
Cambió los encorsetados sacos y las rígidas camisas por una casaca cortavientos que le suavizaba hasta el gesto. A sus 83 años, Eduardo González Viaña me recibió en su departamento de San Borja. Apenas crucé la puerta, percibí cierta molestia. El motivo: su computadora se negaba a encender, un contratiempo que no interrumpió el avance de su nuevo proyecto literario. Como recurso, resolvió continuar su historia por medio de una llamada telefónica. Si bien no logró resolver el problema técnico, esto no significa un alejamiento de la tecnología. Sobre un mueble, Alexa permanece atenta, lista para responder a sus dudas en temas diversos.
Después de intercambiar unas palabras sobre el clima y la coyuntura nacional, me ofreció algo para beber. “Solo tengo Ecco”, dijo. Mientras intentaba enfriar mi taza, comenzó a narrar las historias detrás de los cuadros que decoran su sala. En cada uno resalta la portada de sus libros, entre ellos ‘El largo camino de Castilla’ y ‘Kachkaniraqmi, Arguedas’. Estas obras comenzaron a gestarse durante la pandemia de coronavirus.
“Estuve hospitalizado porque contraje COVID-19. Por fortuna, mi familia pudo cubrir los elevados costos de la clínica. Desde la cama, observaba en televisión cómo cientos de peruanos caminaban por las carreteras intentando regresar a sus tierras. Entonces decidí escribir una serie de libros que abordaran la realidad peruana a través de las vivencias de personajes históricos y escritores”, expresó mi interlocutor.
‘El ancho mundo’ es el volumen más reciente de ese proyecto literario gestado desde la cama de una clínica. Infobae Perú conversó con Eduardo González Viaña sobre su última publicación, centrada en un periodo específico de la vida de Ciro Alegría.

—Rosalía Amézquita, esposa de Ciro Alegría, mecanografiaba sus textos porque él no podía hacerlo por cuestiones de salud. ¿Usted también cuenta con una asistente para realizar su trabajo literario?
—Sí. Yo relato las historias que creo a mi asistente durante una llamada. Ella no solo transcribe mis palabras, sino que también realiza correcciones e incluso me contradice cuando lo estima necesario. Es una brillante correctora de estilo. Actualmente llevo adelante un proyecto literario sobre la vida de ‘Manuelita’ Sáenz. En una de las sesiones con mi asistente, noté su desacuerdo cuando traté un aspecto vinculado a lo femenino. Es como si tu propia mano te dijera: “No, así no escribas”. Trabajar junto a ella me obliga a reflexionar con mayor cuidado antes de hablar.
—Su esposa desempeñó un rol importante en su trayectoria como escritor.
—Así es, desempeñó un rol muy importante en su trayectoria como escritor, ya que colaboró con la redacción de sus novelas durante su estancia en Chile. Ella mecanografió los textos que Ciro había redactado a mano, puesto que él tenía dificultades para mover el brazo tras haber perdido un pulmón. Creo que su compañera lo impulsó a perseverar en su carrera.
—¿Tuviste la oportunidad de conocer a Ciro Alegría y conversar con él?
—Tuve la ocasión de conocerlo en Expreso. Se estaba preparando una historieta sobre ‘El mundo es ancho y ajeno’, motivo por el cual Ciro solía visitar el periódico una vez por semana. Cada vez que llegaba conversaba con el dibujante, cuyo escritorio se encontraba al lado del mío. En una oportunidad, notó que tenía en mi mesa un ejemplar de El Norte de Trujillo donde se publicaba un artículo mío; él también había colaborado en ese medio. En ese momento me preguntó: “¿Usted viene de Trujillo?”. Asentí y respondió: “¿Y usted escribe artículos?”. Volví a afirmar con la cabeza. Luego comentó: “Oiga, ¿nos parecemos en mucho?”. Sonreí y, desde entonces, surgió una amistad entre ambos. Recuerdo también cuando me aconsejó que, si tenía obsesiones, debía plasmarlas por escrito. Seguí su sugerencia.

