El antiguo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, ubicado en la avenida Elmer Faucett, vive sus últimas horas de actividad. Desde temprano, limeños, turistas y trabajadores han llegado al lugar para despedirse de un espacio que, durante más de seis décadas, fue punto de encuentro, inicio de viajes y escenario de reencuentros inolvidables.
Por última vez, la puerta peatonal de la avenida Faucett recibió el paso constante de personas que no querían marcharse sin tomarse una última foto, dar un último paseo o simplemente presenciar cómo se cierra una etapa de la historia aeroportuaria del país.
Entre abrazos, selfies y caminatas lentas

Las emociones se hicieron presentes desde distintos rincones del terminal. Afuera, entre vendedores, autos detenidos y policías regulando el tránsito, la escena se repetía: viajeros con maletas, vecinos de la zona y visitantes ocasionales caminaban con paso pausado, deteniéndose a mirar, a tomar fotos o a comentar entre ellos que “esto ya no se repite”.
En las zonas de embarque, varios aprovecharon para tomarse una última selfie cerca a las pasarelas. Algunos sonreían; otros no ocultaban la nostalgia. “Es raro sentir tanto por un edificio, pero aquí vivimos muchas emociones”, comentó un joven mientras repasaba en su celular imágenes de antiguos viajes.
En el área de restaurantes, la rutina diaria tomó un nuevo matiz. Clientes habituales y viajeros de paso decidieron comer “por última vez” en sus espacios favoritos. La escena se repetía entre mesas: pedidos de pollo frito, gaseosas y bromas sobre lo difícil que será encontrar esos sabores en el nuevo aeropuerto.
Un visitante señaló que, más allá de lo moderno o funcional del nuevo terminal, lo que extrañará es el ambiente cálido y sencillo de este espacio. “No sé si todo será más bonito allá, pero este momento ya no vuelve”, dijo antes de abandonar el local.
Llegadas que también marcan despedidas
En la zona de llegadas, la dinámica fue distinta. Ahí, donde durante años se vivieron reencuentros cargados de emoción, las despedidas se volvieron dobles. Algunas familias recibieron a sus seres queridos con globos y carteles, mientras comentaban que esta sería la última vez que se abrazarían en ese lugar.
Una madre esperaba con su hijo la llegada de su esposo. “Le dije que esta iba a ser la última vez que nos encontremos aquí”, expresó con una mezcla de risa y melancolía.

El cierre de una era: recuerdos y futuro
Después de 65 años de operaciones, el primer terminal del Jorge Chávez dejará de funcionar. Durante décadas, fue escenario de hechos importantes como la llegada de mandatarios internacionales, artistas de renombre y la visita del papa Juan Pablo II en 1985.
Ahora, su futuro es incierto. Se barajan posibilidades como su uso para oficinas administrativas o para vuelos del Estado. Sin embargo, por el momento, lo que queda es el registro de una historia construida con miles de historias personales.
En redes sociales como TikTok e Instagram, se multiplican los videos de despedida. Usuarios comparten anécdotas, fotografías antiguas y recorridos por el interior del aeropuerto, en un intento por conservar, aunque sea virtualmente, una parte del lugar que tantas veces los vio partir o regresar.
El traslado de las operaciones al nuevo terminal, ubicado también dentro del complejo Jorge Chávez, ha despertado ciertas dudas entre los ciudadanos. Muchos destacan la modernidad y mayor capacidad del nuevo aeropuerto, pero también expresan preocupación por temas de accesibilidad.

El ingreso peatonal por la avenida Faucett, uno de los accesos más utilizados por limeños que llegaban en transporte público, ya no estará disponible. “Yo siempre venía en combi y cruzaba caminando. ¿Ahora cómo será? ¿Solo en taxi?”, se preguntó un joven mientras se alejaba de la puerta principal.
Una cápsula de memorias que se apaga
Con aplausos, pasos lentos y miradas largas, los visitantes recorren por última vez los pasillos del viejo Jorge Chávez. Para muchos, no se trata solo del cierre de un aeropuerto, sino del fin de un espacio cotidiano cargado de historia personal.
Como relató una mujer al reencontrarse con su sobrina tras 18 años, “estoy emocionada, no la veía desde hace mucho tiempo”. Como ella, decenas de personas llegaron con flores, carteles y abrazos que parecían guardar una memoria más grande: la de un país que despegó, volvió y despidió a los suyos entre estas paredes durante más de medio siglo.



