
Alianza Lima ha entrado en pérdida. Y en toda la extensión de la palabra. Hemos sido testigos de cómo la institución del pueblo ha perdido en lo deportivo, en lo identitario, en lo financiero y, ahora, en lo técnico. De eso último se habla mucho más, porque era el tema inmediato a resolver, pero apenas es el árbol de un bosque frondoso que se incendia por el pésimo cuidado de un ecosistema que se presumía saludable.
Estamos seguros que era lo mejor enseñarle la puerta de salida a Néstor Gorosito, solo que el problema radica en una decisión tan innecesaria como desconcertante por parte de la tan inexpresable Gerencia Deportiva liderada por la familia Navarro: la renovación cuando no había culminado la temporada deportiva y se carecía de una evaluación integral para debatir el tema.

Aún nos sigue asaltando la duda del porqué de ese consenso tan controversial que se terminó resolviendo, con más polémica, a partir del descontento de la afición tras un cierre de periodo —otra vez—sonrojante en Matute. Es cierto que el ‘Pipo’, técnico tradicional de Argentina que será recordado por puro Biri Biri, tuvo toda clase de pasajes en su año bajo los mandos de Alianza Lima, pero el resumen general de su asignatura fue irregular no sin cumplir algunos objetivos y dejar de lado otros, que finalmente fueron capitales y devinieron en su marcha.
Claro está que su mejor aporte en la parcela técnica fue lavarle la cara al club de La Victoria a nivel internacional realizando una campaña plausible tanto en Copa Libertadores como en Copa Sudamericana. Durante ese periplo se cargó a Boca Juniors —en una memorable noche denominada como el Bombonerazo, cuyos protagonistas estelares fueron Hernán Barcos y Guillermo Viscarra— y a Gremio de Porto Alegre, en condición de visitante, configurando un récord espléndido de 18 partidos disputados afuera.
Como era de esperarse, Gorosito ganó más que una gota de beneficio a partir de ese rendimiento, que por un determinado momento lo llevó a ser tema de discusión en las plataformas tradicionales como potencial candidato a entrenador de la selección peruana. Quién iba a pensar o esperar que, en adelante, todo se vendría abajo por una mala ejecución técnica desde la banca. O, peor aún, por la dejadez de tomar en serio al campeonato peruano.
En esa plaza se vio todo lo peor del repertorio del profesional argentino, al que se le pueden achacar varios asuntos: su problema en el replanteo cada vez que había apuros, su necedad de insistir en una dupla de mediocampistas que no daba fuego, su falta de manejo en el vestuario con los referentes, su escaso criterio en la conformación de alineaciones y su infame astucia, esa que hizo caer como inocentes a Franco Navarro y compañía, para ganar un nuevo compromiso cuando su administración no daba la talla en líneas generales.

Particularmente, soy un convencido de que los procesos deben respetarse. Y el de ‘Pipo’ sí cumplió con mi humilde premisa, algo que no observamos en Mariano Soso y Alejandro Restrepo. Pero de ahí a ofrecerle un nuevo contrato, que acaba de ser disuelto, resultó cuanto menos un despropósito al que ha sido empujado Alianza Lima por la inoperancia y nulidad de la Gerencia Deportiva, en cuyas autoridades recae la responsabilidad máxima y de los que se espera que den un paso al costado por decencia.
La condena a Néstor Gorosito ya está firmada como también, una vez más, la de Alianza Lima. Daño colateral que se verá reflejado en cuantiosas pérdidas económicas, reestructuración institucional y reforma deportiva. Cadena presente que se acentúa con fuerza cada año. No hay avance ni mucho menos evolución. Todo es retroceso para un aliancismo que no merece esto. Honestamente, da la sensación que en La Victoria hay más que un peligro extremo, hay un salto al vacío propiciado por culpables conocidos.