—¿Qué impresión le causó conocerlo, teniendo en cuenta su trayectoria como escritor y su papel en el movimiento literario indigenista?
—Me pareció una persona muy agradable. Compartíamos el origen, ya que ambos proveníamos del mismo lugar. Cuando Ciro asistía al periódico acostumbraba invitarme a almorzar. En una de esas ocasiones conocí a su chofer, con quien entablé una conversación. Este hombre se parecía a Rosendo Maqui, el personaje que en la novela ‘El mundo es ancho y ajeno’ interpreta al alcalde de la comunidad de Rumi. Lamento mucho que poco tiempo después de uno de esos almuerzos, Ciro falleciera.
—Mario Vargas Llosa afirmó que la novela ‘El mundo es ancho y ajeno’ es el equivalente peruano de ‘Los miserables’ de Victor Hugo. ¿Usted piensa lo mismo?
—‘El mundo es ancho y ajeno’ puede ser considerada una obra épica, equiparable a ‘Guerra y paz’ de Lev Tolstói. Resume la gran lucha interna que se vivió en el Perú, una contienda por la justicia social. En esta novela, los campesinos se enfrentaron a Álvaro Amenábar y sus hombres; finalmente fueron derrotados, pero ofrecieron resistencia.
—Ciro Alegría desarrolló en sus novelas un indigenismo documental y de denuncia. Además, incluyó la psicología del habitante del mundo andino, especialmente del norte del Perú. ¿De qué manera logró reflejar estos aspectos en su obra?
—Él pudo conocer de cerca el mundo indígena porque nació en el caserío de Quilca, uno de los centros administrativos de la Hacienda Marcabal Grande, cerca de Huamachuco. Este lugar servía de refugio para las comunidades originarias. Durante su infancia convivió con agricultores y trabajadores del lugar.
—¿La cosmovisión andina estaba ausente en la literatura peruana antes de la obra de Ciro Alegría?
—Antes de la publicación de las obras de Ciro Alegría y José María Arguedas, los personajes indígenas estaban prácticamente ausentes de la narrativa peruana. Ambos autores lograron crear personajes andinos que sienten y expresan sus emociones.

—Una de las formas en que los personajes de Ciro expresan sus emociones es a través de la lucha, como sucede con los habitantes de la comunidad Rumi en ‘El mundo es ancho y ajeno’, quienes fueron despojados de sus tierras por el hacendado Álvaro Amenábar.
—Siempre he pensado que en Ciro no solo existía un novelista sino también un luchador social que utilizó la literatura para dar a conocer la problemática del Perú y lo que él consideraba la única solución: la lucha.
—El escritor también participó en la lucha.
—Así es. A los 21 años, Ciro se trasladó a Cajamarca siguiendo instrucciones del Comité Ejecutivo del Primer Sector del Norte. Desde allí impulsó el movimiento revolucionario que pretendía establecerse en diversas ciudades del norte. El intento resultó fallido. Fue arrestado en Trujillo, donde sufrió torturas. En la celda, un miembro de la guardia civil disparó un revólver cerca de su oído izquierdo. Lamentablemente, el escritor tuvo problemas de audición. Tiempo después, fue liberado por militantes de su propio partido durante la revolución aprista de 1932, pero más tarde fue nuevamente arrestado y llevado a la Penitenciaría de Lima. Luego de la muerte de Luis Sánchez Cerro, una amnistía permitió su liberación.
—¿Qué novelas escribió Ciro Alegría mientras se encontraba exiliado en Chile?
—En territorio chileno escribió y publicó sus dos primeras novelas, ‘La serpiente de oro’ y ‘Los perros hambrientos’, además de ‘El mundo es ancho y ajeno’. Al concluir esta última, participó en el Concurso Latinoamericano de Novela organizado por la Editorial Farrar and Rinehart de Nueva York, donde cada país debía presentar un candidato. Perú no presentó ni a José María Arguedas ni a Ciro Alegría. Él concursó desde Chile y obtuvo el primer lugar. En consecuencia, obtuvo reconocimiento a nivel continental.
—Su libro ‘El ancho mundo’ está ambientado entre los últimos años de la década de 1920 y 1934, cuando Ciro participaba activamente en política. ¿Por qué eligió contar la historia en ese periodo de la vida del escritor?
—Seleccioné este periodo para fomentar la conciencia ciudadana. A través de la literatura es posible conocer la realidad nacional.

