
Ocho ecosistemas frágiles de tres regiones del Perú fueron inscritos en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (Sunarp), lo que les otorga seguridad jurídica y refuerza su protección frente a amenazas ambientales. La medida fue anunciada por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor), entidad adscrita al Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego, y representa un paso decisivo en la lucha por conservar la biodiversidad del país.
Los ecosistemas inscritos son Santa Julia en Piura; Amaru Mayo, Kotsimba y Wasaí en Madre de Dios; y El Cisne, Vista Alegre, Tambo Roca y Amerrega la Colina en Pasco. Con esta decisión, ya son diez los ecosistemas frágiles registrados en 2025, incluyendo los de Muro y Cerro Colorado, en Lima.
El superintendente nacional de la Sunarp, Armando Subauste Bracesco, destacó la importancia de esta inscripción formal y subrayó el trabajo coordinado entre instituciones estatales, gobiernos regionales y comunidades locales para garantizar la preservación de estos espacios naturales.
Importancia del reconocimiento legal
La inscripción de estos ecosistemas en los Registros Públicos asegura reconocimiento legal y les brinda una herramienta adicional para enfrentar presiones como la expansión agrícola, la deforestación, la minería informal y el cambio climático.
El proceso forma parte de la Lista Sectorial de Ecosistemas Frágiles que lidera el Serfor, la cual busca identificar, registrar y proteger las áreas naturales que cumplen un papel clave en la regulación hídrica, la captura de carbono, la protección de suelos y la preservación de especies en peligro.

Este reconocimiento no solo beneficia a la naturaleza, sino también a las comunidades locales que dependen de los servicios ecosistémicos para actividades como la agricultura, la pesca, la provisión de agua y el turismo sostenible.
¿Qué son los ecosistemas frágiles?
Los ecosistemas frágiles son áreas naturales con características únicas y alto valor ecológico. Se consideran frágiles porque cualquier alteración en su equilibrio puede causar daños graves y, en algunos casos, irreversibles. En Perú, ejemplos comunes incluyen bosques secos, humedales, pajonales altoandinos y aguajales amazónicos.
Entre las funciones más importantes de estos ecosistemas se encuentran:
- Regular el ciclo del agua, almacenando y liberando gradualmente recursos hídricos.
- Capturar carbono, ayudando a mitigar los efectos del cambio climático.
- Proteger los suelos de la erosión y degradación.
- Refugiar especies de flora y fauna amenazadas, algunas de ellas endémicas del territorio peruano.
El reconocimiento legal de estos ecosistemas garantiza que puedan acceder a planes de manejo, financiamiento para conservación y acciones conjuntas con autoridades regionales y locales.
Conservación en el Perú
El Perú es uno de los países con mayor diversidad biológica en el mundo y alberga 84 de las 117 zonas de vida reconocidas en el planeta. Sin embargo, esta riqueza natural enfrenta serias amenazas. Según datos del Ministerio del Ambiente, la deforestación en la Amazonía peruana avanza a un ritmo preocupante, con la pérdida de miles de hectáreas cada año debido a la tala ilegal, la minería informal y el avance de la frontera agrícola.

Por ello, medidas como la inscripción de ecosistemas frágiles en Sunarp resultan cruciales para fortalecer el marco legal de protección. Este proceso se articula con los compromisos internacionales del Perú en materia de cambio climático y biodiversidad, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica y el Acuerdo de París.
Impacto en las comunidades locales
La protección de estos ecosistemas también tiene un fuerte componente social. Comunidades campesinas y nativas en regiones como Madre de Dios y Pasco dependen directamente de la calidad del agua, la fertilidad del suelo y la disponibilidad de recursos naturales que estos ecosistemas mantienen en equilibrio.
El registro legal reduce el riesgo de conflictos por uso de tierras, promueve la gestión sostenible de recursos y abre la posibilidad de acceder a proyectos de reforestación y turismo ecológico que generen beneficios económicos sin dañar el medio ambiente.
En Piura, por ejemplo, el ecosistema de Santa Julia contribuye a la conservación del bosque seco, un bioma altamente amenazado por la deforestación y el cambio climático, mientras que en Madre de Dios los ecosistemas inscritos se asocian a la selva amazónica, considerada uno de los pulmones del planeta.
Retos y próximos pasos
Aunque la inscripción en Sunarp representa un avance, el reto principal sigue siendo la implementación efectiva de medidas de conservación. Para ello se requiere financiamiento, fortalecimiento institucional y participación activa de las comunidades.
Organismos como el Serfor han señalado que continuarán trabajando en la identificación de nuevos ecosistemas frágiles en todo el territorio nacional, con el objetivo de ampliar la red de áreas naturales con seguridad jurídica. Además, se busca que los gobiernos regionales integren estas zonas en sus planes de ordenamiento territorial, asegurando un desarrollo económico compatible con la protección ambiental.