Erick Moreno Hernández, conocido como “El Monstruo”, líder de la organización criminal “Los Injertos del Cono Norte”, fue capturado en Paraguay tras varios días de vigilancia policial. El sujeto permaneció oculto en una vivienda alquilada en San Lorenzo apenas cinco días antes de su detención, donde su entorno reflejaba un marcado contraste con su vida anterior de lujo, fiestas y poder. La intervención se logró gracias a la colaboración de un informante vinculado a su círculo cercano y al seguimiento constante de las autoridades paraguayas.
Durante su tiempo en Paraguay, Moreno Hernández convivió con condiciones mínimas: un cuarto reducido, sin ropero, con una cama diminuta, un ventilador, un televisor antiguo y botellas de plástico cortadas que utilizaba para beber. Su cabello crecido intentaba disimular su identidad mientras trataba de pasar desapercibido. Esta transformación radical evidencia la caída de un hombre que hasta hace poco ejercía control absoluto en Lima Norte y que ahora enfrenta el proceso judicial que lo devolverá a Perú.
La vida oculta de ‘El Monstruo’
Erick Moreno Hernández se refugió en San Lorenzo, Paraguay, tratando de evadir a la justicia peruana. El criminal más buscado del país permaneció en una vivienda humilde, alquilada apenas días antes, donde compartía el espacio con una mujer paraguaya que sería su pareja temporal. La casa mostraba un evidente descuido: latas, bolsas, cables y tierra alrededor, además de un jardín reseco que no había recibido mantenimiento.

La vigilancia de la policía paraguaya comenzó semanas antes. Moreno Hernández intentó pasar desapercibido, permaneciendo frente a un televisor antiguo y usando un ventilador para soportar los 32 grados centígrados. Su cabello crecido le cubría parcialmente el rostro, un intento de ocultar su identidad, mientras la precariedad de su entorno contrastaba radicalmente con su pasado de lujo y poder.
De lujos a elementos improvisados
En los últimos días de libertad, el líder de “Los Injertos del Cono Norte” no contaba con comodidades básicas. Bebía de botellas de plástico cortadas, utilizaba una pequeña mesita de mayólica para comer y carecía de ropero. La cama era diminuta, la toalla estaba sucia y el espacio de cuatro por dos metros era compartido con su acompañante. Este entorno mostraba un estilo de vida completamente opuesto al de sus tiempos de reuniones suntuosas, alfombras y dinero en efectivo.
La transición de este delincuente acostumbrado a lujos extremos a vivir en condiciones mínimas refleja la presión de las investigaciones y los seguimientos policiales que lo acorralaron. La vivienda era un claro ejemplo de la caída de un hombre que hasta meses antes disfrutaba de comodidades que parecían inalcanzables para cualquier ciudadano común.

El seguimiento y la traición que sellaron su destino
La localización de Moreno Hernández fue posible gracias a un informante vinculado a su círculo cercano. La pareja de la mujer con la que compartía la vivienda habría facilitado información clave a la policía paraguaya. Durante el tiempo que estuvo en el lugar, el criminal fue observado de manera discreta, registrando sus movimientos hasta que la intervención fue inevitable.
El descuido y la rutina diaria permitieron que las autoridades actuaran sin resistencia. Al momento de la captura, Erick Moreno Hernández vestía un polo blanco y un short, mostrando resignación ante los agentes, sin armas ni recursos para intentar escapar. Sus últimos días de libertad fueron marcados por la vigilancia constante y la imposibilidad de mantener su antigua vida de poder y riqueza.

La operación y el traslado a máxima seguridad
La noche del allanamiento, agentes paraguayos irrumpieron en la vivienda y procedieron a su detención. Tras la captura, se realizó un minucioso registro del lugar en búsqueda de elementos que pudieran vincularlo con las actividades ilícitas que se le atribuyen. El Poder Judicial de Paraguay dispuso prisión preventiva y su traslado a un penal de máxima seguridad, donde permanece aislado y bajo estricta vigilancia.
El centro penitenciario cuenta con distintas celdas diseñadas para impedir cualquier comunicación entre internos o intentos de fuga. Moreno Hernández fue trasladado usando chaleco antibalas y custodia policial, mientras que su ubicación y movimientos fueron controlados para garantizar la seguridad y evitar riesgos. Su traslado marca el final de su breve vida oculta y abre paso a los procedimientos legales en Perú, donde deberá responder por múltiples delitos.