“El comportamiento de Axel es difícil de entender. Se le está pidiendo que confirme si respeta la conducción política de Cristina o si quiere discutir el liderazgo con ella. Pero que lo diga de frente. Que lo diga de una vez. Igual confiamos en que se va a ordenar la interna. Se va a solucionar”. Esa fue la definición que utilizó un dirigente muy cercano a Cristina Kirchner para detallar la tensión y las expectativas del escenario peronista actual.
Los reproches están escondidos abajo de la alfombra. No desaparecieron. Difícilmente se disuelvan en el aire con facilidad. Hay resquemores impregnados en el ambiente y hay hipótesis destructivas anudadas en la gobernación bonaerense. Ellos y nosotros son La Cámpora y el kicillofismo. O viceversa. Es lo mismo. Solo cambia el lugar desde donde se enfoca. Los dos sectores son conscientes de que tienen que convivir. Si fuera solo por convicción y empatía, a esta altura del año, no estarían juntos.
El mensaje de Andrés “Cuervo” Larroque en la semana cayó mal en el camporismo. Era esperable. “A Kicillof hay que cuidarlo y fortalecerlo, uno quiere ver a Cristina Kirchner bancando a Axel”, fue el título de la entrevista que hizo en el canal de streaming Uno Tres Cinco. Porque la nombró a la ex presidenta y porque dejó flotando la idea de que no está apoyando la gestión bonaerense. La expuso. No hay dudas. Desde La Plata, como nunca antes, señalan a CFK con el dedo.
No solo eso. El ministro bonaerense dio un paso más y le dedicó una frase a la ex presidenta. “La política o la sociedad argentina no va a resistir más gobiernos tercerizados, de eso tenemos que aprender”, sostuvo. Claro está que el mandato tercerizado por CFK fue el que condujo Alberto Fernández. En el fondo - o tal vez no tan lejos de la superficie - hay una idea en el kicillofismo de marcar que el Gobernador no será otro Fernández. El poder, la identidad y la muñeca política. No se puede cometer dos veces el mismo error. Y sienten que en el cristinismo ese aprendizaje forzoso aún no se digirió.
En el kicillofismo hay un extraño hermetismo sobre la decisión que tomará el Gobernador respecto a su participación en el consejo del PJ Bonaerense, convocado por Máximo Kirchner para el próximo lunes, en Moreno, y en el que participarán Cristina Kirchner y Sergio Massa, que tuvo que cambiar la fecha de un viaje para estar presente en la cumbre del conurbano bonaerense.
El pensamiento que puso en palabras un funcionario bonaerense del armado de Kicillof quizás sirva para entender el silencio en La Plata. “Axel tiene todo para peder en esa reunión. No se define nada ahí. Es solo la foto. Y es una foto que le sirve a Máximo. Es legitimar a un tipo que no ganó una elección. Es una encerrona para Axel”, reflexionó.
En el esquema político del gobernador bonaerense visualizan una jugada maliciosa de La Cámpora, apoyada por la ex presidenta. El encuentro pejotista será el mismo día en que Kicillof convocó a un acto en San Martín, en conmemoración del primer año de su segunda gestión y del primer año de gobierno de Javier Milei, en el que quieren repasar el daño que, según él, le hizo el libertario al país. Mismo día
En San Martín estuvo este viernes Máximo Kirchner. Encabezó una reunión de cooperativistas a la que lo invitó el ex diputado del Movimiento Evita Leonardo Grosso. “Tenemos que colaborar y dejar los egos de lado porque nuestro espacio es Primero la Patria, no es primero Cristina, o primero Máximo o primero Axel ¡es primero la Patria!”, expresó. Mismo lugar. Nadie cree en las casualidades dentro del ecosistema político. O por prejuicio o para no pecar de inocentes.
En las entrañas del kicillofismo guardaron silencio en las últimas horas. “No hay línea”, aseguró un dirigente que camina seguido los pasillos de la gobernación bonaerense. Nadie confirma ni niega si Kicillof y su gabinete - todos dirigentes del peronismo bonaerense - estarán o no en la cumbre de unidad peronista. No hay señales, no hay gestos, no hay nada.
Más allá de las tensiones persistentes, desde el kirchnerismo y el massismo hace varios días que están dejando correr la necesidad de poner un freno a la escalada de reproches y ordenar la interna. Si bien hay críticas al juego político de Kicillof o de los integrantes de su armado, también está presente la convicción de acercar posiciones y abrir el juego para correr al costado los resquemores.
Entre todos esos movimientos hay un reconocimiento al lugar que ocupa Kicillof, que antes no existía. A partir de este año el Gobernador se transformó en un accionista importante del peronismo. Está sentado en la mesa que tiene en sus extremos a Cristina Kirchner y Sergio Massa. Es difícil saber si hubiese llegado a esa silla sin que la interna peronista estallara en el corazón de la provincia de Buenos Aires. Pero ahí está, con mayor poder de negociación que antes.
Detrás de la necesidad de acomodar la coalición y el proceso electoral bonaerense, sigue existiendo una gran desconfianza sobre cómo se moverá la lapicera el año que viene. El sector más duro del armado kicillofista prefiere profundizar la confontación, que el Gobernador no vaya al acto del lunes y que el año que viene haya dos listas en las elecciones legislativas de la provincia. El ala más moderada deja girar sobre su cabeza la idea de una tregua en la que Kicillof salga fortalecido.
Las próximas horas serán cruciales para saber si el pacto de no agresión está cerca de concretarse. O, si por el contrario, se profundiza la guerra interna.