La extorsión contra los transportistas en el Perú ha alcanzado niveles críticos, convirtiendo el trabajo diario de los conductores en una lucha por la supervivencia. Los choferes y cobradores enfrentan no solo la presión de cumplir con sus rutas, sino también las demandas implacables de bandas criminales que los controlan mediante amenazas de muerte.
Estas mafias han impuesto un sistema de extorsión tan sofisticado que los conductores deben rendir cuentas directamente a los delincuentes, quienes monitorean cada uno de sus movimientos. La situación ha generado un clima de miedo permanente, donde el mínimo error puede costarles la vida.
“Si no lo hacemos estamos propensos a que nos maten o que nos hagan daño”, relató un conductor bajo condición de anonimato en declaraciones a América TV.

Extorsión bajo control absoluto
Los mensajes de los extorsionadores son recibidos a diario: “¿Qué fue? ¿Por qué no saliste hoy día? Pagas porque pagas, ¿o quieres terminar como tu compañero, en un cajón?”.
Estas amenazas, recibidas a través de mensajes o llamadas, reflejan el nivel de vigilancia al que están sometidos los transportistas. “Ellos ya saben todos los movimientos que hacemos. Prácticamente saben toda mi vida, la vida del conductor”, relata una de las víctimas con resignación.
En muchos casos, los choferes ya no rinden cuentas a sus empleadores, sino a las mafias que imponen sus propias reglas. “Nosotros tenemos que reportarnos para que ellos puedan recibir lo que piden, y si no lo hacemos, estamos propensos a que nos maten”, denuncia el conductor bajo anonimato.
En algunos casos, los conductores han tenido que enviar recetas médicas o certificados de salud para justificar una ausencia, aún así, salgan a trabajar ese día o no, los extorsionadores deben recibir su dinero.

Ganancias reducidas al mínimo
El impacto económico de la extorsión es devastador. Los ingresos de los transportistas, ya de por sí bajos, se ven reducidos a casi nada tras pagar los cupos diarios. “Juan”, un chofer de buses, explica que después de cubrir los 50 soles exigidos, apenas le quedan entre 20 y 30 soles para llevar a casa. “Por nuestra familia, vamos con fe no más, vamos a terminar el día con fe”, dice.
“No me interesa, mi plata es mi plata”, le espetó un extorsionador cuando Juan intentó explicar su situación médica. Esta falta de empatía agrava la precariedad de los conductores, quienes deben priorizar el pago de los cupos por encima de sus necesidades básicas, como alimentos o medicinas.

Coleccionistas de balas
Estas bandas no solo controlan las rutas, sino que también tienen en la mira cualquier interacción de los transportistas con las autoridades. “Si hablan de nuevo con los tombos, próximo muerto vas a ser tú”, advierten.
“La verdad es que los policías se han vuelto coleccionistas de balas. Llegan cuando ya al compañero lo han matado”, se queja un chofer. Además, la percepción general es que la justicia es insuficiente, ante las constantes disputas entre la Fiscalía y la Policía Nacional. “Cuando agarran a los sicarios, los sueltan”, agrega el conductor.
La desesperación ha llevado a algunos transportistas a contemplar medidas extremas. La falta de acción efectiva por parte del gobierno ha generado un sentimiento de abandono, dejando a los conductores en una posición vulnerable donde sienten que deben elegir entre su vida y la de los delincuentes.