
La tarde del Jueves Santo se confirmó el fallecimiento de Rosa Lidia Castro, la sexta víctima que recibió el suero defectuoso producido por Medifarma. La enfermera, quien se sometió a una operación programada el pasado 20 de marzo en la Clínica Sanna, quedó en coma irreversible tras recibir el medicamento. Después de más de un mes en estado crítico, la familia anunció su muerte. Un día después, se anunció a la víctima número siete, una arquitecta de 26 años.
Tras conocerse la noticia, el Ministerio de Salud emitió un comunicado en el que exigió “todo el peso de la ley para los responsables” y solicitó celeridad en las investigaciones. Por su parte, Medifarma reconoció públicamente una grave negligencia en la elaboración del lote defectuoso de suero fisiológico y señaló a dos exoperarios, Roy Chávez Llican y Alex Gamarra Colchado, como los únicos culpables. Ambos fueron separados de la empresa y ahora enfrentan una investigación penal por la muerte de seis personas y los daños causados a otros pacientes.
Sin embargo, la responsabilidad de haber lanzado un lote de suero defectuoso no recae únicamente en los dos extrabajadores. Según denuncias de estos, la cadena de responsabilidades alcanza también a los altos directivos de Medifarma, quienes habrían buscado culpar al “eslabón más débil”.
Roy Chávez afirmó que fue obligado a firmar su carta de renuncia, mientras que Alex Gamarra, en una entrevista con Hildebrandt en sus trece, describió las condiciones en las que operaba la empresa: falta de supervisión los fines de semana, equipos defectuosos y presiones para que los lotes salieran al mercado sin retrasos.
Alex Gamarra afirma que fue presionado a renunciar y luego interrogado por los abogados de la empresa, quienes buscaron incriminarlo grabando sus declaraciones en estado de shock. ”El día que firmé mi renuncia, María Luján, jefa de personal, me citó a su oficina y me dijo que no era justo lo que estaba pasando conmigo y me dio a entender que debía renunciar para ya no estar involucrado en el problema. Lloramos juntos incluso. Luego me citaron otra vez con la excusa de que querían ayudarme y orientarme, pero en realidad fue un interrogatorio: querían obtener más información”, señaló al semanario.

El “Frankestein”: el equipo que analizaba el suero en Medifarma
Dentro del área de control fisicoquímico de Medifarma, había un equipo del proceso de control de calidad: el titulador automático marca Mettler Toledo, una máquina encargada de medir la concentración de cloruro de sodio en los sueros que luego se distribuían en hospitales y clínicas.
Según el testimonio de Alex Gamarra este aparato presentaba fallos críticos desde hace años. “Le decíamos ‘el Frankenstein’ porque parecía armado con piezas recicladas. Nunca pasó una auditoría de Digemid en los casi diez años que trabajé ahí”, afirma.
“No, esa máquina no ha pasado una auditoría desde que yo trabajo ahí, o sea, más o menos hace diez años. Entre nosotros decíamos que el día que eso ocurra, ahí moría el equipo. La máquina era un frankenstein, así le decíamos, porque parecía armada por pedazos. Trabajaba casi las 24 horas sin parar”, relató.
Como la máquina fallaba, Gamarra repitió el análisis del suero, un procedimiento que ya era usual y era conocido por los jefes de la empresa. El analista se defiende, niega que haya querido alterar la muestra y reitera que sus superiores conocían todo este proceso y también las fallas del equipo.

“Sí, yo he ido muchas veces donde mi jefa, la doctora Kelly Acero, y le he dicho: “Doctora, salió mal acá, puede ser el equipo, ¿no?”. Ella me decía: “Puede ser, repítelo”. Y yo repetía. Y no soy el único que trabajaba así. La Fiscalía puede corroborar revisando el sistema del equipo, ahí debería figurar todo”, agregó.
El chivo expiatorio de Medifarma
Alex Gamarra Colchado ingresó a Medifarma en 2015 como auxiliar de limpieza en el área de laboratorio. Ganaba 1,500 soles y no tenía estudios técnicos concluidos. A fuerza de disciplina, observación y apoyo informal de su entorno, fue escalando posiciones hasta convertirse en analista fisicoquímico, una labor clave en el control de calidad de productos sensibles como el suero fisiológico. Según su propio testimonio, nunca recibió una capacitación formal ni le explicaron qué consecuencias podría acarrear una mala dosificación del cloruro de sodio para un paciente.
En 2018, tras años de esfuerzo silencioso, fue ascendido por recomendación directa de su entonces jefa. Desde el 2024, incluso se le encargó la programación de muestras en uno de los equipos más críticos del laboratorio. “Quizá era el más cuidadoso y ordenado”, recuerda. También era, sin saberlo, el más vulnerable. Hoy está siendo señalado por la empresa como el único responsable del control fallido del suero mortal que mató a seis personas, pese a que sus jefes conocían y permitían las fallas sistemáticas de los equipos.
Gamarra sostiene que Medifarma intenta convertirlo en el eslabón más débil de una cadena de negligencias institucionalizadas.
Presiones para autoinculparse
En el marco de la investigación por el lote de suero fisiológico defectuoso que resultó en la muerte de siete personas, Alex Gamarra Colchado ha revelado detalles de una reunión con los abogados de la empresa en la que, según su testimonio, fue presionado para asumir la responsabilidad de los hechos.
La reunión, que tuvo lugar el 31 de marzo en las oficinas de la compañía en San Isidro, fue presentada como un intento de “orientarlo” frente a las indagaciones del Ministerio Público, pero Gamarra asegura que el verdadero objetivo era que se autoinculpara.
De acuerdo con lo publicado por el semanario Hildebrandt en sus trece, Gamarra grabó la conversación, en la que se evidencia cómo los representantes legales de Medifarma ignoraron las denuncias del exanalista sobre negligencias sistemáticas dentro del laboratorio.
Según el testimonio de Gamarra, estas irregularidades eran conocidas por sus superiores inmediatos, quienes no tomaron medidas para corregirlas. En la grabación, el exanalista detalla que su procedimiento para evaluar el lote defectuoso consistió en repetir la muestra tres veces, una práctica que, según él, era habitual en el laboratorio.