El hallazgo de un tiburón megaboca en la playa de Negritos, ubicada en la provincia de Talara, en Piura, provocó una reacción inmediata entre los habitantes y pescadores de la zona. La aparición de este ejemplar, identificado como Megachasma pelagios, no solo sorprendió a la comunidad local, sino que también despertó el interés de especialistas marinos, quienes consideran que se trata de una de las especies más raras y menos documentadas del mundo. La noticia se difundió rápidamente, generando debate sobre la importancia de proteger estos hallazgos y la falta de protocolos efectivos para su resguardo.
La escena que se desarrolló tras el descubrimiento del animal evidenció la ausencia de autoridades ambientales y la falta de control en la zona. El fotógrafo Moisés Prieto fue testigo directo de los hechos y denunció que ninguna entidad, ni Capitanía, ni Serenazgo, ni organismos ambientales, acudió a tiempo para asegurar el área y preservar el ejemplar. Las imágenes captadas por los pobladores mostraron a varios vecinos cortando y retirando partes del tiburón, sin ningún tipo de supervisión sanitaria, lo que generó preocupación entre especialistas y defensores del medio ambiente.
El tiburón megaboca pertenece a la familia Megachasmidae y es conocido por su enorme cavidad bucal, una característica que lo distingue de otras especies de tiburones. Su comportamiento sigue siendo poco comprendido, ya que habita en zonas oceánicas de gran profundidad y rara vez se acerca a las costas.
A nivel mundial, se han documentado menos de cien avistamientos de esta especie, lo que subraya la excepcionalidad del caso registrado en el litoral peruano. En el país, los reportes de presencia de este tiburón son aún más escasos, lo que convierte el hallazgo en un evento de alto valor científico.
Falta de educación ambiental y riesgos sanitarios

El descubrimiento de este ejemplar en la playa de Negritos representa una oportunidad única para la investigación marina. Sin embargo, la reacción de algunos pobladores, que comenzaron a filetear la carne del animal y a llevarse partes de su cuerpo, puso en evidencia la falta de educación ambiental y el desconocimiento de la normativa vigente.
Especialistas advirtieron que manipular o consumir fauna marina varada está prohibido debido al riesgo sanitario y al impacto negativo sobre la biodiversidad. Las imágenes difundidas mostraron a personas retirando filetes sin ningún tipo de control, lo que fue calificado como una grave infracción a las normas de protección de especies marinas.
El tiburón boquiancho, también conocido como tiburón de boca ancha, fue descubierto por primera vez el quince de noviembre de mil novecientos setenta y seis, cuando la tripulación del buque AFB-14 encontró un ejemplar enredado en un ancla flotante en Kaneohe, Hawái. Su descripción científica como nueva especie fue publicada en mil novecientos ochenta y tres por Taylor, Compagno y Struhsaker. Desde entonces, la comunidad científica ha registrado muy pocos encuentros con este animal, lo que ha dificultado el estudio de su biología y comportamiento.
Alimentación y comportamiento del Megachasma pelagios

Esta especie se alimenta principalmente de zooplancton, utilizando un método de filtración similar al del tiburón ballena, el tiburón peregrino y las mantarrayas. El Megachasma pelagios se acerca a sus presas abriendo ligeramente la boca mientras expande su cavidad faríngea, generando una fuerte succión que arrastra el zooplancton hacia el interior.
Una vez que ha capturado el mayor volumen de agua posible, cierra la boca y expulsa el agua a través de las hendiduras branquiales, donde las branquiespinas modificadas filtran el alimento. Su dieta incluye principalmente eufausiáceos, como Thysanopoda pectinata, así como pequeños peces mesopelágicos, entre ellos mictófidos y gonostomátidos, e incluso medusas como Atolla vanhoeffeni.
El valor científico de este ejemplar radica en la posibilidad de estudiar una especie que rara vez se observa en la superficie y cuya biología aún presenta numerosos interrogantes. La falta de intervención de las autoridades y la rápida desmembración del animal por parte de los vecinos impidieron que los especialistas pudieran analizar el cuerpo en condiciones óptimas. Según las imágenes difundidas, la manipulación del tiburón se realizó sin ningún tipo de control sanitario, lo que representa un riesgo tanto para la salud pública como para la conservación de la especie.



