
Un tsunami es una serie de olas de gran tamaño generadas por el desplazamiento abrupto de una gran masa de agua. Este fenómeno puede alcanzar velocidades de hasta 800 kilómetros por hora en mar abierto y causar devastación al llegar a tierra firme.
Tras el terremoto de magnitud 8.7 en Rusia, la alerta de tsunami fue activada en diversos países del Pacífico, impactando la costa de Japón, Estados Unidos, Chile, Perú y otras regiones. Esto vuelve a generar preocupación sobre sus impactos y la preparación ante este tipo de emergencias.
¿Cómo se origina un tsunami y por qué es tan peligroso?
La causa más frecuente de un tsunami es un terremoto de gran magnitud ocurrido en el fondo marino. Cuando las placas tectónicas se desplazan de manera repentina, generan un levantamiento del lecho oceánico, que a su vez empuja una enorme columna de agua. Este movimiento genera ondas que se propagan rápidamente a través del océano.
En mar abierto, estas olas pueden tener apenas unos centímetros o metros de altura, pero al acercarse a la costa, la energía se transforma en altura. En zonas con menor profundidad, el fondo marino actúa como una rampa que hace crecer la ola, generando paredes de agua que pueden superar los 10 e incluso los 30 metros en casos extremos.

No solo los sismos generan tsunamis. También pueden originarse por erupciones volcánicas, deslizamientos submarinos o incluso por el impacto de un meteorito. En todos los casos, el punto en común es el desplazamiento repentino de una gran masa de agua.
¿Qué diferencia a un tsunami de una ola común?
A diferencia de las olas generadas por el viento, que solo afectan la capa superficial del mar, un tsunami implica el movimiento de toda la columna de agua, desde el fondo hasta la superficie. Esta característica le da una enorme cantidad de energía y lo convierte en un fenómeno potencialmente devastador.
Las olas comunes pierden fuerza rápidamente. En cambio, las de tsunami pueden viajar miles de kilómetros sin perder intensidad significativa. Al llegar a la costa, estas olas no solo rompen en la orilla, sino que pueden penetrar varios kilómetros tierra adentro, destruyendo todo a su paso.
¿Cómo se propagan las olas de tsunami y cuánto duran?
En aguas profundas, las olas de tsunami pueden pasar desapercibidas por su baja altura, pero su longitud de onda es muy grande. Conforme se acercan a la costa, su velocidad disminuye, pero la energía acumulada se convierte en altura, fenómeno conocido como "shoaling“.
El impacto no se limita a una sola ola. Un tsunami puede estar compuesto por varias olas que llegan con minutos u horas de diferencia. De hecho, no es inusual que la segunda o tercera ola sea la más destructiva, lo que obliga a mantener la alerta hasta que las autoridades indiquen lo contrario.
Factores que agravan el riesgo
El principal factor de riesgo es la proximidad del epicentro a la costa y la poca profundidad del sismo. Si un terremoto ocurre a escasa distancia del litoral y con una magnitud importante como aquellos superiores a 7 grados, las olas pueden llegar en cuestión de minutos, reduciendo drásticamente el tiempo de reacción.
También influye la geografía costera: áreas bajas, planas, carentes de barreras naturales o artificiales, y densamente pobladas son las más expuestas.
A diferencia de las marejadas, que son causadas por tormentas o vientos, los tsunamis son generados por cambios geológicos bruscos y verticales. Esto les confiere una mayor cantidad de energía y alcance, y los convierte en una de las amenazas naturales más letales para las zonas costeras.

Zonas sin rutas de evacuación ni acceso a información inmediata enfrentan un riesgo mayor, especialmente si no existen planes de contingencia claros ni simulacros periódicos. El entrenamiento de la población puede marcar la diferencia en la reducción de pérdidas humanas.
Señales naturales que pueden anticipar un tsunami
Algunas señales permiten identificar la amenaza de un tsunami incluso antes de que llegue una alerta oficial. Algunas de las más comunes son:
- Un sismo fuerte y prolongado en zonas costeras.
- El retiro repentino del mar, dejando expuesta una gran franja de playa.
- Un sonido extraño o ensordecedor proveniente del océano, similar a un rugido.
Frente a estos signos, la recomendación es evacuar inmediatamente hacia zonas elevadas o alejarse al menos dos kilómetros tierra adentro. No se debe permanecer en la playa ni acercarse “por curiosidad”. La evacuación debe hacerse a pie y sin perder tiempo.
Países como Perú, Japón, Estados Unidos o Chile cuentan con redes sísmicas y boyas de detección que permiten monitorear cambios en el nivel del mar. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, con sede en Hawái, es una de las principales instituciones encargadas de emitir alertas internacionales. Sin embargo, la predicción no siempre permite actuar con mucho margen. Por eso es clave reforzar la educación ciudadana y asegurar que todas las regiones cuenten con protocolos de respuesta frente a tsunamis.
Casos históricos de tsunamis devastadores en Perú y el mundo
Las regiones del Cinturón de Fuego del Pacífico son especialmente propensas a sufrir tsunamis, debido a su intensa actividad sísmica y volcánica. Este cinturón incluye países como Japón, Indonesia, Chile, Perú, Ecuador y parte de Centroamérica y Norteamérica. En estos territorios, las zonas de subducción entre placas tectónicas elevan considerablemente la posibilidad de que un gran sismo genere olas destructivas.
En el caso peruano, uno de los eventos más devastadores fue el tsunami de 1746, que siguió a un gran sismo en Lima y Callao. Este fenómeno arrasó el puerto del Callao y provocó la muerte de miles de personas. A raíz de esta catástrofe, se comenzaron a implementar medidas de prevención y sistemas de alerta.

A nivel global, existen dos referencias ineludibles del impacto de los tsunamis en la historia reciente. El tsunami de la isla indonesia Sumatra en 2004, provocado por un terremoto de magnitud 9.1, dejó más de 200 mil muertos en 14 países y es uno de los desastres naturales más mortales registrados. A ello se suma el tsunami de Japón en 2011, que además de causar miles de fallecidos, generó una emergencia nuclear al dañar la central de Fukushima. Ambos casos reforzaron la urgencia de contar con sistemas de alerta temprana eficaces, infraestructuras resilientes y una ciudadanía preparada.
¿Qué hacer después de un tsunami?
El peligro de un tsunami no termina con la última ola. En muchos casos, las corrientes marinas permanecen inestables durante horas o incluso días, y pueden presentarse nuevas olas sin previo aviso. Por eso, las autoridades insisten en que no se debe regresar a zonas costeras hasta que se levante la alerta de manera oficial, incluso si el mar parece haberse calmado.
Una vez que se autoriza el retorno, es crucial verificar la seguridad estructural de viviendas, embarcaciones y vías de tránsito, ya que pueden haberse producido daños ocultos. Además, se recomienda evitar el contacto con agua estancada, ya que podría estar contaminada y representar un riesgo sanitario. Las labores de limpieza deben realizarse con protección adecuada, priorizando la recolección de residuos peligrosos y respetando las indicaciones de Defensa Civil y autoridades locales.
Prepararse para el retorno seguro es parte integral de la gestión del riesgo. Por eso, tener un plan familiar de emergencia, un punto de encuentro y una mochila de emergencia no solo ayuda durante el evento, sino también en la etapa posterior, que puede ser igual de desafiante.