Un violento ataque perpetrado por sicarios en la carretera Panamericana Sur, a la altura del kilómetro 10, en San Juan de Miraflores, dejó dos muertos y generó alarma entre los ciudadanos. Los atacantes, que se desplazaban en dos motocicletas, interceptaron una camioneta y dispararon al menos 15 veces contra sus ocupantes, provocando la muerte de dos personas, así lo informó América Noticias. El hecho, que ocurrió cerca del Mall del Sur, inicialmente fue reportado como un accidente vehicular, pero rápidamente se confirmó que se trataba de un ataque armado.
El contexto de violencia en Lima
Este ataque es solo uno de los muchos que se han registrado en la capital peruana en las últimas semanas. Lima vive una creciente ola de violencia, especialmente en los distritos más vulnerables. Desde septiembre de 2024, más de 30 transportistas han sido asesinados, víctimas del crimen organizado que ha permeado el sector del transporte público y pequeños empresarios. Las extorsiones, generalmente dirigidas a conductores de autobuses, colectivos y mototaxis, han alcanzado niveles alarmantes, con ejecuciones a plena luz del día y a menudo grabadas por los propios criminales.
Las extorsiones y su impacto en la vida cotidiana
Los extorsionadores no solo atacan a transportistas, sino también a pequeños comerciantes y microempresarios. Los delincuentes, además de amenazar con violencia, frecuentemente graban los momentos en que disparan a sus víctimas, demostrando la impunidad con la que operan. Estos ataques, aunque generalmente dirigidos a personas de clases sociales más bajas, están generando un clima de terror en toda la ciudad, afectando la vida diaria de los ciudadanos y alterando la tranquilidad de zonas antes consideradas seguras.

El impacto de esta ola de criminalidad también ha tocado a sectores como la educación. Padres de familia y maestros han reportado amenazas de extorsión en las puertas de los colegios, especialmente en distritos de clase media y baja. En algunos casos, las extorsiones han llevado al cierre de escuelas, y más de 500 instituciones educativas han tenido que suspender sus clases presenciales debido a los temores de inseguridad.
La respuesta del gobierno y la falta de acción eficaz
El papel del gobierno y las autoridades policiales ha sido ampliamente criticado en medio de esta crisis de seguridad. En lugar de concentrar sus esfuerzos en enfrentar el crimen organizado, la Policía Nacional y el Ministerio del Interior parecen estar desbordados. Los recursos del Estado, en lugar de ser dirigidos a frenar la violencia, se han utilizado para proteger a figuras políticas y a la presidenta Dina Boluarte. Esta falta de prioridad en la seguridad ciudadana ha generado una creciente indignación en la población, que ve cómo los crímenes aumentan sin respuestas claras.

Protestas y demandas de justicia de los ciudadanos
A lo largo de los últimos meses, los ciudadanos han organizado diversas protestas y paros, especialmente los transportistas, quienes exigen que el Congreso derogue leyes que favorecen a las mafias y dificultan la persecución de los delitos. En algunos casos, las protestas han sido acompañadas de bloqueos de calles y marchas hacia el Congreso, exigiendo medidas más estrictas contra el crimen organizado. Sin embargo, las respuestas del gobierno y el Congreso han sido insuficientes para calmar el descontento popular.
Una de las principales demandas es la derogación de la ley de crimen organizado, que, según expertos, ha debilitado la persecución de las mafias y dificultado la aplicación de justicia. Esta ley exige pruebas más contundentes para procesar a los delincuentes, lo que ha permitido que muchos de ellos queden en libertad. Las manifestaciones de este jueves, en las que miles de ciudadanos se movilizaron, reflejan el creciente malestar de la población ante la falta de soluciones efectivas.