—¿Cree que la poeta cubana Dora Varona tuvo un papel importante en la difusión de su obra?
—Sí. Reconozco que Ciro tuvo una viuda brillante, quien editó obras como la novela corta ‘Siempre hay caminos’ y ‘El dilema de Krause’, novela inconclusa de naturaleza testimonial y autobiográfica sobre su paso por la Penitenciaría de Lima.
—¿Conociste a Dora Varona?
—Efectivamente, conocí a Dora Varona. Visité su hogar y pude tratar con sus hijos y su esposo. Tras su fallecimiento, Gonzalo Alegría y su padrastro contribuyeron en mi búsqueda de material para la novela.
—Imagino que le han compartido historias poco conocidas sobre el escritor.
—Gonzalo me compartió una experiencia de su infancia. Contó que solía inclinar la cabeza hacia un lado al ver televisión, mientras hacía gestos extraños. Su madre le preguntó el motivo y él respondió: “Mi padre lo hacía así”. Poco después, ella le explicó que su padre era sordo.
—Si me permite, leeré un fragmento de su novela: “No pudo contener la risa al advertir que esos pensamientos no correspondían a alguien que iba a morir muy pronto, y se dio cuenta de que solamente había dos cosas seguras: no tenía novia ni era un buen poeta”. En este pasaje percibí un tono de humor. ¿Quiso reflejar su sentido del humor en el personaje de Ciro?
—Es probable que en algunas páginas se perciba mi sentido del humor. Pero, no pretendí imprimirle ese carácter al personaje de Ciro. En las pocas oportunidades que conversé con él, me pareció alguien muy jovial y simpático. En mi vida cotidiana disfruto contar historias con alegría y humor.
—A pesar de las dificultades, mantenía un buen sentido del humor, por lo que parece.
—A Ciro le conmutaron la sentencia de muerte por una condena de prisión. Los guardianes en ocasiones lo sometían a tormentos psicológicos. Por ejemplo, le obligaban a levantarse muy temprano bajo la amenaza de ser fusilado. Estas acciones le provocaron daños emocionales.

—Leeré otro fragmento de su libro: “Ese cojudo tiene poderes. Reflexionó en voz alta el teniente. (...) Si despierta, lo traeré para que me ayude a resolver mis problemas”. Al leer este pasaje, percibí una característica presente en tu universo literario: la magia indígena. No es la primera vez que recurres a este elemento en tu obra.
—Así es. En obras como ‘Don Tuno, el señor de los cuerpos astrales’ o ‘Sarita Colonia viene volando’ incluyo referencias a poderes mágicos presentes en la cosmovisión de muchos peruanos.
—En su novela, al personaje de Ciro le atribuyen el conocimiento de leer las cartas. ¿En la vida real, el escritor tenía esa habilidad?
—Los soldados responsables de su tortura le atribuían poderes sobrenaturales. Desconozco si Ciro practicaba la lectura de cartas, pero tengo claro que fue una figura admirada por el pueblo.
—La familia de Ciro formaba parte de la clase de los hacendados, pero sus parientes no adoptaron las actitudes de Álvaro Amenábar. ¿Por qué cree que no ocurrió esto?
—El hecho de que la familia de Ciro perteneciera a la clase de los hacendados no los llevó necesariamente a adoptar una actitud despreciativa hacia los indígenas. Su padre poseía convicciones anarquistas, vinculadas con el socialismo libertario, corriente que predominaba a inicios del siglo XX en Perú.
—¿Qué se sabe sobre la vida del literato durante los 23 años que estuvo fuera del Perú?
—Durante ese tiempo, trabajó en distintas universidades del extranjero. Después de recibir premios por ‘El mundo es ancho y ajeno’, se estableció en Estados Unidos y, más tarde, en Cuba y Puerto Rico, donde ejerció el periodismo, la traducción y la docencia.

—¿Qué cree que habría sucedido si el escritor no hubiera fallecido a los 57 años?
—Me gustaría saberlo… Es posible que, de haber tenido una vida larga, hubiese escrito otra novela tan sobresaliente como ‘El mundo es ancho y ajeno’.
—Tal vez habría participado activamente en política.
—Participó en la vida política en sus últimos años. Aquel entonces el Perú había cambiado y muchos apristas de la primera generación abandonaron el partido, que adoptó orientaciones distintas a las iniciales.
—¿Cuál es su objetivo con la publicación de ‘El ancho mundo’?
—Aspiro a que mi obra contribuya a resaltar el valor y el talento de Ciro Alegría.
—Ahora que se celebran las Fiestas Patrias, ¿qué reflexión le genera esta fecha?
—Se dice que el 28 de julio de 1821 fue el inicio de la libertad. Pero, la verdadera libertad llegó muchos años más tarde. Durante el gobierno de Ramón Castilla se quitó el tributo indígena, que era una forma de trabajo forzado parecida a la mita, y también se puso fin a la esclavitud.