
La visita de la escritora colombiana Laura Restrepo al Perú coincidió con la tensión bilateral originada por las declaraciones del presidente Gustavo Petro. La autora llegó a Lima para participar en la Feria Internacional del Libro y presentar su más reciente novela: Soy la daga y soy la herida.
La obra tiene como protagonista a Misericordia Dagger, un verdugo que trabaja incondicionalmente bajo las órdenes de Abismo, un dios cruel y caprichoso que decide el destino de los demás. Misericordia Dagger obedece sin cuestionar todos los mandatos de Abismo, hasta que, como suele suceder con casi todas las personas, se enamora y su vida cambia por completo.
Esta es la premisa central de la nueva novela de Restrepo, que a través de estos personajes parodia a los líderes políticos actuales, quienes actúan a su antojo sin importar las consecuencias que puedan tener en miles de personas y comunidades. En ese sentido, resulta inevitable preguntar si, acaso, el espíritu de Abismo se apoderó de Gustavo Petro cuando decidió negar la soberanía peruana sobre Santa Rosa e iniciar una tensión fronteriza innecesaria, considerando que la Amazonía enfrenta problemas mucho más graves, como la deforestación, el narcotráfico, la minería ilegal y la incursión guerrillera.

Laura Restrepo negó que Gustavo Petro tenga similitudes con Abismo. De hecho, explicó que este personaje representa más a “estos grandes señores de la guerra que andan ordenando la muerte de un pueblo entero, las matanzas”. Y aunque se mostró esperanzada en que este impasse tenga una salida diplomática, celebró que, por fin, los gobiernos de Perú y Colombia pongan el foco en una zona olvidada durante años: la Amazonía.
“Es un conflicto que espero tenga una buena resolución diplomática. Lo bueno es que la Amazonía, que durante décadas fue un territorio olvidado de nuestros países, era como el último rincón, cuando en realidad es lo fundamental que tenemos: el pulmón, que es la selva. Entonces, me alegra mucho que, hoy en día, la Amazonía sea un punto de interés clave y que se reconozca su importancia vital para nuestros países y para el mundo”, señaló.
En ese sentido, la autora, que ya visitó Perú en varias ocasiones, consideró que son más las similitudes entre los países que unen a todos los latinoamericanos.
“Yo creo que tenemos ese enorme privilegio los latinoamericanos de estar en casa en 20 países distintos y llegas, estás en casa. Yo creo que las similitudes son tantas, creo que somos la misma gente. Finalmente, obviamente hay pasados históricos distintos, rasgos psicológicos distintos y por eso también es fascinante”, dijo.

La libertad que le da la novela para crear historias
Laura Restrepo no le teme a los temas incómodos. En sus novelas, ha retratado a personajes que encarnan el autoritarismo y ha explorado realidades duras como la desigualdad, la salud mental, el feminismo, el patriarcado, la violencia y el terrorismo. Sus historias pueden tener como protagonistas a viajeros anónimos en un aeropuerto o a niñas que sufren la desigualdad más extrema.
Para ella, la libertad creativa de la ficción es también un compromiso con la verdad. “No creo en la objetividad al escribir, pero sí en la honestidad. Es decir, esto es lo que yo vi, esto es lo que yo sentí. Esto es lo que yo interpreté y lo hago honestamente, no para servirle al poder ni para beneficiar, sino porque creo que es honestamente lo que yo vi y viví y de lo que doy testimonio”, afirmó.

La autora subraya que la palabra es una herramienta de resistencia: “La palabra y la presencia, porque de todas maneras la gente sale a la calle. Es cierto, yo estoy aquí y estoy en la calle como una forma de decir: estoy dando testimonio de que eso no puede suceder”.
Y, aunque considera que hay que hablar de todo, advierte que la forma de narrar es clave. Como ejemplo, critica la manera en que algunas series sobre narcotráfico han reducido la imagen de los colombianos a estereotipos negativos, sin mostrar el contexto y las responsabilidades del otro lado de la cadena.
Para Restrepo, escribir no es un ejercicio de neutralidad, sino un acto de honestidad y memoria, un espacio para dar testimonio y abrir conversaciones que incomoden, pero que no deben silenciarse.