No todo empieza de cero: la revolución emprendedora de los 50+

Si reconocemos que el emprendimiento también surge en etapas donde existe conocimiento acumulado, la conversación cambia

Guardar
Mature businessman speaking in an
Mature businessman speaking in an informal meeting with younger colleagues. They are in a modern start up space. (Getty)

Cada noviembre se habla del emprendimiento en el Perú y los festivales universitarios, concursos, encuentros empresariales, incubadoras y espacios de innovación recuerdan que somos un país ingenioso y adaptable. Pero hay un punto que casi nunca aparece en los discursos: el emprendimiento peruano no es mayoritariamente juvenil. Tampoco es reciente y está construido sobre historias laborales largas, aprendizajes acumulados y relaciones desarrolladas a lo largo de décadas.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 35 % de los nuevos emprendedores peruanos tiene 50 años o más. Es decir, una gran parte de los emprendimientos está en manos de personas que no están “empezando” la vida profesional, sino que la están replanteando desde otro lugar. Son trayectorias que no siguen la narrativa clásica de “empezar de cero”, sino la de transformar experiencia en propuesta económica. Si creemos que emprender solo ocurre al inicio de la vida laboral, limitamos nuestra visión del potencial productivo del país, en cambio, si reconocemos que el emprendimiento también surge en etapas donde existe conocimiento acumulado, la conversación cambia.

De acuerdo con datos recientes, el segmento de personas de 50 años o más supera los 9.9 millones en el país, y cerca del 17 % de ellos es independiente o emprendedor. Esto muestra que muchos emprendimientos no nacen al inicio de la vida profesional, sino que se construyen sobre experiencia acumulada, redes consolidadas y conocimientos adquiridos. No se trata de que unos emprendedores sean “mejores” que otros, sino de reconocer distintas formas de generar valor y cómo la combinación de innovación y trayectoria fortalece los ecosistemas.

Un ejemplo que permite observar esta realidad en acción son los Premios +50, donde cada año aparecen proyectos que trabajan temas como salud preventiva, educación intergeneracional, bienestar alimentario, servicios de cuidado y tecnologías aplicadas a la vida diaria. Lo impactante no es el reconocimiento en sí, sino lo que revela: hay innovación en las trayectorias largas, y esa innovación responde a necesidades reales del país.

Por eso, en este Mes del Emprendimiento, la conversación más valiosa no es cómo fomentar que más personas emprendan, sino cómo hacer que quienes ya emprenden puedan hacerlo con mejores condiciones de articulación, reconocimiento y escala. Se trata de impulsar ideas nuevas y dar continuidad a las que ya tienen raíces. El emprendimiento peruano no necesita una nueva identidad, lo que necesita es que se reconozca la amplitud de sus trayectorias. Porque la experiencia también innova, y cuando lo hace, lo hace para durar.