Puno celebra 357 años con espectacular escenificación de la salida de Manco Cápac y Mama Ocllo en las islas de los Uros

La orilla del Titicaca fue escenario de una ceremonia que reafirma la identidad del altiplano y la vigencia del mito fundador del Cusco

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Puno revive el mito fundacional del Tahuantinsuyo: Manco Cápac y Mama Ocllo surgen desde el Titicaca en escenificación ancestral. (Canal N)

La ciudad de Puno vivió una jornada de gran expectativa en las orillas del Titicaca. Desde muy temprano, diversas embarcaciones artesanales se desplazaron hacia una de las islas de los Uros, donde los habitantes prepararon la escenificación central de la salida de Manco Cápac y Mama Ocllo. El ambiente reflejó la importancia simbólica de la fecha, que cada año reúne a grupos locales y visitantes atraídos por una tradición que mantiene vigente una narrativa ancestral.

La preparación de la pareja mítica y de los integrantes del séquito mostró la continuidad de una práctica que forma parte del imaginario altiplánico. Músicos, collas y representantes de los cuatro suyos ocuparon sus lugares para iniciar el recorrido hacia tierra firme. Los pututos sonaron en distintas direcciones del lago, marcando el inicio de un acto que conecta a la población con relatos estructurados durante siglos. El público observó cada movimiento mientras la luz matinal acompañó el desplazamiento de las balsas sobre el Titicaca.

Puno conmemora este año 357 años de su traslado desde el asentamiento minero San Luis del Alba hacia Puñuy Pampa, hecho registrado en 1668. La ciudad resalta su papel dentro del sur andino como punto cultural y destino turístico, sostenido por un legado que incluye el lago navegable más alto del mundo, la Fiesta de la Candelaria y un conjunto amplio de expresiones que fortalecen una identidad compartida. La escenificación de la pareja fundadora se integra a este conjunto, al considerarse parte de una tradición que refuerza el vínculo entre historia, memoria y territorio.

La figura mítica de Manco Cápac

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La orilla del Titicaca fue escenario de una ceremonia que reafirma la identidad del altiplano y la vigencia del mito fundador del Cusco. (Facebook)

Crónicas elaboradas por distintos autores identifican a Manco Inca, también llamado Ayar Manco, como el primer gobernante de la cultura inca en Cusco durante los inicios del siglo XIII. Su figura aparece asociada al origen del orden político y religioso del mundo andino. La construcción de su imagen se consolidó gracias a la labor del escritor e historiador Inca Garcilaso de la Vega, quien recopiló la leyenda a partir de 1563. Su vínculo familiar con la nobleza inca permitió conocer versiones transmitidas por generaciones.

El relato registrado por Garcilaso de la Vega en los “Comentarios Reales” describe una situación previa en las tierras cercanas al lago Titicaca. Según ese contenido, los habitantes vivían sin organización política ni prácticas agrícolas estables. Frente a esta situación, el dios Inti decide enviar a dos figuras con una misión definida: orientar a los pobladores y establecer un dominio que consolidara un nuevo orden social y religioso. Para ello, entrega a la pareja una barra dorada con la indicación de buscar un lugar donde esta se hunda sin dificultad.

El inicio del viaje ocurre en las aguas del Titicaca. La aparición de la pareja sorprende a los habitantes por la calidad de sus vestimentas y por la presencia de adornos que indicaban un origen divino. Desde ese punto, el desplazamiento continúa hacia el norte. Durante varios días, la barra no encuentra un suelo adecuado. El trayecto finaliza en un valle rodeado por montañas, donde la barra se hunde en una ladera llamada Huanacauri. Ese punto marcaría el sitio asignado para el establecimiento del Cusco.

Una vez fijado el lugar, Manco Cápac introduce conocimientos orientados a la organización de la vida cotidiana: técnicas agrícolas, pesca, construcción de viviendas, prácticas religiosas y formas básicas de administración. Mama Ocllo asume tareas de formación dedicadas a las mujeres, vinculadas a actividades domésticas y al uso de prendas elaboradas para cubrir el cuerpo. Con estas acciones, ambos configuran las bases de un dominio que después serviría para la expansión incaica y la consolidación de nuevas estructuras sociales.