Luis Alberto Romero analizó la Presidencia de Milei: por qué usó la frase “la bosta y la seda” como síntesis y otras reflexiones

El historiador evocó la definición de Napoleón sobre el diplomático Tayllerand para exponer los matices y claroscuros del liderazgo del jefe de Estado. De Perón a Mozart, de Sturzenegger a los desvíos y peligros de una batalla cultural de consecuencias imprevisibles

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(Adrián Escandar)
(Adrián Escandar)

El historiador Luis Alberto Romero, con una extensa trayectoria como profesor e investigador y también como columnista en diversos medios gráficos, hizo un agudo análisis del primer año de gestión de Javier Milei como presidente de la Argentina, en el que señaló algunos aspectos positivos y otros negativos de su gestión en una entrevista con Infobae.

El reportaje fue realizado a raíz de una brillante columna de opinión que redactó el historiador -titulada “La bosta y la seda”- que utilizó esos términos para describir los aspectos positivos y negativos del Gobierno, en general, y del liderazgo político de Milei, en particular. Evocó así la frase pronunciada por Napoleón para describir al famoso diplomático Tayllerand. En ese escrito, también reprodujo la definición de Perón acerca de que para hacer adobe se necesita barro, paja y bosta. Y las palabras atribuidas a Salieri sobre Mozart: “Cómo es posible, Señor, que el don divino de la música lo hayas concedido a ese ser inmundo y despreciable”.

Para Romero, la “seda” tiene que ver con el rumbo económico que instauró el presidente Milei y la estabilidad conseguida con el aporte en la gestión de su ministro Luis Caputo. Una estabilidad conseguida mediante una política de ajuste que tiene apoyo popular y una esperanza inusual en casi un siglo. Uno de los mayores logros, según el historiador, es haber logrado instalar en la agenda pública la necesidad de reducir el déficit fiscal y cuestionar el gasto público descontrolado.

En cambio, bajo el concepto de “bosta”, Romero critica duramente la retórica y el estilo de Milei, al que describe como grosero y carente de formación intelectual sólida. Le preocupa su lenguaje agresivo y su fijación con una “batalla cultural” contra el progresismo, que arrastra en el proceso conquistas sociales como los derechos de las mujeres y de las minorías. También cuestiona su visión simplista de la política, con ataques constantes a los “zurdos” y “comunistas”, evocando épocas de persecución ideológica. Romero describió en su análisis cómo Milei gestiona sin alianzas firmes, en soledad y con desprecio de las instituciones democráticas, siguiendo una lógica populista similar a la de Cristina Kirchner.

Javier Milei, a un año
Javier Milei, a un año de la asunción

La entrevista a Luis Alberto Romero

-Al hacer una evaluación del Gobierno usted menciona qué hizo bien y en qué se equivocó.

-Estuve unos cuatro o cinco meses tratando de encontrar una síntesis, pero una frase de Napoléon me permitió organizar mis pensamientos y hacer un balance. Napoleón, cuando se refería a Charles Maurice de Talleyrand, un ministro aristocrático que había servido a Luis XVI y que le serviría a Luis Felipe, decía que era “mierda en una media de seda”. A pesar de que lo detestaba, dependía de su talento para la diplomacia. Ahí encontré la clave.

-¿Qué puntos favorables destaca y qué le critica a Milei?

-La parte positiva la encontré muy pronto porque está relacionada con los resultados en la economía. La parte negativa fue más compleja porque se mezclan muchas cosas. No siento ningún aprecio por su forma de gobernar. Que es la que él y el grupo que lo rodea piensan que debe ser así.

-¿Puede caer en los mismos errores que otros gobiernos anteriores?

-Sí, y eso le puede jugar en contra al país. La gente quiere que a Milei le vaya bien, pero deben existir mecanismos de control que permitan sostener el régimen republicano. De lo contrario se convertirá en un dictador.

-¿Qué se debe hacer para que eso no ocurra?

-Hay que reconstruir un sector de la política. La mayor parte está explotada, fragmentada, dividida. Y se debe recuperar el respeto por las instituciones. No existe una idea que enamore, que canalice las demandas de la sociedad.

-¿Y en ese contexto cómo cautivó Milei a quienes lo votaron?

