
La CGT rompió el diálogo con el Gobierno, pero el Gobierno no rompió el diálogo con la CGT. Parece un juego de palabras, aunque no lo es: refleja lo que está pasando en estas últimas horas en que, tras una larga tregua, la central obrera decidió endurecerse y poner en marcha sus mecanismos para concretar otra medida de fuerza contra la administración libertaria. Sin embargo, fuentes oficiales revelaron a Infobae que desde la Secretaría de Trabajo “se está convocando con muy bajo perfil a los dirigentes sindicales para ayudar a la reconstrucción productiva y laboral en Bahía Blanca”.
En el equipo de Julio Cordero, titular de Trabajo, explicaron que la convocatoria se da en el marco de la recomendación 205 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 2017, que proporciona “orientaciones a los miembros (del organismo) sobre las medidas que se han de adoptar para generar empleo y trabajo decente a los fines de la prevención, la recuperación, la paz y la resiliencia con respecto a las situaciones de crisis provocadas por los conflictos y los desastres”.
“Luego veremos si los dirigentes de la CGT quieren reunirse para los temas generales del país -afirmó la fuente consultada-. El diálogo es permanente en los temas laborales. De todos modos, en un año electoral tan importante, se mezclan otros factores y ya sabemos qué posición política van a tomar”.

Este último comentario confirma lo que circula en los pasillos de la Casa Rosada: la sospecha de que la CGT rompió la tregua con el Gobierno porque la mayoría de sus integrantes está jugando en favor del proyecto político de Axel Kicillof. Según creen los libertarios, los sindicalistas apuestan a que el gobernador gane las elecciones en la provincia de Buenos Aires para golpear a Milei y debilitar su gestión. Y, a la vez, quieren dejarlo bien posicionado como candidato presidencial para 2027.
Por ahora, los canales de diálogo del Gobierno y la CGT se mantienen intactos, pero aún no está claro si la Casa Rosada responderá con hostilidad al sindicalismo o si, en cambio, promoverá el diálogo para impedir una ruptura de las relaciones y pacificar el frente gremial en un año complejo.
En el fondo, Milei debe decidir si hace campaña exponiendo aún más ante la sociedad a un poder sindical desprestigiado y que reacciona para defender sus privilegios, como creen en La Libertad Avanza. Si fuera así, ¿no tiene más para perder la CGT? En ese escenario, se teme que el mileísmo trate de aprobar en el Congreso el llamado proyecto de Democracia Sindical. Es la ley que más teme la central obrera porque, entre otros puntos, prohíbe la reelección perpetua en los gremios.

Por ahora, el tablero sindical se agitó por la decisión de la CGT de pasar de una plácida siesta a una repentina carrera que terminará con un plan de lucha. Uno de los principales factores que explican ese viraje es el componente electoral. No sólo el vinculado con los comicios nacionales de renovación legislativa, sino también con las votaciones que habrá a lo largo de este año en una veintena de importantes sindicatos para renovar las autoridades: en ese pelotón se ubican figuras como Héctor Daer (Sanidad), Gerardo Martínez (UOCRA), Luis Barrionuevo (gastronómicos), Sergio Palazzo (bancarios), Juan Carlos Schmid (CATT y FEMPINRA), Rodolfo Daer (Alimentación), Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), Amadeo Genta (municipales porteños), Claudio Marín (telefónicos), Jorge Sola (seguros), Alejandro Crespo (neumáticos) y Facundo Moyano (peajes), entre otros.
Además, en noviembre próximo, después de las elecciones nacionales del 26 de octubre, la CGT realizará su congreso para elegir al nuevo Consejo Directivo que tendrá mandato hasta 2029. Ese doble desafío electoral, más el de la renovación del Congreso de la Nación, explican muchos comportamientos de la dirigencia cegetista, como el repentino sesgo beligerante.
En el caso de Daer, por ejemplo, hay quienes suponen que el líder sindical sobreactuará su oposición al Gobierno porque este año tendrá elecciones en la Asociación de Trabajadores de Sanidad (ATSA) Filial Buenos Aires y no puede quedar ante sus bases como un dialoguista cercano a Milei. En su sindicato ya no pesa tanto la izquierda del MST (que perdió la comisión interna del Hospital Italiano, su bastión), pero se perfila una lista opositora con peronistas surgidos de su propio sector. Por eso Daer necesita hoy ser casi más duro que el trotskismo para una victoria contundente en las urnas.

En el ambiente sindical aseguran que la preocupación del líder de Sanidad es tan grande que anticiparía las elecciones del sindicato para junio (iban a hacerse en noviembre) y así complicar el plan de los rebeldes internos de armar una nómina para competir contra el oficialismo.
Daer dio en las últimas horas un paso importante para que deje de ser considerado dialoguista dentro de la CGT y el mismo camino siguió el secretario adjunto cegetista, Andrés Rodríguez, quien como líder de UPCN ejercía una oposición moderada a la reforma del Estado impulsada por Milei, pero ya está virando hacia posturas de rechazo más duras: el sindicato marchó el viernes pasado para protestar contra los despidos en el Ministerio de Capital Humano y el propio gremialista advirtió que, “con el pretexto de una supuesta reformulación del Estado para achicarlo a su mínima expresión, despiden con odio y de manera arbitraria a trabajadores públicos nacionales”.

Acaso el último dialoguista que no se aparta -hasta ahora- de su predisposición a negociar con el Gobierno es Gerardo Martínez, titular de la UOCRA. No fue a la reunión de la mesa chica de la CGT donde se rompió la tregua con el Gobierno porque estaba en Ginebra, Suiza, por su actividad como miembro del Consejo de Administración de la OIT. A su regreso, ¿se mantendrá en su posición moderada ante el oficialismo o se sumará a la flamante actitud ultraopositora de sus colegas?
Sea como fuere, será muy difícil que se recomponga lo que se quebró entre la CGT y el Gobierno, por más que el diálogo, como se dijo, esté roto y, a la vez, activo en algunos temas específicos. Lo saben mejor que nadie, además de Cordero, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el asesor estrella del Presidente, Santiago Caputo, los mejores interlocutores del sindicalismo en la Casa Rosada. Por lo menos lo eran hasta que la cúpula cegetista cambió el ánimo de paz por la voluntad de guerra.
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