
A lo largo de una colina árida en el sur del Perú, se extiende una de las formaciones más misteriosas y monumentales de la arqueología andina: la Banda de agujeros de Monte Sierpe. Más de cinco mil orificios, alineados en patrones precisos y recorridos únicamente discernibles desde el aire, bordean el paisaje del valle de Pisco y alimentan desde hace décadas el debate en la comunidad científica internacional. El sitio, conocido entre los lugareños como Monte Sierpe —“Sierpe” evoca la figura de la serpiente—, fue presentado al mundo a través de fotografías aéreas publicadas en National Geographic en 1933 y, desde entonces, su propósito ha sido objeto de múltiples teorías y especulaciones.
Esta extraordinaria estructura —compuesta por aproximadamente 5.200 agujeros de entre uno y dos metros de ancho y hasta un metro de profundidad— se extiende por 1,5 kilómetros. Los orificios aparecen en bloques y filas sistemáticamente organizados, formando desde la cima del cerro una silueta sinuosa que, según muchos, recuerda a la espina dorsal de una gigantesca serpiente. La “cabeza” parece estar formada por una quebrada, mientras que la “cola” desemboca en zonas de cultivo cercanas a la carretera Panamericana Sur. El efecto visual de las hileras sobre la ladera acentúa la singularidad del monumento.
Durante décadas, la función de la Banda de agujeros ha sido un absoluto enigma para arqueólogos e historiadores. Se han postulado hipótesis que van desde almacén agrícola y sistema defensivo hasta colector de aguas, marcador astronómico o espacio ritual comunitario. Sin embargo, la ausencia de restos humanos, animales o vegetales en los agujeros, así como la inexistencia de estructuras similares en otros puntos de los Andes, profundizó la incógnita.
Las primeras excavaciones realizadas en los años 50 por el arqueólogo Dwight Wallace concluyeron que los agujeros no contenían huesos, cerámica ni materiales orgánicos reconocibles, lo que descartó muchas de las primeras conjeturas y convirtió al sitio en un caso único dentro de la arqueología precolombina sudamericana.
Investigaciones recientes y nuevas hipótesis
Recientemente, un equipo internacional de científicos de Australia, Estados Unidos y Perú —representando a instituciones como la Universidad de Sídney, el Instituto Australiano de Museos, la Universidad del Sur de Florida, la Universidad de California (Los Ángeles) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos— arrojaron nueva luz sobre el misterio. Utilizando tecnología de drones y análisis de microrestos botánicos, los investigadores cartografiaron por completo la Banda de agujeros y, por primera vez, examinaron los sedimentos de manera sistemática.
El líder del equipo, el arqueólogo digital Jacob Bongersde la Universidad de Sídney, destacó que “los drones permitieron describir con exactitud la alineación y magnitud de los agujeros, revelando patrones matemáticos y bloques con diferente número de filas y orificios, lo que apunta a una intención precisa en su construcción”.
El hallazgo más relevante provino del análisis de los sedimentos: restos de polen de maíz, fibras de juncos y vestigios de cestería tradicional evidenciaron que los antiguos habitantes revestían estos orificios con fibras vegetales y depositaban bienes en su interior, probablemente en cestas tejidas. “Estos datos respaldan la hipótesis de que, en época prehispánica, los grupos locales revestían periódicamente los agujeros con materiales vegetales y depositaban bienes en su interior, utilizando cestas tejidas y/o fardos para su transporte”, afirmó Bongers en declaraciones a Antiquity, donde fue publicado el estudio.
La localización estratégica de Monte Sierpe, entre antiguos centros administrativos incas y en la intersección de rutas comerciales prehispánicas, refuerza la hipótesis de que la Banda de agujeros funcionaba como espacio de encuentro y registro de bienes. Según el equipo de investigación, el sitio pudo haber sido creado por el reino preincaico de Chincha y luego adaptado a las necesidades incaicas como sistema de contabilidad y registro monumental. “Fundamentalmente, considero que estos agujeros son un tipo de tecnología social que reunía a las personas y que más tarde se convirtió en un sistema de contabilidad a gran escala bajo el Imperio inca”, añadió Bongers.
De hecho, el diseño del monumento presenta paralelos con los quipus —dispositivos andinos hechos de cuerdas y nudos para registrar información—. El estudio remarca que el patrón de Monte Sierpe se asemeja al de al menos un quipu inca recuperado en el mismo valle. De ahí surge la idea de que la Banda pudo ser un “quipu paisajístico”, un registro gigantesco para el control de bienes y tributos gestionados por caravanas y comunidades que convergían en el mercado.
Estudios dirigidos por Charles Stanish y Henry Tantaleán estiman que la construcción de los agujeros era factible para los estándares técnicos del mundo prehispánico: “Un simple cálculo revela que diez trabajadores podrían construir esta banda entera en 300 días; 50 trabajadores en 60 días, y 100 trabajadores en un mes”, consignaron a la prensa.
Desafíos para la arqueología y futuro del sitio

Sin embargo, no todo está resuelto. Los arqueólogos reconocen que aún se desconoce la fecha exacta de origen de la Banda de agujeros ni la secuencia completa de sus usos. Asimismo, la ausencia de monumentos comparables en otras partes de los Andes mantiene abierto el debate y acentúa el desafío interpretativo. “Todavía hay muchas preguntas sin respuesta, como ¿por qué este monumento solo se ve aquí y no en todos los Andes? Pero cada vez estamos más cerca de comprender este misterioso lugar. Es muy emocionante”, admitió Bongers en Antiquity.
Monte Sierpe, en suma, constituye un ejemplo sobresaliente de la innovación indígena andina en registro y organización social. Su función probable como espacio de encuentro, contabilidad y mercado preincaico lo convierte en uno de los mayores enigmas y tesoros arqueológicos de Sudamérica. El legado de este monumento sigue vivo, desafiando la imaginación de científicos y visitantes, y recordando que el pasado andino aún guarda secretos que esperan ser completamente descifrados.