-No lo sé muy bien, me cuesta ponerme en el lugar de los que lo apoyan. Creo que con el peronismo en su momento se dio eso de que le daban algo al pueblo. Y que pensaron que con Milei pasaría lo mismo. Tenemos a una clase media muy golpeada, hay mucho de ilusión y por ahí viene lo de la seda que yo planteo. Logró estabilizar el barco a nivel económico, aunque nadie sepa cuánto puede llegar a durar. Tiene un plan y lo ejecuta. En ese sentido, admiro mucho lo que hizo el ministro (Federico) Sturzenegger, aunque si gobernara él creo que no podría implementar las reformas que se están haciendo.

-¿Por qué el Presidente sí lo puede hacer?

-Sturzenegger es un académico muy serio, que hizo un estudio espectacular sobre lo que hay que cambiar del Estado. Apuntó por el lado de las desregulaciones, pero abarcó otras cosas. Lo que pasa es que el Estado abre muchas veces una ventanilla que después es captada por un grupo de intereses. El inciso G de un artículo cualquiera de una ley a veces permite que un empresario del tabaco no pague determinados impuestos. Y eso se debe corregir. El informe que hizo con más de 500 reformas, que primero se lo presentó a Patricia Bullrich y luego se lo terminó entregando a Milei, fue muy completo. Y el Presidente supo cómo instrumentarlo. Porque se requiere un timming, la política de ejecutarlo todo a la vez generalmente fracasa. Hay una relación colusiva, mafiosa, entre el Estado y los ciudadanos, donde para subsistir se necesita cobijarse en una corporación que negocie con algún funcionario, que se tiene que terminar.

Milei, bajo la mirada analítica
Milei, bajo la mirada analítica de Luis Alberto Romero

-¿Aprendió a hacer política Milei?

-No es sencilla la respuesta. Era un principista que luego entró en el negocio político de la transacción. Ese aspecto de “te doy algo para negociar” lo aprendió rápido y no sé si es bueno o malo. Aunque él lo niega. Un ejemplo se dio con los sindicatos. Fue por algo de máxima y consiguió lo de mínima. Eso es hacer política. Lo que no debería hacer es manipular los mecanismos de control de los gobernantes y estar celebrando que todas las victorias se producen en su batalla contra “la casta”.

Romero reconoce que elaborar su último artículo sobre la gestión mileísta -y que fue publicado en la revista Seúl- le llevó más tiempo de lo pensado. La idea que le rondaba en la cabeza la abandonó y la retomó a tal punto que pasaron varios meses hasta que la terminó y se pudo publicar. El título de esa reflexión fue “La bosta y la seda” y allí desgrana sus puntos de acuerdo y de desacuerdo. Cita allí, además de la anécdota de Napoleón, un dicho de Juan Domingo Perón en el que sostenía que para hacer adobe eran necesarios “barro, paja y bosta” y el pensamiento de Antonio Salieri sobre Wolfgang Amadeus Mozart, a quien despreciaba, pero en quien veía grandes cualidades musicales.

-¿Por qué en su nota afirma que le asusta la frase del primer mandatario sobre la necesidad de tener un “topo dentro del Estado”?

-Porque está probado que una sociedad sin Estado es impracticable, hay cosas que no funcionan, no se puede vivir sin reglas. Para andar en la calle, por ejemplo, necesitamos semáforos, leyes, sendas peatonales. Milei cree más en el anarcoliberalismo con el que no estoy de acuerdo. Y en algunas ocasiones me preocupa su desenvoltura para exponer su ignorancia.

-Usted se define como “liberal, republicano y socialista”. ¿Puede explicarlo?

-Creo en el liberalismo clásico basado en las libertades y las garantías. Me declaro un socialdemócrata. Y sobre el Estado tengo puntos de disidencia fuerte con el Presidente, al que no considero liberal. El Estado de derecho para mí es indispensable para la convivencia. Tiene que existir para terminar con algunas desigualdades, en eso soy socialista, aunque a veces sea una herramienta tosca. Tengo 80 años y veo este panorama político quizás desde un sector minoritario. Estoy acostumbrado a otro tipo de discurso y de forma de acción. No se puede echar a un ministro solamente porque haya dado su opinión sobre algún tema.

-¿Entiende la batalla cultural que quiere imponer el Gobierno?

-No le veo sentido a que la sociedad argentina acepte retroceder en contra de avances consensuados como los femicidios, la ley de matrimonio igualitario o la del divorcio, yendo más atrás en el tiempo. El discurso de Davos me pareció espantoso.

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