
El día en que la Quinta Avenida de Nueva York se paralizó fue un miércoles de 1970. Ese día, millones de estadounidenses protestaron contra la contaminación ambiental, que ya era un grave problema en la ciudad, al punto de solo verse niebla en horas de mayor tránsito. Aunque esta movilización logró introducir la agenda ecológica en la agenda política, hoy, más de 50 años después, el deterioro del planeta sigue avanzando.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se estima que la producción anual de plástico es de 430 toneladas métricas a nivel mundial aproximadamente, de las cuales solo el 9 % se recicla con éxito. El resto termina en basurales, plantas incineradoras o, lo más probable, en ríos, lagos y mares, flotando y afectando el ecosistema.
Pero, la contaminación no solo afecta suelos y mares, sino que también provoca la extinción masiva de especies. Según el Informe Planeta Vivo 2024 del Fondo Mundial para la Naturaleza, en los últimos cincuenta años, las poblaciones animales se redujeron en un 73 %, por la pérdida y degradación de hábitats, la urbanización, el sistema alimentario de la humanidad, la sobreexplotación, el crecimiento poblacional, el cambio climático y la contaminación.
Aún más preocupante es que un estudio reciente advierte que la comunidad de insectos ha disminuido en un 40 %, siendo un hecho alarmante al verse desbalanceada la cadena alimentaria de muchas especies, incluido el ser humano. Ante esta realidad, nuestro compromiso debe enfocarse en construir un presente y un futuro sostenible. Un mundo verde.
Hoy, más que nunca, las instituciones de educación superior tienen un papel fundamental en la formación de ciudadanos y profesionales comprometidos con la sostenibilidad.
Desde hace unos años, la USIL participa en la expedición peruana a la Antártida, donde ha realizado investigaciones sobre contaminación por microplásticos, estudia el hábitat de depredadores superiores y evalúa la gestión ambiental en la Estación Científica Antártica Machu Picchu (ECAMP).
También hemos implementado el plan Campus Sostenible basado en cinco ejes: agua y energía, gestión de residuos, construcciones sostenibles, consumo responsable y cultura y aprendizaje. En 2024, reciclamos 1.5 toneladas de papel, 1.7 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos, y 315 litros de aceite residual.
Es imprescindible que todas las instituciones peruanas se unan en un solo propósito: impulsar políticas ambientales, fomentar investigaciones de alto valor y apostar por una educación sostenible transversal. Ha llegado el momento de actuar.
La búsqueda de la excelencia académica debe ir acompañada de un compromiso con la sostenibilidad, que guie la formación de los futuros profesionales. Como afirma Robert Swan, fundador de la Fundación 2041, organización que promueve la preservación de la Antártida, “la mayor amenaza para nuestro planeta es la creencia de que alguien más lo salvará.”
Por ello, es momento de actuar con responsabilidad y conciencia. La educación, la investigación y las políticas ambientales deben converger para frenar el avance del daño ecológico. Solo así podremos garantizar un planeta saludable para las generaciones futuras.



