
El Black Friday o ‘viernes negro’ es una fecha que, históricamente, comenzó como una jornada de caos urbano y ha terminado por transformarse en uno de los mayores símbolos globales del consumismo.
Este evento, conocido por sus descuentos y largas colas, tiene un origen que se remonta a la década de 1960 en la ciudad de Filadelfia en Estados Unidos. Por aquel entonces, no se trataba de compras masivas sino de un término utilizado por la policía local para describir el tumulto y las complicaciones derivadas del tráfico y las aglomeraciones posteriores al Día de Acción de Gracias.
La saturación de las calles, la presión sobre las fuerzas de seguridad y el incremento en la actividad comercial y los incidentes marcaron el comienzo de una denominación que con el tiempo sería resignificada.
El giro conceptual del Black Friday se produjo cuando los comerciantes vieron la oportunidad de canalizar el desorden en un evento positivo para el sector. Al advertir el potencial de la jornada, empezaron a promover la narrativa de que sus finanzas pasaban de estar en “números rojos” a “números negros” gracias al repunte de ventas, estableciendo el día como vital para sus balances anuales.

Así, la idea de pérdida o caos quedó a un lado y dio paso a una visión de prosperidad, lo que ayudó a instaurar la costumbre de abrir las puertas con promociones inusuales.
Durante la década de 1980, el Black Friday se consolidó definitivamente en Estados Unidos. Las grandes cadenas minoristas tomaron la iniciativa de institucionalizar las rebajas, intensificando la competencia entre comercios por captar la atención de la mayor cantidad posible de clientes.
La magnitud de este fenómeno es tal que, en 2022, las ventas estadounidenses superaron los nueve mil millones de dólares solo durante ese día. Este dato muestra hasta qué punto la ocasión se ha convertido en un motor fundamental de la economía, además de marcar el inicio indiscutible de la temporada de compras navideñas.
A partir de la última década, la influencia del Black Friday ha cruzado las fronteras de América del Norte e inspirado a países de distintos continentes. América Latina, Europa y Asia han adaptado la tradición, modificando fechas y estrategias para ajustarse a las realidades de cada mercado.

Perú no ha sido la excepción: aproximadamente desde 2012, el evento se celebra en territorio nacional cada último viernes de noviembre, siguiendo los pasos del calendario estadounidense. Tanto los comercios tradicionales como los virtuales participan ofreciendo rebajas en áreas tan diversas como tecnología, indumentaria, electrodomésticos y más, facilitando el avance del comercio electrónico peruano.
El gran atractivo de la jornada reside en la expectativa por acceder a productos con precios reducidos. Este entusiasmo lleva a que muchos consumidores planifiquen sus compras con semanas de anticipación, comparen ofertas y seleccionen estratégicamente los productos más deseados.
Actualmente, el fenómeno ha evolucionado: las plataformas digitales suelen adelantar promociones, expandiendo el alcance de la fecha y multiplicando las opciones para los usuarios, quienes ya no dependen exclusivamente de visitar tiendas físicas.

Pero la popularidad del Black Friday también ha atraído mayor escrutinio crítico. Diversos colectivos cuestionan el estímulo al consumo desmedido y los efectos negativos para el medio ambiente de esta “fiesta” de descuentos.
Asimismo, organizaciones defensoras de los derechos laborales han expuesto situaciones complicadas para los trabajadores de grandes tiendas, quienes deben enfrentar jornadas extenuantes durante los días de mayor demanda. Iniciativas como el “Día de No Comprar Nada” intentan contrarrestar el exceso a través de una invitación al consumo responsable.
En el caso peruano, las autoridades han intensificado la vigilancia durante el Black Friday y los alertan a los ciudadanos ante posibles fraudes o campañas engañosas en línea. Las recomendaciones habituales giran en torno a la importancia de revisar la legitimidad de las tiendas, verificar los términos de las promociones y consultar fuentes confiables antes de efectuar cualquier transacción. De este modo, se busca que el objetivo de aprovechar buenos precios no reste seguridad a la experiencia de compra.


