El sistema educativo peruano enfrenta un desafío crítico: un riesgo de deserción escolar que oscila entre 700.000 y 800.000 estudiantes por año. La advertencia fue realizada por el especialista en educación Paul Neira, quien aseguró que el porcentaje de alumnos que dejan la escuela en el país se sitúa entre 9% y 10% respecto al total de matriculados en los niveles escolares básicos.
La cifra resulta impactante si se compara con los ocho millones doscientos mil estudiantes que conforman la matrícula escolar nacional. De acuerdo con Neira, el fenómeno implica que cada año una proporción significativa de niños y adolescentes interrumpe su formación académica, lo que podría comprometer su futuro laboral y su desarrollo personal.
Paul Neira detalló a Exitosa que las consecuencias de abandonar la escuela temprano se evidencian a lo largo de la vida. La falta de una trayectoria escolar completa se asocia con mayor probabilidad de tomar decisiones desfavorables, enfrentar problemas legales y experimentar episodios de pobreza. Según el especialista, “hay un conjunto de factores cognitivos que se desarrollan a lo largo de la trayectoria en un colegio que al no culminarla afectan directamente tu vida adulta”.
El problema excede las aulas y se refleja en la estructura de la población económicamente activa (PEA). En este segmento, existen ocho millones ochocientos mil peruanos que no completaron la primaria, solo cursaron ese nivel o tienen secundaria incompleta. La explicación de este fenómeno social incluye factores como la migración del campo a la ciudad, impulsada por episodios de violencia interna, en referencia al periodo del terrorismo en el país.
Muchas de estas personas, según Neira, se vieron forzadas a abandonar la escuela para incorporarse de inmediato al trabajo, debido a la falta de oferta educativa o a la necesidad económica familiar. “No les daba la opción de poder acceder a un colegio porque tenían que ir a trabajar”, explicó el educador. Esta dinámica estructural ha generado una brecha educativa cuya magnitud alcanza, de acuerdo con el especialista, a cerca de una tercera parte de la población nacional.
La persistencia de altas tasas de deserción y los factores vinculados a la pobreza y la migración interna constituyen un reto estructural para el desarrollo del país. La magnitud del desafío educativo evidencia la necesidad de repensar políticas públicas que garanticen opciones reales de permanencia escolar y permitan mitigar un fenómeno que afecta no solo a individuos, sino a toda la sociedad peruana.
Situación alarmante

La deserción escolar en Perú sigue mostrando cifras preocupantes, especialmente entre jóvenes en situación de pobreza. Más de 46.000 estudiantes abandonaron la educación primaria entre 2022 y 2023, una tendencia que afecta no solo a los más pequeños, sino también a adolescentes que, pese a iniciar la secundaria, no logran concluirla debido a dificultades económicas y falta de recursos. Especialistas advierten que el acceso a la secundaria es una etapa clave para el desarrollo futuro de los estudiantes, y reclaman políticas educativas que aseguren condiciones favorables para este grupo, incluyendo ambientes libres de violencia y apoyo desde la familia.
La educación en Perú enfrenta retos adicionales por la distribución del presupuesto. Un poco más del 70% de los recursos destinados al sector se utiliza en planillas docentes, lo que limita la inversión en infraestructura y programas de apoyo. Expertos destacan la necesidad de formación continua e integral para los docentes, así como de apoyo emocional para los alumnos, como puntos fundamentales para reducir la deserción.
Entre las estrategias sugeridas para enfrentar este panorama figuran subsidios económicos para familias vulnerables, mejoras en la infraestructura educativa –especialmente en zonas rurales–, acceso a tecnología, campañas de sensibilización familiar y evaluaciones constantes que permitan ajustar las políticas según los resultados. El abordaje del fenómeno requiere esfuerzos multisectoriales entre los sectores de educación, salud, producción e infraestructura. La meta es lograr que los jóvenes permanezcan en el sistema educativo y puedan desarrollar su proyecto de vida sin que la pobreza o la desigualdad impidan su pleno desarrollo.



