En San Juan de Miraflores (SJM), las bandas criminales han desarrollado un sistema de control visible para identificar a las unidades obligadas a pagar cupos. Este mecanismo funciona únicamente entre los transportistas informales —combis, cústers y autos piratas— que operan sin autorización municipal, sin SOAT, sin revisión técnica y, en muchos casos, copiando colores y logotipos de empresas formales para pasar desapercibidos. A estos vehículos, los extorsionadores les colocan stickers específicos que certifican que han pagado el cobro diario.
Los trabajadores de la empresa San Genaro lo explicaron con claridad tras el atentado ocurrido recientemente: la combi involucrada —en la que falleció un pasajero— no era una unidad formal, sino una combi pirata que utilizaba los colores y el nombre de la empresa sin pertenecer a ella.
Según el personal de San Genaro, los transportistas informales utilizan dos tipos de stickers impuestos por los extorsionadores: uno con la imagen de Pablo Escobar y otro con la figura de un león. Estas calcomanías se colocan en la parte delantera y trasera para que los delincuentes puedan reconocer qué unidades ya pagaron el cupo diario. Las empresas formales recalcan que ellos no son víctimas de extorsión, pues cuentan con registros legales; sin embargo, sí se ven afectadas por la presencia de vehículos piratas que circulan con su imagen comercial falsificada.

“Los piratas llevan los mismos colores, la misma franja y algunos hasta saben la ruta”, comentó un representante a las cámaras de 24 horas. “La empresa no paga cupo ni recibe amenazas, pero igual existe temor entre los conductores porque estas unidades informales se mezclan con las nuestras”.
Las bandas que controlan los stickers
Las extorsiones en SJM funcionan así: los delincuentes controlan las rutas donde circulan las combis informales y exigen pagos diarios que suelen oscilar entre cinco y siete soles por unidad. Los stickers no son simples adornos, sino señales visibles de que el vehículo ya pagó. Una combi sin sticker es una combi que no ha cumplido con el cobro del día, y por lo tanto, queda expuesta a amenazas, agresiones o ataques.
En esta zona de Lima y en diversas ciudades del norte del país, estas bandas han convertido el transporte informal en un flujo permanente de dinero. “Acá todo… ya ha empezado demasiado la extorsión”, relató un conductor de la zona.

Las empresas formales, como San Genaro, han mostrado preocupación por el crecimiento de estas mafias, especialmente porque las combis piratas suelen operar usando nombres comerciales legalmente registrados, lo que genera confusión entre pasajeros y autoridades. “Ese conductor no tiene licencia. ¿Dónde están las autoridades para dar apoyo?”, cuestionó uno de los trabajadores.
El atentado en Pamplona Alta
La violencia asociada al cobro de cupos quedó evidenciada el sábado pasado en Pamplona Alta, cuando un joven de 25 años murió tras un ataque dentro de una combi de la línea A2. La Policía y los trabajadores consultados coinciden en el punto más importante: la unidad atacada era una combi pirata, no una formal.
Según los testimonios, el agresor fingió ser pasajero, pidió detener el vehículo y, apenas se abrió la puerta, disparó hacia el interior. El objetivo habría sido el conductor, pero el proyectil alcanzó al pasajero identificado como Luis Caja Salcedo, quien falleció camino al hospital.
El ataque ocurrió cerca de una posta médica, a las 19:30, en una zona con alta circulación de personas. El agresor huyó por pasajes estrechos y logró escabullirse entre los vecinos. La Policía activó el plan Cerco, bloqueó accesos y reforzó los puntos de control, pero no logró detenerlo.



