Desde distintos rincones del mundo, hombres y mujeres de diversas nacionalidades observan con atención y esperanza el proceso de elección del sucesor de Pedro, el vicario de Cristo en la Tierra. En plazas, templos y hogares, se plantea una interrogante: ¿quién asumirá ahora la conducción de la Iglesia católica?
Fieles de México, Colombia, Argentina y otros países de América Latina albergan la esperanza de que el próximo papa provenga de su tierra. Los peruanos no son ajenos a ese anhelo, especialmente porque cuentan con un cardenal que, al igual que los otros 132 purpurados, figura entre los elegibles para ocupar la sede de Pedro.
Se trata de Carlos Castillo, arzobispo de Lima y primado del Perú, quien participará en el cónclave del miércoles 7 de mayo a las 4:30 p.m., hora de Roma, y 9:30 a.m., hora peruana. Sin embargo, no será el único compatriota presente en el proceso de elección del nuevo pontífice. También estará Robert Prevost, uno de los diez cardenales que representan a Estados Unidos. Si bien nació en EE.UU., también posee la nacionalidad peruana.

Teniendo en cuenta este panorama, las posibilidades de que un peruano sea elegido papa se amplían en cierta medida. No obstante, otros países cuentan con mayor representación, como Canadá, que presenta cuatro cardenales en el cónclave.
Perú pudo haber contado con tres electores, pero la norma que impide participar en el cónclave a quienes superan los 80 años excluyó al exarzobispo de Huancayo, Pedro Barreto, y al exarzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani. Es preciso señalar que ambos tienen 81 años.
Ahora bien, ¿quiénes son los cardenales peruanos que participarán en el cónclave? Carlos Castillo es ampliamente reconocido por los peruanos, mientras que Robert Prevost es menos conocido, al menos entre los televidentes nacionales. En los últimos años no ha tenido apariciones en los canales de señal abierta del Perú.

Los cardenales peruanos que participan en el cónclave 2025
Robert Prevost
Robert Prevost nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Estados Unidos. A pesar de su origen norteamericano, mantiene un vínculo con el Perú, país donde desarrolló gran parte de su labor pastoral y al que también pertenece por nacionalidad. Su Documento Nacional de Identidad (DNI), según informó el Reniec, se encuentra vigente en el Perú desde el año 2015.
Su historia con el país comenzó en 1985, cuando fue destinado a la misión de Chulucanas. Allí asumió funciones como vicario parroquial de la catedral y canciller. Al poco tiempo, regresó a Estados Unidos para apoyar desde la Provincia agustiniana ‘Madre del Buen Consejo’, promoviendo vocaciones y gestionando recursos para sostener las misiones, en especial la de Chulucanas.
En 1988, volvió a Perú, esta vez para liderar un proyecto de formación en Trujillo, donde acompañó a jóvenes aspirantes agustinos de diferentes regiones del país, como Iquitos, Apurímac y Chulucanas. Su experiencia en el ámbito formativo también se extendió a Chicago, donde fue director de formación y vicario provincial entre 2013 y 2014.

El 3 de noviembre de 2014, el papa Francisco lo nombró obispo titular de Sufar y administrador apostólico de Chiclayo. Seis años después, en 2020, fue designado miembro de la Congregación para los Obispos, un órgano medular en el nombramiento de pastores a nivel mundial.
Carlos Castillo
Carlos Castillo nació en Lima el 28 de febrero de 1950. Ingresó en 1979 al Pontificio Colegio Español San José, donde obtuvo títulos en Filosofía, Teología y Teología Dogmática. Su vocación sacerdotal lo llevó hasta Italia, donde fue ordenado diácono en 1983, en la parroquia Santa Giulia di Caprona, ubicada en Pisa.
Un año después, el 15 de julio de 1984, recibió la ordenación sacerdotal en la Arquidiócesis de Lima, de manos del cardenal Juan Landázuri Ricketts, una de las figuras más influyentes de la Iglesia peruana del siglo XX.

El papa Francisco lo nombró Arzobispo de Lima el 25 de enero de 2019. Fue consagrado obispo el 2 de marzo del mismo año por el nuncio apostólico en Perú, monseñor Nicola Girasoli. Días después, juró fidelidad y profesó su fe en la parroquia San Lázaro del Rímac, siguiendo la tradición de Santo Toribio de Mogrovejo.
Ese gesto no fue solo simbólico. Castillo se vinculó así con la figura del segundo arzobispo de Lima, patrono de la arquidiócesis y modelo para el episcopado latinoamericano, según lo proclamó Juan Pablo II.