
Reconocer cuándo el cansancio que sentimos va más allá de lo físico y empieza a afectar nuestra mente es clave para cuidar nuestra salud integral. En el Perú, por ejemplo, el Ministerio de Salud (Minsa) ha señalado que los casos de afecciones de salud mental aumentaron en los últimos años, lo que refleja una creciente demanda de atención. Además, advierte que la fatiga emocional, es decir, el agotamiento que se produce ante tensiones prolongadas, pone en riesgo la salud mental de la población. Aun así, muchas personas sólo consideran el cansancio físico, ignorando los signos del desgaste mental. Precisamente, este desgaste puede manifestarse en forma de fatiga cognitiva: un agotamiento mental que afecta la concentración, la memoria, la motivación y otras funciones cognitivas.
Fatiga cognitiva: 7 señales de que tienes agotamiento mental

Cuando nuestra mente ha estado bajo una demanda constante, ya sea por estrés laboral, académico, emocional o por situaciones vitales intensas, pueden aparecer señales que indican que algo no va bien.
- Dificultad para concentrarse: notas que te cuesta mantener la atención en tareas incluso simples, que te distraes con facilidad o que vuelves una y otra vez a la misma idea sin avanzar.
- Olvidos frecuentes o memoria debilitada: se incrementan los lapsos en que se te escapan palabras, olvidas citas, pasos de un proceso, o se te dificulta recordar cosas recientes.
- Sensación de lentitud mental o mente en blanco: tu fluidez para pensar, razonar o responder se ve disminuida; te cuesta articular ideas o tienes que esforzarte más de lo habitual para completar una actividad mental.
- Falta de motivación y disminución del rendimiento mental: aunque duermas lo suficiente, sientes que no rindes igual, que la claridad mental no está presente, o que hacer tareas que antes eran fáciles ahora te agotan.
- Irritabilidad, frustración o ansiedad ante la exigencia mental: la fatiga se acompaña de mal humor, de impaciencia con uno mismo, de sentirse “sobrepasado” por cosas que antes se manejaban bien.
- Sueño deficiente o sensación de que el descanso no es reparador: aunque duermas lo suficiente, tu mente sigue pesada, aparece el cansancio mental al despertar, o no desconectas de pensamientos que siguen dando vueltas.
- Malestar físico asociado: dolores de cabeza frecuentes, tensión en el cuello o la espalda, mayor sensibilidad al estrés o al entorno, sensación de que la mente ya no da más.
Si reconoces varias de estas señales durante varias semanas, es posible que estés experimentando fatiga cognitiva. No es un signo de debilidad personal: es un indicador de que tus sistemas cognitivos (la atención, la memoria, el procesamiento) están bajo presión y necesitan ser atendidos.
Cómo prevenir la fatiga cognitiva

Prevenir el agotamiento mental implica adoptar hábitos que fortalezcan la mente y reduzcan la carga cognitiva innecesaria. Algunas estrategias clave:
- Establecer rutinas regulares de descanso mental: reservar momentos para pausar, desconectarse de pantallas, hacer actividades que no demanden mucho esfuerzo cognitivo.
- Dormir bien y en horarios consistentes: el sueño reparador es esencial para la recuperación de la mente; la falta de sueño puede agravar el desgaste cognitivo.
- Organizar y priorizar tareas: evitar la multitarea constante y dar descansos entre labores mentales intensas; establecer tiempos de concentración y tiempos de descanso.
- Alimentarse bien y mantenerse activo: la nutrición, el ejercicio y la hidratación impactan tanto en la energía física como mental; mover el cuerpo ayuda a liberar tensión y activar la mente.
- Limitar el exceso de estímulos: reducir distracciones, ordenarse en el entorno, evitar ambientes con ruido constante o interrupciones frecuentes que desgastan la capacidad de concentración.
- Practicar técnicas de relajación o mindfulness: entrenar la mente para manejar mejor la presión, el estrés y para recuperar claridad mental.



