
Cuando una persona fallece sin dejar un testamento válido, sus bienes y derechos no se pierden ni quedan en incertidumbre. En el Perú, el proceso se rige por la sucesión intestada, prevista en el Código Civil, que establece con precisión quiénes tienen derecho a heredar y en qué proporciones. Este marco legal busca garantizar que la transmisión del patrimonio se haga de manera justa, siguiendo un orden de parentesco y brindando seguridad a los familiares.
La sucesión intestada en el Perú
La sucesión intestada se activa cuando el fallecido no deja un testamento, o cuando este es declarado inválido, insuficiente o no menciona a herederos. De acuerdo con el artículo 816 del Código Civil, el orden de herederos se define de forma jerárquica, priorizando a los descendientes, luego a los ascendientes, seguido del cónyuge o conviviente reconocido legalmente, los parientes colaterales y, en última instancia, el Estado.
Este sistema asegura que los bienes no queden sin dueño y que los familiares más cercanos reciban lo que por ley les corresponde. Sin embargo, lo que muchos se preguntan es qué porcentaje corresponde a cada heredero cuando no existe testamento.
Hijos y descendientes directos
En el caso más común, cuando la persona fallecida deja hijos, la norma es clara: todos los hijos heredan por partes iguales, sin importar si fueron concebidos dentro o fuera del matrimonio. Por ejemplo, si el causante deja tres hijos, cada uno recibirá el 33.3 % del patrimonio.

La ley también contempla el derecho de representación. Esto significa que, si uno de los hijos hubiera fallecido antes que el padre o madre, los nietos de este heredarán en conjunto la parte que le correspondía a su progenitor, dividiéndola en partes iguales.
Cónyuge y descendientes
Cuando el fallecido deja un cónyuge junto con hijos, el reparto también es equitativo. El cónyuge hereda como si fuera un hijo, participando en igualdad de condiciones. Así, si el causante deja dos hijos y un cónyuge, la herencia se divide en tres partes iguales, con un 33.3 % para cada uno.
Este reconocimiento al cónyuge asegura protección a la pareja sobreviviente, evitando que quede excluida en beneficio exclusivo de los descendientes.
Padres y cónyuge
Si el fallecido no deja hijos, entran en juego los padres y el cónyuge. En este caso, el cónyuge comparte la herencia con los ascendientes en partes iguales. Por ejemplo, si sobreviven el cónyuge y ambos padres, la herencia se divide en tres: 33.3 % para cada uno.
Cuando solo vive uno de los padres junto con el cónyuge, la división será en dos, con un 50 % para cada uno

Si no existen hijos ni cónyuge, pero sí padres, estos heredan todo el patrimonio en partes iguales. Si ambos padres están vivos, cada uno recibe el 50 %.
Herencia de los hermanos
En los casos en que no existen descendientes, ascendientes ni cónyuge, la ley otorga los derechos sucesorios a los hermanos del fallecido, quienes heredan por partes iguales. Así, si hay cuatro hermanos, cada uno recibirá el 25 %.
Cuando un hermano ha fallecido, sus hijos (los sobrinos del causante) podrán heredar por representación la parte que le hubiera correspondido a su padre.
El Estado como último heredero
Un escenario menos frecuente, pero previsto en la legislación, ocurre cuando no existen descendientes, ascendientes, cónyuge ni hermanos. En esta situación, la herencia se declara vacante y los bienes pasan a la beneficencia pública del último domicilio del causante. De este modo, se asegura que el patrimonio cumpla un fin social, evitando que quede sin titularidad.
Consideraciones sobre deudas y beneficios
La herencia no solo comprende bienes y derechos, sino también las deudas del fallecido. Los herederos tienen la opción de aceptar la herencia bajo el beneficio de inventario, lo que significa que solo responden por las deudas hasta donde alcance el patrimonio heredado, protegiendo así su propio patrimonio personal.
Asimismo, el proceso de sucesión intestada puede tramitarse de manera notarial, cuando no hay conflictos entre herederos, o judicial, en caso de discrepancias. Una vez concluido, se inscribe la declaratoria en la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (SUNARP), lo que permite a los herederos disponer legalmente de los bienes.
Un sistema que busca equidad
El reparto de una herencia sin testamento en el Perú está diseñado para mantener un orden claro y equitativo. Los hijos y el cónyuge ocupan el primer nivel de prioridad, seguidos por los padres, los hermanos y, en última instancia, el Estado.
En resumen, los porcentajes dependen de quiénes sobrevivan al fallecido, pero la regla general es que los herederos de un mismo nivel heredan en partes iguales, garantizando un trato justo y evitando disputas innecesarias.
Este marco legal brinda certeza y respaldo a las familias, asegurando que los bienes se transmitan conforme a la ley y que el patrimonio de una persona nunca quede en el vacío.



