
La tranquila localidad peruana de Islandia, ubicada en plena Amazonía peruana, se ha convertido en el centro de una creciente preocupación internacional. Un basural a cielo abierto, asentado sobre las aguas del río Yavarí, ha provocado una fuerte alarma en el vecino Brasil, donde autoridades del estado de Amazonas han elevado la voz. El asunto ha escalado tanto que ya fue notificado directamente al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien recibió un documento oficial advirtiendo sobre los impactos ambientales y sanitarios del problema en la zona fronteriza.
Este conflicto ambiental-diplomático ha encendido las alertas en la región del Alto Solimões, especialmente en la ciudad brasileña de Benjamin Constant, ubicada justo frente a Islandia. El reclamo brasileño señala que los residuos —entre ellos plásticos, restos orgánicos y hasta desechos hospitalarios— están siendo vertidos en el río desde el lado peruano, contaminando las aguas que cruzan hacia territorio brasileño y poniendo en riesgo la salud de miles de personas, incluidos pueblos indígenas y comunidades rurales.
Islandia, Loreto: el pueblo amazónico que vive sobre el agua y convive con la basura

Pocos peruanos conocen Islandia, una localidad singular situada en la provincia de Mariscal Ramón Castilla, en la región Loreto. Este pueblo amazónico, que debe su nombre a su arquitectura sobre pilotes —debido a las inundaciones casi permanentes— se encuentra a solo minutos en lancha de Brasil y Colombia. Con apenas 2.300 habitantes, Islandia es un punto clave de tránsito fluvial en la triple frontera amazónica.
Sin embargo, este aislamiento geográfico y la precariedad de su infraestructura han convertido al lugar en un foco de acumulación de residuos sin tratamiento adecuado. De acuerdo con las autoridades brasileñas, el basural fluvial que opera informalmente en Islandia lleva al menos dos décadas funcionando sin control. Los desechos flotan sobre redes de pesca, atrapados entre troncos, y terminan bajando con la corriente hacia el lado brasileño.
La falta de un sistema formal de gestión de residuos sólidos ha generado preocupación no solo en el ámbito local, sino también en el plano diplomático. El reporte elaborado por la Defensoría Pública del Estado de Amazonas (DPE-AM) fue enviado no solo a ministros brasileños de Medio Ambiente y Relaciones Exteriores, sino también a Lula da Silva, solicitando una respuesta articulada del Gobierno Federal ante lo que consideran una “crisis transfronteriza prolongada”.
Brasil señala a Perú por daños ambientales: piden respuesta binacional por impacto en Benjamin Constant

El municipio brasileño de Benjamin Constant, con más de 45 mil habitantes, es el más afectado por los residuos provenientes de Islandia. Las aguas del río Yavarí, que separan a ambos pueblos, arrastran la basura peruana hasta el territorio brasileño, contaminando el entorno y generando serias preocupaciones sanitarias. Según el defensor público Rafael Barbosa, el caso representa una grave omisión en la protección de un bien federal compartido: el río.
“Lo que ocurre es una amenaza real para la fauna, la flora y las personas que dependen de este río para su vida diaria. Estamos hablando de sustancias tóxicas que podrían contaminar el agua potable y la cadena alimenticia local”, indicó Barbosa, quien firmó el documento enviado a Lula.
Por su parte, Renan Nóbrega de Queiroz, defensor en Benjamin Constant, subrayó que la única forma de abordar esta crisis es mediante una acción conjunta entre Perú y Brasil. “La falta de soluciones concretas solo perpetúa el riesgo para miles de familias”, advirtió.
La situación cobra aún más relevancia en la antesala de la COP30, que se celebrará este año en Belém do Pará, Brasil. Para muchos observadores regionales, este caso podría convertirse en símbolo de los desafíos compartidos en la Amazonía: fronteras porosas, abandono estatal, y la necesidad urgente de cooperación internacional para proteger uno de los ecosistemas más valiosos del planeta.
Mientras tanto, en Islandia, la vida continúa entre puentes de madera, casas flotantes y un problema invisible que ya cruzó la frontera.