
¿Quién asumirá en la Secretaría de Trabajo en lugar del desplazado Omar Yasín? Hay sondeos a varios candidatos, aunque algunos tienen demasiadas dudas de aceptar el desafío. No es para menos: el área tiene una relativa incidencia en la definición de las políticas laborales, su estructura actual (rebajada de ministerio a secretaría de Estado) depende de una superministra que no conoce del tema y que está en el centro de una dura interna en el Gobierno y sus decisiones son monitoreadas por el ala dura del oficialismo (el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y el asesor Federico Sturzenegger), que mide la “calidad” de las decisiones en función de su grado de endurecimiento ante el poder sindical.
Este cuadro no es muy tentador para alguien que deberá estar sometido a inmensas presiones, con la consigna de ponerles límites a los aumentos salariales y avalar el fuerte ajuste en el Estado, y, para colmo, con la sensación de que puede terminar despedido por “pecados” cometidos por otros (como le pasó a Yasín, echado por aumentos salariales del 48% para altos funcionarios que se decidieron en otros niveles del Gobierno). Así se explica la demora en cubrir un cargo que siempre fue clave.
En la danza de nombres sobresalen dos: Julio Cordero, un experimentado abogado que pilotea el área jurídico laboral en Techint y es vicepresidente del departamento de Política Social de la Unión Industrial Argentina (UIA), con un papel central en las propuestas laborales de los libertarios, y Federico Belleze, ex jefe de Gabinete del Ministerio de Trabajo bonaerense en la gestión de María Eugenia Vidal, promovido por Patricia Bullrich sobre la base de una recomendación efectuada por Dante Sica.

En la CGT están convencidos de que el despido de Yasín obedeció a una jugada de Bullrich para ubicar a otro dirigente de su confianza tras un fuerte cortocircuito que mantuvo con el ex secretario de Trabajo, que en la última campaña electoral fue integrante de su equipo en temas laborales.
Sin embargo, Yasín llegó a su cargo por su amistad con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello (militaron juntos en la agrupación liberal universitaria UPAU) y se desmarcó de Bullrich. Incluso la ministra de Seguridad discutió con él luego de que el funcionario se negó a firmar una carta de dirigentes del PRO contra el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, por su amenaza de bloquear el suministro de petróleo si no se le reintegraban los fondos retenidos por el Gobierno.
“No la voy a firmar porque ya no me siento parte del PRO”, fue la excusa que le habría dado Yasín. Bullrich no se lo perdonó. Pero la salida del secretario de Trabajo fue motorizada por Posse y celebrada por Sturzenegger. El jefe de Gabinete le reprochaba la jugada por la cual Trabajo buscó habilitar la cuota solidaria a los dirigentes gremiales que lo pidieran, cuando aún regía el DNU 70 que, con la pluma de Sturzenegger, endureció la postura del Gobierno contra ese recurso para el financiamiento de los sindicatos mediante los descuentos compulsivos de una suma pactada en los convenios.

Esa estrategia de Yasín y su subsecretario de Trabajo, Horacio Pitrau, considerada astuta para intentar debilitar a la CGT en plena ofensiva contra la reforma laboral incluida en el DNU 70, causó indignación en Posse y Sturzenegger, que vieron allí el germen de una negociación complaciente con el sindicalismo. Por eso el jefe de Gabinete le pidió a Pettovello la renuncia de Yasín y, ante la negativa a que se castigue a su amigo, el que pagó con su cargo fue Pitrau, el más experimentado de Trabajo.
Ni Bullrich ni Mauricio Macri intercedieron ante Milei por Yasín ni por Pitrau. La ministra de Seguridad, en realidad, tampoco intervino para frenar el despido de su asesor Enrique Rodríguez Chiantore de la Superintendencia de Servicios de Salud, que administra los fondos de las obras sociales. Este especialista del PRO en temas de salud se enteró por los diarios de su desplazamiento. Yasín, cuando Milei lo anunció en una entrevista con Antonio Laje en LN+. Y hasta la tarde de ayer todavía aguardaba en el piso 13 de la Secretaría de Trabajo que su amiga Pettovello le atendiera el teléfono.

El error que Milei le adjudicó a Yasín (el aumento salarial a los altos funcionarios) fue un verdadero blooper libertario que surgió de la Secretaría de Transformación del Estado y Función Pública, a cargo de Armando Guibert, dependiente de Jefatura de Gabinete, y finalmente aprobado por quien debe cuidarle la firma al Presidente: el secretario de Legal y Técnica, Javier Herrera Bravo. Yasín, desde Trabajo, solamente llevó un registro de lo resuelto en esta materia por aquellos funcionarios.
Ahora, el nuevo secretario de Trabajo afrontará un cúmulo de desafíos, y en especial uno: cumplir su tarea tan crucial con el temor de quedar tan desamparado políticamente como su antecesor en esa maraña de internas tan típicas de “la casta” que están caracterizando al gobierno de Javier Milei.
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