianza en el producto. Y no hay mirada a cámara que nos permita recuperar esa falta de credibilidad.

Enola Holmes y Enola Holmes 2 están disponibles en Netflix.
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