
La entrega del antiguo Hotel Comercio al equipo técnico de PROLIMA marcó un punto clave dentro del proceso de recuperación del Centro Histórico de Lima. La ceremonia se desarrolló en un ambiente formal, con la presencia de representantes del Ministerio de Economía y Finanzas y de la entidad municipal encargada de la planificación urbana. El inmueble, ubicado en el jirón Áncash, volvió a la agenda pública por su valor arquitectónico, pero también por la historia que acompañó a su existencia.
La estructura mantiene su fachada, la única parte que aún puede verse desde la calle y que conserva la memoria de un establecimiento que funcionó en una Lima distinta, marcada por el tránsito de viajeros, el movimiento cultural y episodios que quedaron en las crónicas policiales. Para muchos limeños, el nombre del exHotel Comercio evoca una época en la que la ciudad empezaba a consolidar su infraestructura de hospedaje y en la que este edificio ocupó un espacio estratégico junto al actual Bar Cordano.
La transferencia del inmueble a PROLIMA abrió paso a un proceso de restauración basado en criterios técnicos, con énfasis en la evidencia histórica y el respeto a la autenticidad material. Dentro del Plan Maestro del Centro Histórico, este edificio forma parte de uno de los ejes priorizados, donde se impulsa la recuperación del patrimonio y la reactivación cultural. La propuesta incluye un cambio de uso: el antiguo espacio comercial servirá como sede del futuro Centro de Investigación y Exposición del Patrimonio Arqueológico del Centro Histórico de Lima, destinado a mostrar hallazgos locales vinculados al desarrollo urbano desde el periodo fundacional hasta la etapa republicana.
Un edificio con pasado largo y transformaciones sucesivas

El solar original perteneció a García de Salcedo durante el periodo colonial. Después pasó por diversas manos desde su primer adjudicatario, Alonso Riquelme, hasta que los terremotos de 1687 y 1746 destruyeron las primeras construcciones del área. Con el tiempo, la zona quedó disponible para nuevas edificaciones que respondieron a las dinámicas de la ciudad en expansión.
En 1848, Isidro de Aramburú levantó el Hotel Comercio, un edificio de adobe, quincha y ladrillo que reflejaba las soluciones arquitectónicas tradicionales de la época. Contaba con tres pisos, dos patios y más de cien habitaciones. Su entrada principal estaba en la calle Pescadería, muy cerca del lugar donde funciona el Bar Cordano. El flujo de huéspedes creció con la construcción de la Estación Ferroviaria de Desamparados en 1912, lo que convirtió al hotel en un punto muy concurrido del centro limeño.
Décadas después, su reputación cambió de forma abrupta por un crimen que quedó grabado en las páginas policiales de 1930. Ese episodio alteró la imagen del establecimiento hasta que, con el paso del tiempo, dejó de operar como hospedaje. Solo quedó activo el tradicional bar del primer nivel, mientras el resto del inmueble permaneció en abandono progresivo.
En 1980, el exHotel Comercio recibió la condición de Monumento y pasó a integrar el conjunto patrimonial del Centro Histórico. Más adelante, en 2004, la gestión del inmueble quedó a cargo del Instituto Nacional de Cultura. La incorporación actual al plan de PROLIMA representa un nuevo capítulo orientado a su recuperación completa y a su integración a la dinámica cultural de la zona.
El crimen que marcó una época

El episodio más recordado ocurrió la noche del 24 de junio de 1930, cuando dos ciudadanos españoles, Genaro Ortiz y Marcelino Domínguez, ocupaban la habitación 89 tras llegar desde Buenos Aires. Ambos habían salido de Argentina después de robar una joyería y estaban instalados en el hotel desde el 20 de junio. Una discusión por dinero terminó en un ataque que dejó muerto a Marcelino.
Genaro intentó ocultar el cuerpo y lo dividió en partes para meterlo en dos maletas. Después alquiló un cuarto en la calle Concha 356, donde escondió una de ellas y aseguró el lugar con un candado antes de dirigirse al Callao con intención de abandonar el país. Días después, la familia que administraba la vivienda percibió un olor desagradable y avisó a la Policía, que encontró los restos.
La investigación llevó a los agentes a la habitación del Hotel Comercio. Allí hallaron indicios del crimen y descubrieron que los documentos de Genaro no eran auténticos. Tras una búsqueda internacional, las autoridades lo ubicaron en Panamá el 10 de julio de 1930. Recibió una sentencia de 25 años en la Penitenciaría de Lima, aunque salió en libertad por un indulto otorgado en los años cincuenta. Después cambió su nombre y desapareció de los registros públicos.



