
En plena campaña navideña, Frans, popular youtuber peruano conocido por su estilo desenfadado y su conexión con la vida cotidiana, decidió llevar a su canal uno de sus desafíos gastronómicos más llamativos: comparar uno de los panetones más caros del Perú con el más barato del supermercado. Un experimento que mezcló humor, sorpresa y reflexión sobre el verdadero valor de los productos de lujo.
La misión comenzó en San Isidro, una de las zonas más exclusivas de Lima. Siguiendo la recomendación de sus seguidores a través de Instagram, Frans y su equipo se internaron en una tienda gourmet para encontrar el codiciado panetón. El escenario relató él mismo entre risas, resultaba poco familiar: “No sé ustedes, pero yo nunca he comprado en una tienda así. Primera vez que entro”, describió. Frente a la vitrina, la sorpresa fue inmediata. Entre panetones que ya rondaban los 200 soles, uno destacó: el panetón de la exclusiva colaboración entre Fiasconaro y Dolce & Gabbana, con un precio de 437 soles. “De verdad, el precio me agarró de frío”, confesó Frans mostrando el comprobante de la compra.
El youtuber, acostumbrado a identificar el sabor del “panetón de barrio”, bromeó sobre el arrepentimiento instantáneo que sintió al pagar esa suma por un producto que generalmente consume por mucho menos. “Cuando uno paga un precio tan elevado por algo que normalmente es económico, el arrepentimiento llega rápido. Igual, sé que luego se me va a pasar”, admitió.
En busca del más económico

La contraparte del experimento se desarrolló en el supermercado Metro, también sugerido por sus seguidores. Allí, tras buscar entre las marcas más populares y económicas, Frans encontró el panetón de marca propia del supermercado, con un precio de 10,90 soles. “Se confirma, hermanos, que gracias a ustedes encontré el panetón más barato de todo el Perú”, exclamó.
Ya con ambos panetones en mano, el influencer reunió a un amigo, apodado “Nero Toni”, autoproclamado experto en panetones, para realizar la degustación comparativa. El clima se volvió aún más distendido, mezclando bromas sobre la vida, la chocolatada (infaltable en una Navidad peruana), y el escepticismo por el impacto que podía tener el precio en el sabor.
La prueba decisiva
La cata inició por el panetón más barato, el de supermercado. Al abrirlo, ambos notaron que la masa venía con “aire” y que las pasas y frutas confitadas eran escasas y pequeñas. Tras probarlo, Frans opinó que “sabe igual que un Donofrio, Gloria o cualquier otra marca de las que consume la mayoría, con la diferencia del precio”. Destacó además que la textura era húmeda, no seca, y que, aunque se trataba del más económico, no tenía un sabor desagradable. “Es el típico panetón, el que muchos probamos siempre. Nada del otro mundo, pero cumple”, sentenció.
El turno del lujoso panetón Fiasconaro x Dolce & Gabbana elevó las expectativas de la dupla. El empaque, una lata de diseño exclusivo, fue motivo de asombro y comentarios. “Solo el envase ya es de colección, hermano”, afirmó Frans. Tras una minuciosa inspección del contenido, notaron detalles de presentación como un untador para la crema y una carta en italiano. La masa era sumamente húmeda y con un aroma complejo a caramelo y frutos secos, pero sin las clásicas pasas ni frutas propias del panetón tradicional peruano. “Se siente suave, tiene algo de avellanas, un toque de alcohol, pero nada de la esencia típica”, analizaron.
La opinión unánime tras el primer bocado fue de sorpresa: “Esperaba más. Sabe como un queque normal, sin la personalidad de un panetón tradicional. Si no fuera por la crema, solo sería un bizcocho elegante”, describieron. La crema de avellanas incluida sumó puntos, pero tampoco justificó la abismal diferencia de precio respecto a un panetón común. “La experiencia puede valer por el empaque, la presentación. Pero como producto navideño para la familia, yo no pagaría 437 soles por esto”, reflexionó el invitado.
El experimento terminó con una conclusión honesta. Para ambos, el panetón económico no desmerece frente al exclusivo. La diferencia más grande radicó en la experiencia de compra y la presentación, no en el sabor. “Nunca había pagado tanto por un panetón y honestamente, podría reemplazarse con un buen queque de 20 soles y una crema de avellanas”, sentenció Frans.



