Pagos sin fricción: ¿por qué los próximos años consolidarán el dinero digital en el Perú?

Factores estructurales como los niveles de informalidad, la bancarización limitada o la penetración desigual de internet (del 80% en zonas urbanas frente al 40% en rurales), siguen marcando brechas

Guardar
Dinero digital.
FUENTE  Mitto
Dinero digital. FUENTE Mitto

Durante los últimos cinco años, el Perú ha vivido una transformación silenciosa, pero profunda: el paso del dinero físico al ecosistema digital. Este cambio no ocurre por una sola tecnología, sino por una cadena de avances que han ido construyendo confianza. Desde el uso masivo del contactless y el NFC, hasta la adopción de pagos desde el celular, la aparición del QR interoperable y el surgimiento de nuevas billeteras, el usuario ha descubierto que pagar digitalmente es más simple, más rápido y, sobre todo, más seguro.

Sin embargo, esa evolución no ha llegado con la misma velocidad a todo el país. Factores estructurales como los niveles de informalidad, la bancarización limitada o la penetración desigual de internet (del 80% en zonas urbanas frente al 40% en rurales), siguen marcando brechas. A ello se suma el temor de miles de pequeñas y medianas empresas a la formalidad, la contabilidad o las obligaciones tributarias, elementos que frenan su incorporación al ecosistema digital. El reto para la próxima década será precisamente cerrar estos espacios, y eso requiere tanto innovación empresarial como un marco regulatorio más flexible.

Uno de los mayores aprendizajes de esta revolución es que un comercio no puede pensar su estrategia de pagos simplemente como “aceptar de todo”. La diversidad de métodos (banca digital, billeteras, tarjetas, QR, links de pago, cash-in/cash-out) exige decisiones basadas en el negocio: el ticket promedio, el tipo de usuario, la experiencia que se quiere ofrecer y la velocidad que el modelo demanda.

Un comercio de educación o turismo, con tickets superiores a S/1.000, no puede depender únicamente de billeteras con límites operativos. En apuestas deportivas, donde una decisión de pago ocurre en segundos, el QR inmediato es crítico. Para emprendedores que venden en redes sociales, el link de pago es más efectivo que cualquier otra opción. La ecuación no es “sumar logos”, sino diseñar un mix inteligente que eleve conversión, reduzca fricción y sea eficiente en costos.

Mirando hacia adelante, la industria enfrenta dos tareas urgentes. Para el regulador, mantener reglas claras, pero permitir espacios de experimentación ágiles, como sandboxes donde las innovaciones puedan probarse en semanas y no en años. Es positivo ver señales en esa dirección, desde la visión más abierta de la SBS, hasta el acuerdo reciente entre el BCR y el sistema UPI de la India, el cual ha demostrado al mundo cómo la interoperabilidad puede transformar un país entero.

Para las empresas, el mayor error sería negar la velocidad del cambio tecnológico. La próxima década no será evolutiva, será disruptiva: lo que hoy entendemos como pagos, tanto digitales como físicos, será reemplazado por experiencias más integradas, instantáneas e invisibles para el usuario. En cuatro o cinco años, veremos innovaciones que hoy aún no imaginamos, como esquemas completamente digitales donde el efectivo será anecdótico.

Quizá nuestros parientes no puedan creer que alguna vez pagamos con papelitos llamados billetes. Pero hacia allá vamos. Y quienes no se adapten a este futuro (comercios, instituciones o usuarios) quedarán fuera de un ecosistema que ya no se detendrá. La revolución del dinero digital no es solo tecnológica; es cultural, económica y social. Lo que nos toca ahora es asegurar que sea también inclusiva.