
En los últimos años, el nombre de Pikillaqta ha salido de los textos arqueológicos y comenzó a resonar con más fuerza en los pasillos de la investigación contemporánea. Ubicado a una hora y media de la ciudad del Cusco, en la provincia de Quispicanchi, este parque arqueológico fue considerado por mucho tiempo como un conjunto monumental de la cultura Wari. Sin embargo, un proyecto de restauración y conservación iniciado a fines del 2020 reconfigura el relato conocido hasta hoy.
Bajo el mando de un equipo técnico de la Dirección Desconcentrada de Cultura (DDC) de Cusco, el trabajo en el Sector III del complejo —una zona conocida como Plaza Kancha— no solo permitió consolidar estructuras, sino también acceder a una lectura más amplia del tipo de ocupación que existió allí. Lo que comenzó como un esfuerzo por frenar el deterioro de los muros terminó por exponer lo que parece haber sido una auténtica urbanización prehispánica, con espacios distribuidos bajo un orden arquitectónico complejo.
La superficie trabajada, que representa apenas un pequeño fragmento del parque, permitió hallar restos de viviendas, pasajes, patios y depósitos. El descubrimiento se vuelve aún más relevante por las características del hallazgo: estructuras conectadas por calles y escalinatas, elementos arquitectónicos redefinidos por diversas generaciones de ocupantes, y una variedad de artefactos culturales provenientes de múltiples regiones del antiguo Perú.
“Se intervino siete canchas, cada una con quince ambientes. Están unidas por calles, escalinatas, pasadizos. Todo está articulado”, explicó el arqueólogo Liborio Saavedra, residente de obra, a la Agencia Andina. Su testimonio da cuenta de una ciudad planificada, con zonas diferenciadas para vivir, circular e incluso desechar residuos.
Una ciudad prehispánica estructurada

El proyecto reveló aspectos que amplían la interpretación sobre la presencia Wari en el Cusco. Las excavaciones trajeron a la superficie muros imponentes hechos con piedra andesita y arenisca, sujetas con mortero de barro. Esas técnicas constructivas, precisas y eficientes, evidencian una tradición consolidada, adaptada a las exigencias del entorno.
Pero no se trata solo de arquitectura. Durante la intervención, se hallaron cerámicas de distintos estilos, metales de aleaciones variadas y herramientas líticas. Piezas como la cerámica Qotakalle, Viñaque, Cajamarca, Huamanga o Chaquipampa refuerzan la idea de que Pikillaqta fue un punto de encuentro entre diversas regiones. “Se ha encontrado alfarería de uso doméstico, de diferentes estilos, tanto del lado norteño como sureño, del altiplano. Hay influencia de la cultura Tiahuanaco como Wari, comparten sus iconografías”, explicó Saavedra.
Uno de los hallazgos más singulares es la presencia del spondylus, un molusco que no se encuentra en territorio andino y cuya procedencia se remonta a la costa ecuatoriana. Esto abre nuevas preguntas sobre las rutas de intercambio y el nivel de organización que sostenía a la urbe.
Diferencias que marcan época

Además de los objetos, también aparecieron estructuras inéditas. Según Saavedra, “durante este proyecto hemos encontrado los salones de nicho que son como templos. En Ayacucho son en forma de ‘D’, pero acá es en forma rectangular, entonces aquí hay una diferencia del periodo horizonte medio”. Ese cambio en el diseño podría indicar un desarrollo regional propio, quizá adaptado a las necesidades rituales o políticas del entorno local.
Las graderías, canales y plataformas también fueron objeto de restauración, respetando su trazo original. Todo ello contribuye a la reconstrucción de una imagen más nítida de cómo era la vida en Pikillaqta. La complejidad de su infraestructura habla de una organización social consolidada, con conocimientos avanzados de ingeniería hidráulica y diseño urbano.
Más allá del valor científico, el trabajo ejecutado en el Sector III tiene un objetivo adicional: permitir al público reencontrarse con el sitio. Para ello, se colocaron mapas, señaléticas y se trazaron rutas internas que facilitan la visita. El terreno, con clima propicio durante gran parte del año, ofrece ahora mejores condiciones para recorrerlo con calma y atención.
Durante la ceremonia de entrega oficial de la obra, las autoridades regionales destacaron la inversión de más de 10 millones de soles y subrayaron la importancia de garantizar el acceso al conocimiento arqueológico para las nuevas generaciones. Lo ocurrido en Pikillaqta no solo recupera muros, sino también memoria.
Aunque el proyecto ha intervenido apenas un 2 por ciento del área total, el avance representa un punto de inflexión en la interpretación de la zona. Cada bloque, cada fragmento cerámico, cada escalón revela capas de una historia mayor, que aún no se termina de escribir.