
La más reciente columna de Jaime Bayly ha generado sorpresa, y una oleada de comentarios entre sus lectores habituales. Fiel a su estilo, el escritor peruano decidió abrir una vez más una ventana a su intimidad para narrar uno de los episodios de mayor angustia emocional que ha atravesado en los últimos días.
Y es que, la posibilidad de convertirse nuevamente en padre lo tomó por sorpresa y, según él mismo confesó, lo mantuvo durante varios días sumido en una ansiedad permanente.
En su texto publicado para un diario conocido, Bayly relata cómo una situación aparentemente cotidiana derivó en una tormenta de pensamientos, miedos y proyecciones. Todo ocurrió durante un viaje a Nueva York, en la antesala de un evento familiar importante: la boda de su hija.

Los celos iniciaron todo
En ese contexto, el escritor y su esposa, Silvia Núñez, atravesaban un momento de tensión en su relación. Una pelea intensa, motivada por los celos y las diferencias en torno a ciertas libertades personales, terminó desembocando en una reconciliación súbita y apasionada, de esas que —según el propio Bayly— se producen cuando las emociones están a flor de piel y la razón queda en segundo plano.
El periodista no esquiva responsabilidades y lo deja claro desde el inicio. “Amarnos sin protección fue culpa mía”, escribe con franqueza en El Comercio. Pese a que su esposa le advirtió que se encontraba en su periodo menstrual e incluso intentó frenar el impulso, ambos terminaron teniendo intimidad sin protección. A partir de ese momento, la idea de un posible embarazo comenzó a rondar de manera obsesiva por la mente del autor.
La noche siguiente, mientras asistía a la boda de su hija, Bayly confiesa que no podía apartar de su cabeza la posibilidad de que, por un arrebato sentimental y un acto impulsivo, su vida estuviera a punto de dar un giro radical. “Por calentón, por bobo y sentimental, por amar temerariamente a mi esposa, tal vez ella estaba ya en su primer día de embarazo”, escribió.

Revela el nombre de su posible hija
Lejos de calmarse con el paso de los días, la inquietud fue en aumento. Aun en Nueva York, Silvia le propuso retomar la intimidad, esta vez utilizando el anillo protector. Sin embargo, Bayly ya estaba convencido de que el destino había hecho de las suyas. “Pero yo estaba seguro de que estaba embarazada”, afirmó sin titubeos, al punto de asegurarle a su esposa que, una vez se retirara el método anticonceptivo, la menstruación no llegaría.
La ansiedad se volvió protagonista en los días posteriores. Bayly admite que consideró seriamente la posibilidad de comprar la pastilla del día siguiente, una opción que finalmente descartó tras conversar con un farmacéutico, quien le indicó que no sería necesario. Pese a ello, la sensación de inevitabilidad no desapareció. En su mente, la idea de un nuevo hijo ya estaba instalada como un hecho consumado.
Tan real se volvió esa posibilidad que el escritor empezó a imaginar detalles concretos, como el nombre del bebé. Inspirado por el lugar donde ocurrió el encuentro íntimo, propuso que la criatura se llamara Carlyle, en honor al exclusivo hotel neoyorquino donde se encontraban. La ocurrencia, sin embargo, no fue bien recibida ni por su esposa ni por su hija adolescente, quienes descartaron la idea de inmediato. Aun así, Bayly siguió proyectando el futuro, incluso relatando un sueño en el que veía a su esposa dando a luz a una niña nueve meses después.

Silvia Núñez no quiere volver a ser mamá
En medio de estas conjeturas, Silvia fue clara respecto a su postura. Según revela el propio Bayly, su esposa no desea volver a ser madre. Le expresó sin rodeos que la idea de pasar nuevamente por un embarazo le parecía agotadora, poco atractiva y contraria al estilo de vida que ambos han construido. “Estar nueve meses embarazada le parecía una pésima idea, que volver a parir le daba mucha flojera, que tener un bebé en la casa recortando nuestras libertades era lo último que hubiera deseado”, relata el escritor con honestidad.
No obstante, la conversación tomó un matiz más profundo cuando Silvia aclaró que, de confirmarse un embarazo, no contemplaría un aborto. Su decisión estaría guiada por el amor al bebé y por el amor que siente hacia su esposo, una afirmación que añadió aún más peso emocional a la ya compleja situación.
Los días pasaron y la espera se hizo cada vez más tensa. Bayly confiesa que aguardaba con expectativa la llegada de la menstruación, preguntando constantemente a su esposa si había alguna novedad. La respuesta siempre era negativa. Cada jornada sin señales reforzaba su convicción de que la historia estaba escrita.

En el tramo final de su columna, el escritor mantiene el suspenso. No confirma si finalmente Silvia está embarazada o no, pero describe el clima de resignación, preocupación y desasosiego que se instaló en el hogar.
“Resignados a que volveríamos a ser padres, llegó el viernes y la esperada regla tardona tampoco se presentó para salvarnos de tantas angustias”, escribió, reafirmando que, desde aquella noche en Nueva York, estaba convencido de que su esposa estaba en la dulce espera.
Como si el peso emocional no fuera suficiente, Bayly cerró su relato con una confesión adicional que añade una capa de incertidumbre al panorama familiar. Antes de irse a dormir, le comunicó a su esposa una mala noticia económica: el canal para el que trabaja le pagará la mitad el próximo año y considera seriamente la posibilidad de renunciar. Además, reconoció que los ingresos familiares han disminuido considerablemente, lo que vuelve aún más compleja la idea de enfrentar una paternidad inesperada.




