
La mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del sector energía en el Perú proviene del transporte terrestre, según la Organización de las Naciones Unidas. Esto principalmente por el uso de los combustibles fósiles. En ese contexto, la Línea 1 del Metro de Lima representa un ejemplo tangible de cómo un sistema eléctrico de transporte masivo puede generar beneficios ambientales, operativos y sociales medibles. Más de 620 mil personas la utilizan a diario, recorriendo 34 kilómetros que conectan 11 distritos a través de una infraestructura impulsada principalmente por electricidad.
La evidencia es clara. Según estimaciones del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), entre 2012 y 2024, gracias a la operación de la Línea 1 del Metro de Lima, se dejaron de emitir hasta 432 mil toneladas de CO₂, que habrían sido generadas si los pasajeros se movilizaban en vehículos privados o transporte público convencional. En términos relativos, ello representa una reducción de entre 64% y 76% de las emisiones asociadas al transporte de pasajeros, al comparar el escenario sin proyecto con el escenario con proyecto.
Los resultados se dan porque la Línea 1 es un sistema eléctrico de transporte masivo que sustituye recorridos que, de otra manera, se realizarían en unidades diésel o gasohol con antigüedades promedio superiores a 12 años. Este cambio modal reduce directamente la quema de combustibles fósiles y, por tanto, las emisiones contaminantes. En ciudades como Londres, el Underground, el sistema de metro más antiguo del mundo, inaugurado en 1863, ha estimado beneficios similares: el cambio del automóvil al metro eléctrico evita cerca de 2.4 millones de toneladas de CO₂ anuales. Singapur y Copenhague también han documentado que la electrificación del transporte masivo es uno de los mecanismos más efectivos para avanzar en sus metas de neutralidad de carbono.
A la ventaja ambiental se le suma el impacto económico/social del valor en el tiempo promedio de viaje de un pasajero en la Línea 1, ya que se reduce en más de 2 horas respecto a otros medios de transporte. Esa ganancia de tiempo, multiplicada por los más de 620 mil pasajeros diarios, representa millones de horas anuales liberadas para trabajo, educación, descanso y conexiones sociales. Desde una perspectiva de eficiencia de recursos, no solo se ahorra energía y se reduce la congestión, sino que también se optimiza el tiempo, siendo el recurso más escaso en cualquier economía urbana.
En el plano internacional, los compromisos climáticos demandan acciones de este tipo. El Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente el ODS 11 (Ciudades y Comunidades Sostenibles) y el ODS 13 (Acción por el Clima), instan a transformar la infraestructura urbana para reducir emisiones y mejorar la calidad de vida. Perú, a través de su compromiso expuesto en el documento “Contribución Determinada a Nivel Nacional”, se ha propuesto disminuir en 40% sus emisiones proyectadas al 2030 y en esta meta, el transporte es clave.
El Metro de Lima demuestra que un sistema de transporte masivo, eléctrico, seguro y eficiente es una realidad tangible con beneficios comprobados. El desafío está en ampliar este modelo para reducir aún más la dependencia de combustibles fósiles, fortalecer la competitividad y mejorar la calidad de vida de las personas. Alcanzar ese objetivo exige una visión estratégica sobre el transporte sostenible, que combine la ampliación de capacidad actual del Metro y la interconexión con nuevas líneas o sistemas de transporte con mejor desempeño ambiental.
