
Durante años, el flujo de capital ha seguido una dirección clara: empresas chilenas expandiéndose a Perú, atraídas por sus costos operativos competitivos y su mercado en crecimiento. Pero, en el mapa de las decisiones estratégicas, no siempre conviene seguir la corriente. A veces, mirar hacia la otra orilla revela oportunidades que exigen visión, no inercia.
Para el inversionista peruano, instalar una empresa en Chile puede parecer contraintuitivo. ¿Por qué entrar a un mercado más maduro, más regulado y más exigente? Precisamente, por eso. Chile ofrece lo que muchas economías en expansión aún están construyendo: seguridad jurídica, que no depende del ciclo político; infraestructura logística, que reduce costos invisibles; acceso preferencial a más de 60 economías, incluyendo Estados Unidos, Europa y Asia; capital humano altamente calificado, listo para escalar operaciones complejas.
Pero hay algo más. Chile no solo es un país donde se puede operar: es un país donde se puede proyectar. Para empresas peruanas que buscan internacionalizarse, consolidar su reputación o diversificar sus riesgos, esa larga y angosta faja de tierra funciona como una plataforma de legitimidad. Estar en Chile no es solo estar en otro mercado; es estar en un mercado que abre puertas.
Los grupos peruanos que ya han cruzado esta frontera lo saben. Gloria, Intercorp, Credicorp, Breca. Todos han encontrado en Chile no solo competencia, sino complementariedad. Han adquirido empresas, instalado operaciones logísticas y fortalecido su presencia regional.
Sin embargo, el entorno chileno exige más. La normativa tributaria es compleja, la fiscalización es activa y la cultura empresarial es rigurosa. Justamente, por eso, contar con asesoría especializada como la que entregan especialistas con experiencia, como los de BBSC es vital.
No se trata de adaptarse: se trata de instalarse estratégicamente. Invertir en Chile no es seguir una tendencia. Es anticiparla y muchos peruanos ya lo están haciendo.
